VI. EL COMPLEJO DE LAUTRÉAMONT
II (4)
Reflexiónese en el número bastante grande de adjetivos de esa página; en seguida hágase la traducción inversa a la que proponíamos en un capítulo precedente para mitigar el lautréamontismo; póngase luego un animal específico ante la aspereza de un rostro, un animal que huye ante algún gesto furtivo, un animal que maúlla ante la queja femenina, otro con el poderoso hocico del hambre, en suma reconstitúyase el lautréamontismo desfalleciente de esas páginas y se verán los justos colores, se comprenderá justa síntesis de los complejos.
De cualquier manera, nos encontramos en el centro doloroso de esta obra presentada con un aparato de razones poco convincentes; es aquí donde se anuda el complejo que en la novela La isla del doctor Moreau es sublimado “científicamente” a poca costa. El escritor plantea el complejo, la ligera neurosis, como una consecuencia del espectáculo que ha trazado; plantea el sufrimiento como el resultado de un recuerdo doloroso. Pero un psicólogo que conozca parcialmente la psicología de los complejos, no puede equivocarse: en las últimas páginas del libro es donde se encuentra el germen de su producción. Un psicoanalista siempre retendrá la última confesión como el elemento primitivo del drama.
Semejante psicoanálisis podría ser aplicado al Libro de la selva. Pero la psicología más profunda y matizada de Rudyard Kipling daría un perfil menos claro. Es por lo que, como ejemplo de una primera aplicación de nuestro tema, hemos querido dar, con la obra de Wells, un esquema enteramente despoetizado, satisfecho por una mediocre verosimilitud, explicado por una mascarada de ciencia, puerilizado por la preocupación dominante de distraer, olvidando por consiguiente casi todas las funciones de la obra literaria.
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