domingo

ENRIQUE AMORIM - LA CARRETA (4)


PRÓLOGO (6)

El hilván de las historias (1)

En el primer capítulo se presenta a Matacabayo (46) y su familia -Casilda, su segunda mujer y sus hijos Alcira y Chiquiño-, irrumpen los carretones del circo en su pasaje por Tacuaras, se establece el modo cómo Matacabayo se relaciona con los forasteros (47) y en particular queda registrada su vinculación con Secundina, que en el circo hacía de capataza, quedando insinuado así su papel de Mandamás que cumplirá más avanzada la historia (48).

El capítulo II se integra con el circo en funcionamiento y allí, en ese entorno, quedan ubicados las pasteleras -“vendedoras de fritanga y confituras”- que más adelante serán denominadas carperas hasta llegar al nombre definitivo: “quitanderas” (49). El negocio de estas mujeres, que impulsan Secundina y Matacabayo, es el que da lugar a la conversación entre el comisario -don Nicomedes- y el dueño del circo -don Pedro- y abre al desarrollo del tercer capítulo que el autor había titulado provisoriamente en uno de sus esquemas organizativos con dos palabras que son su síntesis argumental: “Broma y huida”.

Estos tres primeros capítulos presentan una continuidad indiscutible y fueron elaborados con una visión novelesca en su entramado, aunque también teniendo presentes, como ya se señaló, los textos previos, los dos que habían servido de embriones: Quitanderas, primer y segundo episodios.

Asimismo, el capítulo IV se relaciona con los anteriores en la cronológica fluencia de la narración y, de algún modo, comienza a cerrarse lo que se podría considerar la primera parte de La Carreta, que concluirá efectivamente dos capítulos más adelante.

En esta primera parte han quedado definidos el mundo de las quitanderas, su origen y su oficio, la carreta y su presencia conductora de las secuencias narrativas -el “concepto-vínculo” de que habla Mose (50)- en algunos casos más visibles, en otros apenas lateral; dos personajes que volverán a aparecer en los tramos finales: Matacabayo y Chiquiño -también Leopoldina, en un papel secundario, más de apoyo de las instancias episódicas-, y un misterioso Chaves que es casi una sombra que acompaña, intermitentemente, el tránsito de la narración.

Tres capítulos: el IV, el V y el VI, estaban formulados en uno solo en el esquema organizativo inicial, con estos apuntes enumerativos: “El carretón comienza. Carreros de gatos. En otro lugar. Con Chaves. Desaparece Chiquiño”. Las “carreras de gatos”, del mismo modo que el episodio del indio Ita y su finada esposa, son los núcleos argumentales en torno a los cuales se organizan los capítulos V y VI. Pero aun así, el desarrollo que se desprende desde las primeras líneas de la novela no se interrumpe, pues mientras en el primero Matacabayo, Secundina, Chiquiño, Leopoldina, la Mandamás (Misia Rita) y las otras mujeres no dejan de tener una presencia aun secundaria en el episodio -incluso Clorinda, una de las “amazonas”, decide volver a Tacuaras en busca de don pedro, y Chiquiño y Leopoldina resuelven alejarse del grupo y desaparecer-, en el segundo los mismos personajes, los principales, vuelven a entrar en escena.

A esta altura es cuando comienza a desarrollarse una serie episódica, ahora sí definitivamente fragmentaria, y la continuidad argumental es deliberadamente débil y habrá que esperar al capítulo X para observar la reaparición de Chiquiño.

El capítulo VII, en el que se narra las relaciones de Maneco y Tomasa, y en el que participa, también, a la distancia, el dueño del establecimiento rural, don Cipriano, no está mencionado en los esquemas preliminares y la carreta y las quitanderas cumplen una función de mera referencia en la parte final.


Notas

(46) La escritura del nombre Matacabayo sufre diversas modificaciones que registran los originales. Primero es Matacaballos, en una segunda instancia Matacabayos, hasta que se decide, luego de vacilaciones verificables por la denominación definitiva. El origen del nombre es explicado en el primer capítulo de La Carreta.
(47) En la breve historia de Matacabayo que se establece en los primeros párrafos del capítulo I, se dice “fue explorador de aquel pantano, pero descubierta su treta, se resignó a usufructuarlo en sus consecuencias, más que en el propio accidente / Cuando veía repechar una carreta esperaba el paso de los carreros (conductores, 3ª edición y siguientes) para ofrecerse”. Ese oficio será el mismo que desempeñará Chiquiño, su hijo, en el capítulo XIII (XIV de la sexta edición) que se integra con una nueva versión del cuento “Los explotadores de pantanos”.
(48) En el capítulo II, es Misia Rita, “una vieja de voz nasal, regañona y tramposa, quien se encargaba de cobrar el precio de la quitanda”. Cuando la “empresa” que Matacabayo y Secundina organizan entra a funcionar es Misia Rita la Mandamás: “La vieja es la que manda más, la que capitanea a las carperas” dice el asistente del comisario (capítulo III). Pero ya en el capítulo IV Secundina habla de este modo: “¡No, no! Ya saben que la Mandamás soy yo”. Secundina desaparece junto a Matacabayo en el capítulo VI y no volverá a hablarse de ella (ni cuando reaparezca su compañero de andanzas en la quinta edición) salvo un recuerdo que dejan caer en un diálogo Piquirre y Luciano: “Yo conocí a la Mandamás más peluda, la finada Secundina que era capaz de darte una cachetada si te pasabas con alguna de las chinas” (capítulo XII).
(49) K E A Mose en su citado libro Enrique Amorim, ob. cit., observa con acierto que “las prostitutas son vendedoras de quitanda o carpetas en apenas los primeros capítulos. Es sólo después de haber pasado algún tiempo y de que tuvieran su primera noche de negocio malogrado que encontramos el término quitanderas indicando que para entonces habían empezado a ser algo así como una institución”.
(50) Mose, K E A: Propuesta para una estructura temática de La Carreta: los “conceptos vínculo” en La Carreta, Edición crítica, ob. cit.

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