sábado

TODO PARA VOS


un relato inédito de Hugo Giovanetti Viola

para Bichicome y María Sharapova

Triste eres menos triste. Quédate triste.
Antonio Porchia

PRIMERA ENTREGA

1

Clara Tomillo viajó a Helsinki el último domingo de noviembre de 1987 para visitar a su padrino, el maestro Piero D’Alba. La mariscala la trae del aeropuerto coronada de nieve y mi quietud post-infarto me permite paladear su silueta y sus facciones ya libres del tapado y la mantilla blanca: no la veo desde el verano. La muchacha-mujer que medía un metro ochenta y tenía casi treinta años y un cuerpo de tenista apto para el glamour se alisó el ala castaña del pelo salvajemente ondulado que se cortaba a ras de la mandíbula desde la niñez y avanzó hacia el hombre setentón como si estuviera recorriendo la pasarela de un paraíso asesino. ¿Estará embarazada?

-Yo voy a buscar la trucha que encargué al Torni -informó la esposa de Piero D’Alba, una finlandesa de belleza legendaria y ya acalaverada. -Hoy el Chiqui puede tomar de todo. Y la nieve la limpio a la vuelta.

-Clarín -me paro exagerando la disnea y poso la trompa en una especie de raspadura fetal que tiene mi ahijada abajo de un pómulo. -Los que van a estirar la pata te santifican.

-Hoy tomo whisky puro -se le dulcificaron la boca y la nariz florales a la muchacha, aunque los ojos marinamente grises y la ronquera congénita parecieron alejarse con alivio del mayor compositor uruguayo de todos los tiempos.

-Yo también -le mido el empuje alcohólico y ahora le tengo más miedo a una muerte sentimental que al infarto definitivo. -Qué te pasa.

-Pasa que no me caso. Vengo desde París para armar el cirquito de una despedida de soltera con el amor de mi vida, pero ahora no me caso.

-Yo no soy el amor de tu vida.

-Es verdad. Ya no sos -liquidó un dedo de Chivas la muchacha a lo cow-boy. -Yo me quería casar de blanco en una iglesia pero mi novio era más ateo que vos y además pasa que todavía no se me fue del todo el emputecimiento.


2

Venus Tonelli Tomillo viajó a Helsinki el primer domingo de diciembre de 1987 para visitar a su ex-esposo, el maestro Piero D’Alba. La mariscala la trae del puerto amortajada por la nieve y mi quietud post-infarto me obliga a verla descaparazonarse en cámara lenta: hace diez años que no nos encontramos. La célebre poeta ya casi enana y con perfil de cuis daba la sensación de ir avanzando arrodillada hacia el viejo vikingo que sonreía como un ícono ceroso y al llegar al diván murmuró:

-Pero tú vendrás / por las turbias cloacas de la oscuridad.

Y ahora siento que es mucho más obscena su locura que su asma y entiendo por qué eligió venir en tren y barco y la abrazo queriéndola igual que a una monita.

-Bueno, yo me voy al cine -sacudió el felpudo Sulamit. -El Chiqui tiene permiso para tomar de todo.

-¿Resististe el Coloquio? -le limpio un copo de la bota a Venus sabiendo que se debe haber hecho la diva faltando a todas las sesiones pero que seguramente ató alguna traducción.

-Por lo menos me di el gusto de que la prensa francesa supiera que vos y yo seguimos. Como novios. Se los dije muy claro. ¿Tenés licor de miel?

-Acá tengo de todo menos a mi hija. Apuesto a que no me mandó ni una postal.

-No empieces. Miel te sigue queriendo más que a nadie en el mundo. Aunque para ella primero está Dios, por supuesto.

-Imaginate si no me quisiera -sirvió dos copas el hombre de barbaza color llama y trasluz de lobo.

Entonces me zampo un Chivas a lo John Wayne jurándome que por lo menos esta noche no le voy a echar en cara que fue ella la que le enseñó a Miel a odiarme cuando me casé con Sulamit y me acorrala una palpitación:

-Y otra que me dejó muerto fue tu sobrina Clara, el domingo pasado.

