sábado

GASTON BACHELARD - LAUTRÉAMONT (58)


VI. EL COMPLEJO DE LAUTRÉAMONT

III (1)

Vamos a tratar de seguir el desarrollo de un complejo de Lautréamont en una vía más poetizante, pero que a pesar de ello no nos permitirá encontrar en todo su poderío el verbo ducassiano. En efecto, creemos que una parte de la poesía de Leconte de L’Isle cobra un sentido psicológico especial cuando se la examina psicoanalíticamente como un complejo de Lautréamont, sin duda llevado a cabo mal, que das más gritos que actos, pero que explica un enorme número de imágenes.

En primer término, hay un bestiario de Leconte de L’Isle. No tiene la riqueza del bestiario ducassiano; sobre todo no tiene real potencia filogenética; no tiene virtud alguna pata traducir los deseos en metamorfosis. Allí los animales siempre aparecen adultos y completos. Aparecen en una brutalidad ingenua, fácil; en una crueldad que no puede laborarse finamente como a lo largo de las filogénesis ducassianas, sino que de inmediato se bloquea en una forma tradicional, contemplada en sus rasos pintorescos.

Entonces no es difícil mostrar que la sinergia de los actos está mal observada, que no ha sido experimentada en su complejidad vital. Lautréamont nunca habría escrito un verso como este:

Il va, frottant ses reins musculeux qu’il bossue. (Va, frotando sus riñones musculosos que enjoroba.)

En primer término, porque el verso no es bello; en seguida, porque esa gibosidad no traduce ese extraño estiramiento invertido, ese reposo por contracción interna que agranda a un ser por una pereza que sabe efímera y carente de peligro.

Leconte de L’Isle no puede individualizar energéticamente a los seres de su bestiario, por no remontarse al origen nervioso de la acción animal. En suma, no se ve cuál es la diferencia entre la pantera negra y el jaguar. Los saltos no son descritos en su exacta crueldad. Sólo son parábolas abstractas.

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