(reportaje recuperado de tudushuntu, 28 / 10 / 2013)
La biblioteca del Museo Nacional de Artes Visuales, lugar de trabajo desde hace más de 4 décadas de la polifacética Vera Sienra, es también el lugar donde me recibió para esta entrevista. Recibida en Antroposofía, cantautora, artista plástica, escritora, madre, y una persona que con su mirar y hablar transmite mucha sabiduría, esa sabiduría que da la vida. Conversamos largo y tendido, y entre olor a libros y sabor a café me contó su vida cargada de familia y amigos, búsqueda espiritual, y mucho, pero mucho arte.
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¿Nombre?
Verónica Sienra De la Bandera, alias Vera.
¿De dónde viene el sobrenombre?
Toda la vida me llamaron Vera en vez de Vero. Desde que me recuerdo soy Vera o Verita. Verónica es prácticamente un nombre oculto.
¿Fecha de nacimiento?
11 de noviembre de 1947, Montevideo.
¿Dónde se crío?
Mi barrio siempre fue Punta Carretas, vivía en la calle Tabaré, y es una lástima que la vida haya ido desfigurando y transformando a este típico barrio de Montevideo en un barrio para ricos, sin identidad. Antes había todo un ambiente de gente que se dedicaba al arte.
¿Cuál fue la banda sonora de su niñez? ¿Qué música se escuchaba en su casa?
En mi casa se escuchaba mucha radio. En aquella época sonaba el cante jondo, el folklore argentino y mexicano (Miguel Aceves Mejía) y nuestra Amalia de la Vega, que me emocionaba mucho. Y es curioso que ya antes de tener 10 años también me impactara tanto Carlos Gardel. Música norteamericana, en cambio, escuchaba muy poca.
¿En su familia había artistas?
Tenía una tía abuela que cantaba ópera, y otra tía que cantaba en coros. Quiere decir que había una historia de cuerdas vocales, una herencia física de cuerdas vocales en funcionamiento.
¿Alguna anécdota que tenga para contar de su infancia?
Más que anécdota podría contar una vivencia. Cuando tenía 8 años fui afectada por la poliomielitis y eso marcó mucho mi infancia. Me demoró en la escolaridad y mi paso por la escuela fue bastante doloroso, ya sea por sentirme diferente o por experiencias que también causaban dolor. Pero mentiría si te dijera que fue una infancia infeliz, porque en el barrio siempre me sentí bien. Los problemas surgían cuando tenía que “oficializar mi presencia”: en el colegio, por ejemplo, tenía que ser otra y esconder lo que era, me ponía una túnica y no sabía muy bien qué hacer con ella (sonríe y suelta una carcajada). Fue en el liceo donde empecé a despuntar y a sentirme mejor con mis propias búsquedas, reconociendo que en alguna medida era algo inteligente.
¿A qué liceo asistió?
Primero al Richard Anderson, y luego al Vázquez Acevedo, los dos años de Preparatorios. Después cursé dos años en la Facultad de Derecho pero me di cuenta que no era lo mío, y la vida me fue llevando al arte.
¿Cómo fue su relación con el arte en esa etapa?
Empecé a componer con la guitarra a los 15 años. Mi padre falleció cuando yo tenía 14 años, mi hermana ya era grande y no vivía en casa, y quedábamos sólo mi madre y yo. En esos momentos mi hogar era una casa abierta, donde se hacía mucha música, y aprendí lo básico del instrumento ahí, juntándome a tocar y a cantar con mis amigos.
¿El hacer arte ya era una necesidad para usted?
Exactamente. Mi vida artística empezó a despertar impulsada por la necesidad de expresarme a través de la composición de melodías, la pintura y la escritura. Fue una necesidad interior, una combinación, y mientras iba creciendo también me iba enamorando y viviendo todo lo demás. Pero al arte, curiosamente, siempre lo respeté como a algo que estaba muy por encima mío y no entré en ese mundo violentamente, sino con mucho cuidado.
¿Piensa que el hacer arte es un camino hacia un mundo más consciente?
Si, totalmente. Y te diría que el arte es algo es im-pres-cin-di-ble.
Cuénteme un poco de su visión de la juventud en la actualidad…
Ese es un tema que me interesa muchísimo, y estoy escribiendo algo que a lo mejor algún día saldrá a la luz en forma de prosa poética. Por determinadas circunstancias de la vida, estoy conectada con todas las generaciones y me siento contemporánea de ellas. Gracias a mi hija de 22 años y otros miembros de la familia me siento muy vinculada a la juventud y me preocupa mucho la forma en que ellos usan lo que les ofrece el mundo. Si sos una persona clásica, conservadora, no habrá grandes problemas en tu transitar; pero si sos alguien que intenta moldear su propio mundo interior, inevitablemente entrás en un laberinto donde va haber crisis, caos y un dejarte llevar por tus emociones. Eso les pasó siempre a los jóvenes curiosos e investigativos de todas las generaciones, y yo creo que lo que te salva es tener un centro donde siempre estás conversando contigo mismo. Y es en ese centro donde está tu yo mejor y no el simple ego. Se trata de una especie de esquizofrenia saludable que te dice: “mmm, esto no estuvo bien”, “mmm, acá me estoy metiendo en líos”… aunque te metés igual (sonríe). Pero igual eso está hablando en ti, quiere decir que vos tenés algo que oficia de límite, tenés un borde. El problema es cuando vos no sentís la existencia de ese centro y no reconocés quién sos y tampoco te importa demasiado conocer cuáles son tus límites y estás permanentemente suelto, sin conversación interior. Eso hace que los demás te tironeen y traten de manejarte hasta que te salís de vos mismo pero te salís mal, lo que se convierte en una situación esquizoide complicada. Te empieza a manejar el ambiente, el mundo, y te alejás de vos mismo, de tu centro. Ojo, no estoy juzgando, porque también pienso que la experiencia de hoy puede significar la fortaleza más brutal de mañana. He vivido, y he podido superar crisis que fueron bastante fuertes, sé que se puede, que podés vivir cualquier cosa y después volver a casa, lo que equivale a decir a uno mismo. Pero cuidado, hay riesgos muy grandes: te podés volver loco por el camino, te podés matar por el camino, te podés suicidar por el camino o caer en una tendencia sombría que no se termine nunca… Eso es lo que me preocupa de la juventud hoy.
¿Qué piensa que pasará con la evolución y el destino de la humanidad?
Confío en el hombre pero creo que va a seguir sufriendo mucho. Hay cosas que recién comienzan, y que son dolorosas y difíciles. Yo tengo un impulso cristiano…
¿Es cristiana practicante?
Sí, pero sola, ¿eh? No por influencias externas ni por tradición…
Ahora que usted se encuentra en su sexta década de vida ¿piensa que la conciencia del hombre ha ido avanzando y seguirá un curso determinado?
Claro que la consciencia del alma humana va a seguir avanzando: eso tiene que darse porque es lo que pide a gritos la vida, más allá de que el hombre pretenda evadirse y darle la espalda al inevitable progreso de la evolución. El hombre no siempre fue el mismo. Yo no entiendo cómo hay gente que puede concebirlo siempre igual. Eso es una locura, ¿no?
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