domingo

PAULO RODDEL - SOBREVOLANDO MONTAÑAS DE AMORES CADÁVERES


Paulo Roddel (Uruguay, 1977) ha publicado poesía y cuentos en revistas y antologías de escritores. Editó fanzines y publicaciones de rock de circulación under en Montevideo (1997-2000). Co-fundó los grupos de poetas 7 Segundos Seis50, grabó los cds de poesía Siete Segundos en la vuelta de tu oreja” (Grupo 7 Segundos, 2002) y “Ablación del Habla” (Grupo Seis50, 2006). Ha publicado tres libros de poesía: Trapos (2004), Palidezco (2010), y Ama/zonas (2014). Colaboró en los periódicos La Diaria y La República, fue co-redactor de la revista cultural Fango (Premio Fondos Concursables 2010-2011), colaboró además en las revistas culturales El Boulevard, Periscopio, Revista Ricardo Reis, Once, Revista Vadenuevo, Artesuburbano, Montevideando, entre otras. En 2014 participó en el Proyecto Poetas Cross-Media (Plataforma de producción y difusión de contenidos de poesía). Colabora desde el 2010 en www.cooltivarte.com. y en el portal cultural H-Enciclopedia. Participa activamente en ciclos literarios, encuentros de escritores en Uruguay y Argentina, y como columnista invitado en radios tratando efemérides vinculadas al rock. En 2015 publicó poemas en audio en la edición digital de El País Cultural. Colabora en el fanzine Bestial Barracuda Babilónica. Como periodista cultural ha entrevistado a numerosas destacadas figuras de la cultura, tanto uruguayas como extranjeras en diferentes disciplinas artísticas. Es docente de inglés, librero, y cursa la carrera de Licenciatura en Ciencias Históricas en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UdelaR. Actualmente prepara su cuarto libro de poesía.
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En la segunda estrofa de tu poema Los nihilistas leemos: Estos dos / que van y vienen / que se miran y claman / que frente a frente / se duelen / aún no saben / que están muertos / y ya no creen más / en el amor. Para formularlo carverianamente, ¿de qué hablás cuando hablás de creer en el amor?

Quiero decir que ya no creen en el amor como proyecto en común, como esa construcción de a dos que supo erigirse con la idílica idea de que no se cayera como tal, como un “ente amoroso”. Ya no creen en ese sentimiento que los unía en un solo cuerpo / alma, incluso ese “no creer más en el amor”, tiene algo de reproche, de un “no creo (en) más (nada)”, ni siquiera el amor, ni en el amor construido entre los dos, que se suponía distinto a otros, y tal vez, único,  inquebrantable, infinito, eterno, (“Eu possa lhe dizer do amor (que tive): que não seja imortal, posto que é chama, mais que seja infinito enquanto dure”, decía Vinícius de Moraes). Además el propio título del poema, “Los nihilistas” ya da la pauta desde el vamos, sobre el descreimiento de estos amantes en el amor, e incluso tal vez en todo (bastante punk diría). Entonces es la comprobación del fin de un proyecto en común llamado amor. El “van y vienen”, es el titubeo de no querer asumir ese fin, es como un no lograr entender qué pasa, “que se miran y claman”, no saber qué hacer o decir con esas miradas y clamar quién sabe qué para salvar lo (ya) insalvable; y “se duelen”, los dos, compartiendo el mismo dolor de un amor que ya no tienen. Pero lo peor es la dificultad de no sólo no lograr asumir ese fin, sino de no darse cuenta que de algún modo, sin ese proyecto en común ya derrumbado, ya inexistente, están ambos, en algún sentido muertos (“aún no saben, que ya están muertos”). Me gusta la comparación que hacés con el título del libro de mi admirado Raymond Carver “De qué hablamos cuando hablamos de amor”, ya que este texto, como varios de Ama/zonas, tienen una influencia carveriana notoria, cosa que no me preocupo en ocultar y menos negar, en este caso no sólo sería “hablar de amor”, sino también “creer en el amor”. El epígrafe que acompaña este poema, (“Love will tear us apart” de Joy Division) pienso que tiene mucho que ver; el amor tiene esa capacidad de lastimar y sanar la propia herida que él mismo provocó, y resurgir con una fuerza y vitalidad renovadas, edificadora y destructiva, como algo siempre cíclico, vital, imprescindible, que nos seduce y nos hace volver a creer en él.

¿No pensás que el Otro Él del que habla Eduardo Curbelo en el prólogo de Ama/zonas necesita a la Otra Ella nada más que para poder encontrarse a sí mismo?

