sábado

EL SEÑORÍO DE LA VIDA - Hugo Giovanetti Viola


(Prólogo al poemario Postales y fotografías de Daniel Abelenda Bonnet, que editará próximamente en formato papel elMontevideano Laboratorio de Artes)


Postales y fotografías, el segundo poemario de Daniel Abelenda Bonnet (Uruguay, 1962) nos enfrenta a una especie de álbum / balance de la vida de un escritor que confiesa, a través de una cita inicial de Juan Gelman, sentirse obligado por los dolores ajenos a ejercer un oficio que no es el suyo.


Y este despojamiento de toda pretensión de rimbombancia fatua lo hace contemplarse (y contemplarnos) trilcemente las mediasuelas del alma (Vallejo y Serrat dixit) desde el primer poema:


Trato de llenar la página / con pobres palabras / que rescaten mendrugos / de mi vida aunque / no maten el hambre / y me dejen aún sediento. / (Sólo el silencio es elocuente).

Este silencio, por otra parte, para un cristiano confeso como Abelenda, remite inmediatamente a la escena del Evangelio donde el ya muy latigueado Hijo del Hombre calla frente a Pilatos.

La Verdad Invisible sólo reverberará si reina en la hondura del iceberg.

Y es por eso que el perfume poético más sugerente de Postales y fotografías lo obtienen textos como 60 Malvín Cuadernos Tabaré, donde aflora la técnica de un narrador policial que ha digerido aplicadamente a maestros como Chéjov, Hemingway y Carver, y es capaz de hipnotizarnos transportándonos a un vértigo de cornisa.

Pero Abelenda también minimiza filosofando con la eficiencia de los koans, y tanto en Don Quijote y Sancho como en 25 Watts le encaja rendidores palazos a la piñata:


Los gigantes, amigo mío / nos parecerán tales / -únicamente- / cuando nosotros / estemos de rodillas.

Lo peor / de la gente mala / es el silencio / de la gente buena. / Lo peor / de ser pobre / es que consume / todo el tiempo del mundo.

Y hay una tercera línea verticalizadora de decisiva importancia en este poemario, y es la feroz condenación irónica de una culturosis uruguayista pelotuda, hipócrita y demagógica que actualmente -después que los aislados tsunamis celestes de Maracaná y el Obelisco fueran licuificados por la restauración burguesa de la Republiqueta Ponsonbylándica de Salsipuedes y el progresismo posmoderno- parece haber consumado la traición largamente anunciada del arquetipo artiguista

¿Qué se nos fizo la Suiza de América?

Pero Abelenda no renuncia a la profecía de la Nueva Humanidad y en el poema A Líber Falco (intertextualizando nada menos que a Dylan Thomas) machaca con fe crística:

Amasaste panes y poemas / para ahuyentar el invierno / y el hambre tan prosaica / que se colaba cada noche / entre los ranchos de lata / de tu barrio Jacinto Vera. ¡Y el silencio no tuvo señorío!

Te entintaste las manos / entre grises imprenteros / -tan anónimos como vos- / pero a ellos dedicaste / tu entrañable “Despedida” / para seguir girando como un trompo / con los colores de la vida. / ¡Y la muerte no tuvo señorío!

Hasta que en Estado de Sitio nos desafía advirtiéndonos con una tensa calma:

El miedo -o el coraje- se aprenden duramente.

Cuartel artiguista de la calle Lepanto, 2016.

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