jueves

CONDE DE LAUTRÉAMONT (27) - LOS CANTOS DE MALDOROR


CANTO SEGUNDO

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¿Qué clase de furor se apodera de ti? Quiero que sepas que si me dejas vivir al abrigo de tus precauciones, tendrás mi eterna gratitud… Vamos, Sultán, líbrame con tu lengua de esa sangre que mancha el parqué. El vendaje está terminado; lavé mi frente restañada con agua y sal y pasé las vueltas de venda cruzando mi cara. El resultado no es fabuloso: cuatro camisas empapadas en sangre, y dos pañuelos. A primera vista no se sospecharía que Maldoror tuviera tanta sangre en las arterias, pues su rostro sólo luce resplandores cadavéricos. Pero, en fin, así son las cosas. Quizá se trate de casi toda la sangre que pudo contener su cuerpo, y es probable que no le quede mucha. Basta, basta, perro voraz: deja el parqué como está; tienes el vientre lleno. No debes continuar bebiendo pues no tardarías en vomitar. Ya estás bastante repleto, ve a acostarte en la casilla, haz de cuenta que nadas en felicidad, pues no tendrás que pensar en el hambre por tres inmensos días, gracias a los glóbulos que has hecho descender por tu gaznate con una satisfacción pomposamente visible, Tú, Leman, toma una escoba, yo también quisiera usar una, pero me faltan las fuerzas. ¿No es cierto que entiendes mi falta de fuerzas? Vuelve las lágrimas a su vaina, o creeré que no tienes el coraje de contemplar con sangre fría la gran cuchillada, resultado de un suplicio que se pierde para mí en la noche del pasado. Tú irás a la fuente a buscar dos cubos de agua. Una vez lavado el parqué, pondrás esa ropa blanca en el cuarto vecino. Si la lavandera viene esta noche, como lo hace siempre, se la entregarás; pero como ha estado lloviendo mucho desde hace una hora, y sigue lloviendo, no creo que salga de su casa; entonces vendrá mañana temprano. Si te pregunta de dónde procede esa sangre no estás obligado a responder. ¡Qué débil me siento! No importa; tendré la fuerza suficiente de levantar la pluma y el valor para ahondar en mi pensamiento. ¿Qué le ha reportado al Creador su intento de inquietarme, como si yo fuera un niño, con una tormenta portadora de rayos? No por eso dejo a un lado la resolución de escribir. Estas vendas me incomodan, y la atmósfera de mi cuarto está impregnada de sangre…

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