Definitivamente si. Es más, pudiera ser que en otro tiempo y espacio, hubiera un revés de este libro, de Ama/zonas, un contrario, un poemario que contara las historias desde el punto de vista de una “otra ella”. Sería interesante poder hacer que ambos poemarios, ambas voces, con sus historias contenidas, se mezclaran, y hubiera “otros dos”, “él” y “ella”, dialogando o insultándose en el mismo poemario, quién sabe. Eso es algo ideal. Lo concreto es que sí, es necesario, pero yo sólo pude escribir las historias desde mi punto de vista (soy un poeta limitado), que contradiciendo aquello de que la “la historia la escriben los ganadores”, pues bien, estas historias las escribí yo, desde la derrota más contundente, desde el desasosiego y la estupefacción, desde la incredulidad y el desconcierto. En ningún poema de este libro hay un héroe, un personaje que sea el salvador de algo, porque no hay nada que salvar, y esa es la contundencia de la derrota, esa ES la derrota. Entonces se concluye que los poemas de este libro son sólo una voz, la mía, una campana que tañe sin otra que le responda, lo ideal sería entonces escuchar, o mejor leer, todas las campanas, o al menos la otra campana, otra voz, la de “ella”. Pero yo escribí, hablé y me expresé por mí, la “otra ella”, ciertamente discreparía con todo lo expuesto en este poemario ¿no?

¿Qué significa para vos tener fe en la poesía?

Es siempre complejo definir la fe en algo, sin caer en contradicciones o entreveros varios, que es lo que me ocurre al responder esta pregunta. Curiosamente no pienso en la fe desde lo religioso, ¿raro, no?, es decir, si la fe es la seguridad, la confianza, la cierta idea de lo posible, entonces sí tengo fe, pero una fe fuera de toda religiosidad. La fe como un augurio, o la confianza en la poesía, es decir, la fe en esta, al punto de creer que (la poesía) nos podrá servir para algo, ¿para qué?, no sé, pero de algo nos servirá para, estimo, hacernos mejores, eso es lo que creo. Yo tengo fe en la poesía, como quien apuesta esperanzadamente en algo, y le pone unas fichas a eso. Mi confianza en la poesía es una confianza a largo plazo, y que hoy por hoy no vende, no paga. Es una fe individual, personal, interior, pero además tengo fe en una poesía que esté más allá del simple comentario snob de decir “soy poeta”.  Para tener fe en la poesía hay que creer en la poesía, y confiar en ella, si no, no es sincero, no hay honestidad si no se confía en lo que se cree, y no se cree en lo que se confía, y todas estas puntas son parte, considero de esta fe en la poesía de la que yo hablo, contradictoria, entreverada, trabalenguas inevitable. Entonces tengo fe en la poesía, ¿y a quién le importa?, pues a mi sí me importa, si no, no escribiría.

¿El desafío salvífico que te planteás en Grandes preguntas universales radicaría en asumir la heroicidad de adultizarse para poder derribar este muro de tedio y permitir que una espiritualidad sobrevoladora de los espejismos facebookianos nos ayude a escalar montañas de amores cadáveres?

Ese texto es todo una gran pregunta, de principio a fin y literalmente hablando. Es una pregunta larga, que como tal comienza y termina con signos de interrogación. Hasta aquí no digo nada. Pero es una pregunta capciosa, caprichosa en su planteo, y que utiliza alguna imagen que podría asociarse tal vez con lo religioso (“desclavar un poema”) o no. Es un texto que habla acerca de recuperar algo que parecería poder ser recuperable, y si además queda tiempo para ello, esa, creo, es la cuestión fundamental de este poema: el tiempo (“Y si aun me quedara tiempo…”). El “muro de tedio” a derribar sería el obstáculo para que ese intento de recuperar lo que se ve perdido pueda lograrse, es lo que hay que sortear, superar olvidando el pasado (“escalar montañas de amores cadáveres”), para volver a estar físicamente unidos, (“reivindicarle tu cuerpo a una nube”). El texto se plantea la interrogante de si será posible algo concreto como volver a lo que fue (existió) antes, pero no es una pregunta con respuesta, se queda ahí, y como se queda sin respuesta, termina con una expresión que se lee como una repregunta: “¿eh?”. Este “¿eh?” al final del poema es importante, ya que es como una exigencia de respuesta, una respuesta que no existe; es un  armarse de coraje y madurez (como vos decís “asumir la heroicidad de adultizarse”), y exigir la respuesta, en un tono también desafiante. Me interesa que menciones a facebook; las redes sociales son espejismos sí, de las cuales yo también participo, esa “espiritualidad sobrevoladora de los espejismos facebookianos” que decís, puede tener que ver entonces con lo real y lo ficticio, en el sentido de que el amor real es algo superior o por encima a esa frivolidad, esa parafernalia de apariencia y jactancia que son las redes sociales, el amor real está por encima de todo eso, al menos el verdadero amor.

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