-Mi sobrina está loca. Pobre Clarín -besó la bebida y se hizo dos inhalaciones la mujer color hueso. -Bueno, basta de nenas. ¿Qué esperás para llevarme a la cama?


3

Piero D’Alba dejó pasar el comentario del emputecimiento y Clara se sirvió más whisky y sonrió a quemarropa:

-Vos me empezaste a tener hambre el día que fui a mostrarles el pollerín rosado de tenis a lo de Magdalena.

-Por algo lo habrás hecho.

-Yo recién había cumplido seis años y soñaba con que me frotaras con el arco del violín, igual que a tus mujeres.

-¿Y vos cómo sabías que yo hacía eso?

-Eso lo sabía todo Maldonado, pero a mí me lo contó Miel una noche en la cocina: le robamos licor a Venus y nos emborrachamos mientras vos tocabas la Primavera con Magdalena.

La cosa viene brava de verdad.

-Tiens -fabricó una trompa sacerdotal Piero D’Alba. -Y yo lo que saqué en conclusión cuando vi el trajecito de tenis fue que mi enamoramiento siempre iba a ser platónico.

-Pero te enamoraste.

-Pero el hambre me vino recién el día que le ganaste el campeonato a la paraguaya y tiraste un beso al cielo. Sentí que era capaz de morirme besándote el sobaco.

-Ese beso se lo tiré a Jesús -se chupa un dedo mojado de Chivas. -Pero cuando mi madrastra me obligó a bautizarme y preparar la comunión con Miel fue distinto. Lo que apreté contra el paladar el 8 de diciembre de 1964 allá en la catedral eras vos y no Dios. Aunque me sintiera la Virgen del Carmen del Santander.

El Tata no me va a dar el gusto de mandarme el tercer infarto en este momento.

-Bueno, vos me elegiste de padrino.

-Porque vos me lo pediste.

-Eso no es verdad.

-Mierda que no es verdad. La noche que anunciamos el bautizo me miraste como ahora: con ganas de lamerme hasta los huesitos. Y cuando me pediste que te diera un beso arriba de la barba sentí que el corazón se me salía por la boca. Y yo todavía no había cumplido los siete años.


4

Venus Tonelli Tomillo le ofreció una sonrisa helada al retrato que Horacio Torres le había pintado a Miel D’Alba cuando tenía seis años y después se sentó en la cama y empezó a desnudarse con menos timidez que minusvalidez. Yo le escruto los pellejos costrosos y demoro en acostarme porque me cuesta una palpitación asfixiante no caer en la bestialidad de advertirle:

-Mirá que vos estarás acabada como poeta pero yo para componer algo mágico y sobredorar ubres todavía necesito el toque del Espíritu. Y ahora sería capaz de rezarle al sátrapa de mierda para que no me abandone antes de despedirnos del todo.

-¿Sabés que me traducen al inglés y al alemán? -titiló Venus mientras palpaba la frutalidad del hombre asqueado por abajo de la sábana.

-Congra-tulations -castellanizo acanariadamente el cumplido y trato de rajarme un pedo pero las tripas callan: a pesar de las quejas de Santa Clara and Company nadie dudó jamás de que la vida me regaló una bondad casi made in Asís.

-¿Y el violín?

-Aguantate. Está abajo de la cama. Todavía no entendí cómo no pudiste darte cuenta que Miel iba a perder el ojo.

-Yo no tengo glaucoma. Y hasta el padre Miguel demoró demasiado en pedirle que se operara. Miel ya no soportaba ni que le nombraran al médico. Y ahora va cada vez menos a la iglesia, además.

Piero se rascó la sien con un índice extendido en forma de caño de pistola y ella le apoyó la cara en el corazón:

-Tengo miedo que haya empezado a escuchar los pasos del tordillo-sabino que vino a buscar a Magdalena. Ya no soporta el mundo.

Lo peor es que esta loca del diablo nunca va a dejar de tener una inteligencia poética más terrible que las estrellas y está a punto de chupármela y no puedo estrangularla, aunque le haría un favor.

-Bueno, por lo menos Clarín se va a salvar -sonrió el hombre brillando igual que si llorara.

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