domingo

GASTON BACHELARD - LAUTRÉAMONT (59)


VI. EL COMPLEJO DE LAUTRÉAMONT

III (3)

Los monstruos, sumas de fogosas metamorfosis en Lautréamont, en Leconte de L’Isle se encuentran bloqueados en las escamas de la tradición: Ekhidna,

Fille de Krysaor et de Kallirhoé. (Hija de Krysaor y de Kallirhoé.)

(si por una vez, se nos permite jugar con el alejandrino y fundir así la coagulación de las káes), Ekhidna,

Moitié reptile énorme écaillé sous le ventre. (Mitad reptil enorme descarapelado bajo elvientre.)

Finalmente sólo es un monstruo que digiere; devora a sus amantes -de acuerdo a los símbolos más comunes del psicoanálisis- hasta los huesos. ¡No tiene la eminente violencia de las faltas nuevas, de las faltas ducassianas!

Hemos establecido, por otra parte, el bestiario de los Poèmes barbares con precisión. El número de los animales citados es el ciento trece. Las repeticiones de las formas animales son menos numerosas que en los Cantos de Maldoror; de manera que en líneas generales puede decirse que en la obra de Leconte de L’Isle la densidad animal es la mitad menor que en la obra de Lautréamont. Por otra parte, la animalidad es de una intensidad mucho más débil. A menudo se la vence, se la diseca. El lobo gigante es un lobo vencido: integra un gran tapiz, un tapete de cama. A veces aparece “un viejo tigre resignado que un niño lleva en trailla”. (3) Puesto que el hipopótamo es gordo, es asmático. Así lo pide la ley del diagnóstico humano, demasiado humano. Los cazadores, como burgueses, cazan “para grasos festines”. Los gansos y los pavorreales, símbolos de orgullo y de vanidad, se rostizan indistintamente. Unas bestias se ven suscitadas por la rima: el auroc es creado para rimar con roc; así lo pide la ley de las sonoridades duras. El oído, órgano pasivo, contra toda jerarquía ordena elementos que dependen de la poesía nerviosa; de ello resultan innumerables absurdos en Leconte de L’Isle. La vida animal es insulsez expresada en versos insulsos:

Si l’animal féroce a faim et soif, qu’il mange! (4)


Notas

(3) Poèmes barbares, p. 160.
(4) Ibid., p. 131 (Si el animal feroz tiene hambre y sed, ¡que coma!

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