domingo

SUSANA RINALDI “¿Y POR QUE NO VA A PODER EL OTRO?


por Hugo Giovanetti Viola

(reportaje recuperado de El Popular, Montevideo, y Granma, La Habana, 1986)


Finalmente, el lunes 24 de febrero se presentó en el Teatro del Notariado Susana Rinaldi. El espectáculo debió repetirse al otro día, también con localidades agotadas. La Tana cantó acompañada por Juan Carlos Cuacci (piano y guitarra), pero además actuó y conversó con tensa soltura, en el marco de la modalidad café-concert: “una excusa más que los humanos inventamos para meditar juntos”. Su repertorio, como estaba anunciado, fue informal: desde Sur Por qué canto así hasta Sueño de barrilete Gracias a la vida, pasando por otros clásicos y una desopilante parodización de Mocosita que se constituyó en uno de los puntos más altos del recital.

Considerada por la crítica mundial como un “mito viviente”, a Susana Rinaldi parece preocuparle permanentemente no tanto la frescura como el desmelenamiento (y esto también podría tomarse hasta en un sentido literal) de su fascinación: el resultado es la imborrable comunicación con una mujer de aristas tan brillantes como cortantes, que sabe desnudar su resplandor mucho más allá de los límites marcados por la retórica de la complacencia. Parte de la extensa conversación mantenida en exclusividad con El Popular servirá para demostrarlo.
_______________________

Nos gustaría comenzar esta nota girando alrededor de un amigo común, a través del cual nosotros te escuchamos nombrar por primera vez, en 1974: Julio Cortázar. Tú has ofrecido, después de su muerte, un muy celebrado espectáculo llamado Rememorando a Julio. ¿Qué significó para ti el apoyo y la amistad del Gran Cronopio?


Lo que significó Cortázar para mí es lo que necesitamos tanto los seres humanos, que es la confianza. Confianza, apoyo, reconocimiento, estímulo. Creo que Cortázar fue un estimulante permanente de la gente que hacía cosas en las cuales él creía. Creía y compartía. Pero más que nada estábamos muy unidos por la idea de que a veces la soberbia y la prepotencia -que son estímulos tan desgraciados para un quehacer cultural, y sobre todo para con esta parte del mundo- hacen que vengan también unas gotas de ese “condimento” que logran que la llegada y la trascendencia de lo que uno manifiesta sea más contundente.


¿Qué más podría pedir yo que un ser humano como Cortázar de pronto escribiera sobre mí y lanzara a una parte del mundo la transcripción, digamos así, de esta mujer sudamericana que pretendía emparentar el canto popular con aquellos cantos populares “privilegiados”?


Lo que se recuerda claramente es la simpatía de Julio por lo que había en ti de “cronopio”: el papel revulsivo que, desde el pique, ha jugado tu “reconstrucción” del tango.

Claro, porque además, ¿qué es lo polémico -o mejor dicho lo contestatario- si no es eso, no? Él me definió con un poema cuando no nos conocíamos: sólo me había escuchado. Pero después nos conocimos y nos quisimos mucho, porque en ese poema ya estaba el conocimiento y la posibilidad de quererse.


Tú dijiste que Julio te enseñó a amar a La Habana, además.

Bueno, él me habló de muchos lados donde creía que yo tenía que llegar a cantar. Y uno de ellos era La Habana. Él era gran amigo de Fernández Retamar, e incluso parece que hablaban de mí sin que yo lo supiera -como lo hizo también con Tomás Borge, por ejemplo. Julio me habló para que fuera a La Habana, y sucedió algo así como con la ciudad de las columnas de Carpentier, que te presenta todo un decorado que te pertenece pero no tanto, ¿no?

¿Cómo fue tu estadía en La Habana?

Huy: memorable. Hay que conocer Cuba. En lo que tiene que ver con mis presentaciones te diría que fueron muy atípicas, antes que nada. La mayor parte de la gente que me fue a ver no sabía qué pasaba conmigo, ni quién era. Lo que esperaban era a una “tanguera”. Primero tenía que presentarme en el cine-teatro América y cuando ellos captaron que el espectáculo estaba realmente bien estructurado y que había seis músicos jóvenes y serios, que no eran “parrilleros”, viene el director y me propone armar otra escenografía entera para esa noche misma. Después de ahí salto inmediatamente a cantar en el teatro Federico García Lorca -que es como La Ópera- cedido por Alicia Alonso, que me conocía y que quería que alguna vez yo fuera a La Habana. Y de ahí a un programa de televisión estupendo, adonde se habló mucho y muy bien, en fin. ¿Y entonces qué ocurre? Que de seis días que estuve, llegué a aparecer cinco de ellos en los periódicos. Y Fayad Jamis me escribe un poema y otro hace una crónica a mi alrededor, más que una crítica: todo tan atípico que Fidel termina por decir: “¿Pero quién es esta mujer?” y entonces la última presentación se realiza en Casa de las Américas. Allí fue fantástico. Me vinieron a ver tangueros cubanos tradicionales, lo que es insólito -aunque cuidado: yo también fui a la peña de los tradicionalistas a cantarles lo mío. Y después vine una tanguera famosa que me dice: “Mira, yo creía que tú no me ibas a gustar”. Y me hace una pausa, me mira y me dice: “Y me gustas”.

Hay que hablar de la importancia de La Habana y de ese pueblo: hay que desparramarlo. Porque nos hace bien a todos. El Caribe es una cosa muy especial, y uno entiende -después de conocerlo- por qué se han querido apropiar de él. Y qué fuerza la del pueblo cubano, que ha tenido que aprender todo: desde fabricar un tornillo a plantar un tomate. O a hacer las editoriales para que el librito se pudiera transmitir. Y todo es hoy un orgullo. Entonces a mí me importa, como latinoamericana, transmitir lo que ocurre allí. No dogmáticamente, porque eso no debe hacerse así. Sobre todos con cosas que hacen tanto bien a la Humanidad. Hoy, que estamos compulsados y pateados por todos lados, es importante dar -y ahí te devuelvo lo de Cortázar- ese estímulo de decir: Usted puede. Y usted pudo. ¿Y por qué no va a poder el otro?

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+