SÉPTIMA PARTE
27. REDIMIENDO NUESTROS DIABLOS Y NUESTROS DEMONIOS (2)
Stephen A. Diamond
Diablos, demonios y lo daimónico (3)
Según la discípula de Jung Marie-Louise von Franz, “en la Grecia prehelénica -como en Egipto- los demonios formaban parte de una colectividad anónima”. (12) Este es también el modo en que May concibe a lo daimónico, una fuerza primordial, indiferenciada e impersonal de la naturaleza. Al igual que ocurría con los demonios primitivos descritos por Freud, para los antiguos griegos el daimon era maligno y creativo y constituía, al mismo tiempo, un motivo de destrucción y una fuente de orientación espiritual. Platón, por ejemplo, utilizaba en ocasiones el término daimon como sinónimo de theos (o dios) y desde su punto de vista el poderoso Eros era también un daimon.
Así pues, los daimones eran buenos o malos, constructivos o destructivos, según la relación que la persona sostuviera con ellos. Según May, “durante la época helenística y cristiana se acrecentó la división dualista entre los aspectos positivos y negativos de los daimones. Siguiendo esta línea hemos llegado, en la actualidad, a tener una población celestial dividida en dos campos, los ángeles, encabezados por Dios, y los diablos, aliados de Satán. Aunque jamás haya sido expresado racionalmente en estos términos no es difícil adivinar que en aquel tiempo esa fue la manera más sencilla de resistir y vencer al diablo”. (13)
Pero quienes siguen perpetuando esta dicotomía artificial no alcanzan a comprender que es imposible conquistar a los llamados diablos y demonios destruyéndolos sino que, por el contrario, debemos aceptarlos y asimilar lo que simbolizan en nuestro Yo y en nuestra vida cotidiana. Esta -que fue una tarea relativamente sencilla para los pueblos primitivos- resulta, sin embargo, bastante más difícil de llevar a cabo para los modernos postcristianos, precariamente armados con los “dioses” de la actualidad, la ciencia, la tecnología e incluso las nuevas corrientes religiosas.
Notas
(12) Marie Louise von Franz, “Daimonds and the Inner Companions”, Parábola 6, nº 4 (1981), p. 36.
(13) May, Lover and Will, pp. 136-37.
No hay comentarios:
Publicar un comentario