un relato inédito de Hugo Giovanetti Viola
5
Clara Tomillo resopló y se sacó la remera dejando al descubierto el ombligo aduraznado. Los pechos están cada vez más góticos y es imposible no pensar en cuántos ilusos o cuántas bestias se habrán sentido dueños de esos rosetones que únicamente atravesó mi luz, aunque yo me prohíba verlos como hay que verlos.
-A veces pienso cómo sería todo si mi padre no se hubiera exiliado justo cuando vos vivías en París -se le azuló una barra incandescente a la muchacha sobre la palidez muy sudorosa. -¿A vos también te parecía una idiota cuando salía del instituto y me quedaba horas acostada en tu estudio leyendo Lucky Luke? ¿Sabés que el otro día me enteré que los músicos que trabajaban contigo me llamaban la perra de Lucky Luke?
-No conozco a esa perra.
-Es un perro. Y es idiota. ¿Por qué no me pediste una miserable vez que me subiera a tu cama, por lo menos? Yo soñaba con subirme para que me frotaras o hicieras cualquier cosa.
-Pero yo ya tenía demasiado olor a viejo, corazón. No te lo merecías.
-Pero me emputecí. Porque para excitarme me tengo que emborrachar pensando en tu varita mágica. ¿Estás contento?
-No tomes más, Clarín.
-Es la última vez que tomo.
-Todos decimos eso en algún momento.
-Pero yo creo en Dios más que en vos. Y mandé a hacerse la paja a mi bretón sin alma porque voy a casarme en la iglesia y de blanco. Y me voy a curar.
-Dios no existe, Clarín. Porque si existiera de verdad sería justo y me mandaría el infarto ahora mismo.
-¿Y vos por qué no me mandás a cagar de una vez?
-Creo que te estás pasando.
-No. Me estoy cagando, loco -sale corriendo al baño y la botella de Chivas se aterriza partiéndose contra la moquette.
6
-Miel le mandó una carta a Clara -se sentó para hacerse dos inhalaciones y apagar la portátil la mujer de pechos abrujonados como flores.
-Me enteré.
-Tenés miedo.
Miedo es lo único que tengo cuando no hay noche blanca en el corazón.
-Poca fe -le abrió una manaza Piero sobre el cráneo a la vieja-muchacha. -Tengo muy poca fe.
-La tarde que se te ocurrió tocar en mis corolas yo estaba muerta de verdad.
-Por eso se me ocurrió.
-Lo que nunca te dije es que cada trueno me empezó a parecer un aviso. Como si nos avisaran nada más que a nosotros que aquello era un milagro.
-Los milagros son eso. Avisos de que vale la pena sufrir hasta que haya noche blanca. Pero creer es terrible.
Entonces Venus me destapa y gatea silbantemente y se hinca a entelarañarme con el poema más manso y más astuto que lengüeteó jamás y sonrío:
-La tenía muerta. Hacía años que estaba muerta.
Ella no abría los ojos ni cerraba la boca, y cuando juntaba aire igual que un nadador le quedaba la lengüita-pico incrustada en una especie de pez agigantado.
-Faltan los truenos -rezo mientras siento emerger la marea milagrosa. -Los truenos, corazón.
Venus acompañó el corcoveo sin soltarse y recién después del cuarto alarido del teléfono tanteó animalmente la moquette y apenas pudo descolgarlo.
-¿Cómo están, Chiqui? Aló -grazna varias veces Sulamit, haciendo que los cuervos de Van Gogh me atraviesen la flotación dorada.
Después se oyó la señal de libre y la vieja-mariposa enderezó el rostro chorreado hacia su dueño.
7
-Todo para vos -roncó la muchacha después que terminó de barrer los pedazos del botellón. -Eso era lo que yo le decía al cielo cuando ganaba una final.
-Yo le leía los proverbios de San Juan de la Cruz a Miel desde que tenía tres años.
-Se llaman Dichos de luz y amor -se seca la raspadura del pómulo y siento como si me fueran a fusilar sin encapucharme. -Tu hija me acaba de mandar una carta que termina con el más lindo: Mejor es sufrir por Dios que hacer milagros.
-Yo prefiero hacer milagros.
-Y yo el otro día en París soñé que vivías en un altar y precisabas pegarnos patadas en el corazón para que nadie se olvidara de que vos eras Dios. Y después que nos íbamos a la mierda componías una musiquita y nos mandabas buscar porque sin la iglesia llena no te aguantabas a vos mismo, genio.
El hombre-ídolo escrutó con horror los nubarrones perfumados de la moquette y se sirvió cognac.
-Ahora voy a contarte lo que acaba de hacer la perra idiota de Lucky Luke en el fondo del water -parpadea repugnadamente hacia el botellerío.
-Me puedo imaginar. No te gastes.
-Me gasto. Porque después que tiré de la cisterna quedaron cuatro manchas y me remangué y agarré papel higiénico y las borré. Una por una.
-Basta, Clarín.
-Basta las bolas, padrinito. Porque después que volví a tirar de la cisterna vi que había otras dos bolas de mierda más abajo y volví a agarrar papel higiénico y dejé todo limpio. Y terminé de entender que cada vez que tomo alcohol te estoy tomando a vos. Y pensé: ahora te vas.
-El otro día te compuse un proverbio en el violín.
-Yo no entiendo tu música.
-¿Qué hacés? ¿Adónde vas?
-Al aeropuerto. A tomar Coca Cola. Y perdoname por todo, pero hay que elegir.
8
Piero D’Alba sacó el violín de abajo de la cama mientras Venus Tonelli Tomillo volvía del baño. Y me agarra una rodilla con una desesperanza casi sana y jadea:
-Gracias, amor. No preciso más nada. Ahora puedo volver a esperar al tordillo-sabino.
-Quisiera que le explicaras a Miel que yo siempre vi la foto.
-Qué foto.
-La de la resurrección del hijo de la paloma. Cada vez que me enamoro y compongo y me emborracho veo la verdad. Pero Clarín tiene razón.
-En qué.
-Ahora no importa.
Entonces el hombre de insondabilidad estrellada empalmó el arco del violín al tanteo y rozó los pezoncitos que parecían flotar sobre un cadáver habitado por grillos. Alcanza con un toque y una invocación mental del verso que ella inventó para titularme un cuarteto la tarde de los truenos:
-Adoración significa diluvio.
Después el rostro de Venus Tonelli Tomillo empezó a derramar un resplandor suavísimo entre el cobalto perforado por las cuatro luciérnagas y el hombre sentenció:
-Triste eres menos triste. Quédate triste.
Ahora parece llover para arriba y la grandeza de la humanidad se nos instala como una noche blanca capaz de purificar Maldonado y París y Helsinki y este coágulo agónico que llamamos el mundo.
-Ite -contestó Venus.
Entonces apoyo el arco en el suelo y levanto el brazo izquierdo triunfante igual que la muchacha que no pude matar.
2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario