CAPÍTULO 4 (12)
En ninguno de los casos se hacen revolucionarias. En el primero de los casos la revolución es un engaño; en el segundo, una imposibilidad.
Hay quienes piensan, quizá con buenas intenciones pero en forma equivocada, que por ser lento el proceso dialógico (93) -lo cual no es verdad- se debe hacer la revolución sin comunicación, a través de los “comunicados”, para desarrollar posteriormente un amplio esfuerzo educativo. Agregan a esto que no es posible desarrollar un esfuerzo de educación liberadora antes de acceder al poder.
Existen algunos puntos fundamentales que es necesario analizar en las afirmaciones de quienes piensan de este modo.
Creen (no todos) en la necesidad del diálogo con las masas, pero no creen en su viabilidad antes del acceso al poder. Al admitir que no es posible por parte del liderazgo un modo de comportamiento educativo-crítico antes de un acceso al poder, niegan el carácter pedagógico de la revolución entendida como acción cultural, (94) paso previo para transformarse en “revolución cultural”. Por otro lado, confunden el sentido pedagógico de la revolución -o la acción cultural- con la nueva educación que debe ser instaurada conjuntamente con el acceso al poder.
Nuestra posición, sostenida una vez y afirmada a lo largo de este ensayo, es que sería realmente una ingenuidad esperar de las elites opresoras una educación de carácter liberador. Dado que la revolución, en la medida en que es liberadora, tiene un carácter pedagógico que no puede olvidarse a riesgo de no ser revolución, el acceso al poder es sólo un momento, por más decisivo que sea. En tanto proceso, el “antes” de la revolución radica en la sociedad opresora y es sólo aparente.
La revolución se genera en ella como un ser social y, por esto, en la medida en que es acción cultural, no puede dejar de corresponder a las potencialidades del ser social en que se genera.
Como todo ser, se desarrolla (o se transforma) dentro de sí mismo, en el juego de sus contradicciones.
Notas
(93) Subrayemos, una vez más, que no establecemos ninguna dicotomía entre el diálogo y la acción revolucionaria, como si hubiese un tiempo de diálogo, y otro, diferente, de revolución. Afirmamos, por el contrario, que el diálogo constituye la “esencia” de la acción revolucionaria. De ahí que, en la teoría de esta acción, sus actores, intersubjetivamente, incidan su acción sobre el objeto, que es la realidad de la que dependen, teniendo como objetivo, a través de la transformación de esta, la humanización de los hombres. Esto no ocurre en la teoría de la acción opresora, cuya “esencia” es antidialógica. En esta el esquema se simplifica. Los actores tienen, como objetos de su acción, la realidad y los oprimidos, simultáneamente y como objetivo, el mantenimiento de la opresión, por medio del mantenimiento de la realidad opresora.
TEORÍA DE LA ACCIÓN REVOLUCIONARIA TEORÍA DE LA ACCIÓN OPRESORA
Intersubjetividad
Sujetos - Actores Actores – Sujetos Actores – Sujetos
Niveles de liderazgo Masas oprimidas
revolucionario
Interacción Realidad que debe ser Oprimidos
mantenida como objeto Objetos como parte de
la realidad, inmersos.
Objetivo mediador Realidad que debe ser transformada para la Liberación como proceso permanente
Objetivo para el Mantenimiento - objetivo de opresión
(94) En un ensayo reciente que será publicado en breve en Estados Unidos, Cultural action for freedom, discutimos en forma más detenida las relaciones entre acción y revolución cultural.
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