miércoles

LA INTIFADA PALESTINA Y SU POESÍA (20) - Alejandro Hamed Franco


Poemas palestinos de resistencia

Taufiq Zayyad
Mahmud Darwish
Fadua Tuqán
Samih Al-Qasim
Salim Yubrán

Prólogo, selección y notas de Alejandro Hamed Franco

Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes, 2016 / Primera edición: Arandurâ Editorial, 2002.


FADUA TUQÁN (2)

No lloraré

(A los poetas de la resistencia palestina)

A las puertas de Yafa, amigos míos,
y entre el caos de escombros de las casas,
entre la destrucción y las espinas,
dije a los ojos, quieta:
Deteneos… Lloremos
sobre las ruinas
de quienes se han marchado, abandonándolas.
La casa está llamando a quien la edificó.
La casa está dando el pésame por él.
Y el corazón, deshecho, gime
y dice:
           ¿Qué te han hecho los días?
           ¿Dónde están los que antes
           te habitaban?
           ¿Has sabido de ellos?
           ¿Has sabido después de su partida?
           Aquí soñaron, sí,
           aquí estuvieron,
           y trazaron los planes del mañana.
           Mas, ¡dónde están los sueños y el mañana?
           Y, ¿dónde,
           dónde ellos?

*  *  *

Los restos de la casa no dijeron palabra.
Allí, habló sólo la ausencia,
el callar del silencio, el abandono.
Allí se amontonaban los búhos y los fantasmas,
extraños en los rostros, las manos y la lengua;
en su entraña metiéndose,
en ellas extendiendo sus orígenes.
Allí…
Y tantas cosas más…
Mientras el corazón se ahogaba de tristezas.

¡Amadísimos míos!:
Me limpié de los párpados la niebla gris del llanto
para ir a vuestro encuentro.
En mis ojos había
una lumbre de amor y de esperanza
en vosotros, el hombre, y en la tierra.
¡Ay, vergüenza, si me hubiera acercado a vuestro
encuentro
con el párpados trémulo, mojado,
y el corazón desesperado y roto!...

Aquí estoy, amados míos, con vosotros:
a coger una brasa de vosotros;
a tomaros, ¡candiles de la noche!,
una gota de aceite para mi lámpara.
Aquí estoy, amados míos,
con mi mano tendida hacia la vuestra;
 bajando mi cabeza, aquí, ante las vuestras;
elevando mi frente, con vosotros, al sol.
Aquí estoy, con vosotros,
dulces como las flores de nuestra tierra.
¿Cómo van a aplastarme las heridas?
¿Cómo podrán aplastarme la desesperación?
¿Cómo voy a llorar ante vosotros?...
Juro, a partir de hoy, no llorar.

*  *  *

¡Amadísimos míos!:
El alazán del pueblo ha superado
el tropiezo de ayer,
y tras el río, los héroes se yerguen.
Escuchad muy atentos, que el alazán relincha
confiado en su asalto;
que ya escapa al asedio de la oscura desgracia,
y corre hacia su puesto sobre el sol;
mientras compactos grupos de jinetes
le bendicen y juran devoción,
le rocían con humo de limpias cornalinas,
con sangre de corales,
le dan de sus despojos copiosísima alfalfa,
y le aclaman, lanzando:
¡Corre al ojo del sol!
¡Corre, alazán del pueblo!
Que tú eres la señal y el estandarte,
y nosotros la cohorte que te sigue.
Ya no puede pararse la marea,
la pasión y la ira;
ya no puede caer en nuestras frentes,
sin luchar, el cansancio;
ni quedaremos quietos,
hasta haber expulsado a fantasmas y sombras.

*  *  *

¡Amadísimos míos!”… ¡Candiles de la noche!
¡Hermanos en la herida!
¡Oh, semillas del trigo,
levadura secreta!
Él muere para darnos.
Aquí, nos da,
y nos da.
Yo ando vuestros caminos,
y heme aquí, ante vosotros.
Junto y lavo las lágrimas de ayer,
y me planto, lo mismo que vosotros, en mi tierra y mi patria.
Lo mismo que vosotros, voy sembrando mis ojos
en la senda del sol y de la luz.

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