domingo

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS (167) - CLARISSA PINKOLA ESTÉS



CAPÍTULO 14

La iniciación en la selva subterránea

La séptima fase: La esposa y el esposo salvajes (2)

No es de extrañar que tanto la doncella como el rey se vean obligados a caminar por los territorios psíquicos en los que tienen lugar semejantes procesos, pues estos sólo pueden aprenderse en la naturaleza salvaje, junto a la piel de la Mujer Salvaje. Es normal que la mujer iniciada descubra que su amor subterráneo por la naturaleza salvaje aflora a la superficie de su vida en el mundo de arriba. Psíquicamente está envuelta en el aroma del fuego de leña. Es normal que empiece a comportarse aquí de acuerdo con lo que ha aprendido allí.

Una de las características más sorprendentes es el hecho de que la mujer que está pasando por este proceso sigue haciendo todo lo que habitualmente hacía en la vida exterior: amando a sus amantes; dando a luz a sus hijos; persiguiendo a los hijos; persiguiendo el arte; persiguiendo palabras; llevando comida, pinturas, maderas; peleándose por esto o por aquello; enterrando a los muertos; cumpliendo todas las tareas cotidianas mientras realiza su profundo y lejano viaje.

Al llegar a este punto, la mujer suele debatirse entre dos direcciones contrarias, pues de pronto experimenta el impulso de vadear la selva como si esta fuera un río y de nadar por la hierba, trepar a lo alto de un peñasco y sentarse de cara al viento. Es un momento en que un reloj interior da una hora que obliga a la mujer a experimentar la súbita necesidad de un ciclo que pueda considerar suyo, de un árbol cuyo tronco pueda rodear con sus brazos, de una roca contra la que pueda apoyar la mejilla. Pero tiene que seguir viviendo también su vida de arriba.

Hay que decir en su honor que, por más que muchas veces lo desee, la mujer no sube a su coche y se echa a la carretera en dirección al ocaso. Por lo menos, no con carácter permanente, pues esta vida exterior es precisamente la que ejerce en ella la cantidad de presión necesaria para que pueda seguir adelante con las tareas del mundo subterráneo. Durante este período es mejor permanecer en el mundo que abandonarlo, pues la tensión es más beneficiosa y da lugar a una valiosa vida profundamente distinta que no se podría conseguir de ninguna otra manera.

Vemos por tanto al animus en pleno proceso de transformación, preparándose para ser un digno compañero de la doncella y el Yo-hijo. Al final han conseguido reencontrarse y regresan junto a la anciana madre, la madre sabia, la que lo soporta todo, la que ayuda con su ingenio y su sabiduría. Y los tres se reúnen y se quieren.

El intento de lo demoníaco de apoderarse del alma ha fracasado irremisiblemente. La resistencia del alma se ha enfrentado a la prueba y la ha superado. La mujer pasa por este ciclo una vez cada siete años, la primera vez muy débilmente, una vez por lo menos con gran esfuerzo y más tarde de una manera más bien rememorativa o renovadora. Ahora vamos a descansar un poco y a contemplar este exuberante panorama de la iniciación femenina y sus correspondientes tareas.

Una vez superado el ciclo, podemos elegir cualquiera de las tareas o todas ellas para renovar nuestra vida en cualquier momento y por cualquier motivo. He aquí algunas:

• Abandonar a los ancianos padres de la psique, descender al territorio psíquico desconocido, confiando en la buena voluntad de quienquiera que se cruce en nuestro camino.

• Vendar las heridas causadas por el desventajoso pacto que hicimos en algún momento de nuestra vida.

• Vagar psíquicamente hambrientas y confiar en que la naturaleza nos alimente.

• Encontrar a la Madre Salvaje y su auxilio.

• Establecer contacto con el protector animus del mundo subterráneo.

• Conversar con el psicopompo (el mago).

• Contemplar los antiguos vergeles (formas enérgicas) de lo femenino.

• Incubar y dar a luz el Yo-hijo espiritual.

• Soportar la incomprensión, vernos apartadas una y otra vez del amor.

• Llenarnos de mugre, barro y suciedad.

• Permanecer siete años en el reino de los habitantes del bosque hasta que el niño alcance el uso de razón.

• Esperar.

• Regenerar la vista interior, la sabiduría interior, la curación interior de las manos.

• Seguir adelante aunque lo hayamos perdido todo excepto el hijo espiritual.

• Volver a encontrar y asir ávidamente la infancia, la adolescencia y la edad adulta.

• Reestructurar el animus como fuerza salvaje y natural; amarlo y que él nos ame a nosotras.

• Consumar el matrimonio salvaje en presencia de la vieja Madre Salvaje y del nuevo Yo-hijo.

El hecho de que tanto la doncella manca como el rey tengan que pasar por la misma iniciación de siete años de duración es el territorio común entre lo femenino y lo masculino y nos ayuda a comprender que, en lugar de antagonismo, puede haber entre estas dos fuerzas un profundo amor, sobre todo cuando este se basa en la búsqueda del propio Yo.

"La doncella manca" es un cuento de la vida real acerca de nuestra condición de mujeres reales. No gira en torno a una parte de nuestra vida sino en torno a las fases de toda una vida. Enseña esencialmente que la misión de la mujer es vagar una y otra vez por el bosque. Nuestra psique y nuestra alma están específicamente preparadas para que podamos cruzar la tierra subterránea de la psique, deteniéndonos aquí y allá, escuchando la voz de la vieja Madre Salvaje, alimentándonos con los frutos del espíritu y reuniéndonos con todo y con todos los que amamos.

Cuesta estar con la Mujer Salvaje al principio. Curar el instinto herido, desterrar la ingenuidad y, con el tiempo, aprender a conocer los aspectos más profundos de la psique y el alma, retener lo que hemos aprendido, no apartarnos, manifestar claramente lo que representamos, todo eso exige una resistencia ilimitada y mística. Cuando ascendemos desde el mundo subterráneo tras haber llevado a cabo alguna de nuestras tareas, puede que por fuera no se note ningún cambio, aunque por dentro hayamos adquirido un carácter inmensa y femeninamente salvaje. A primera vista seguimos siendo amables, pero por debajo de la piel está clarísimo que ya no somos unas criaturas domesticadas.

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