jueves

CONDE DE LAUTRÉAMONT (26) - LOS CANTOS DE MALDOROR


CANTO SEGUNDO

2 (1)

Tomo la pluma que va a construir el segundo canto… instrumento arrancado de las alas de algún pigargo rojo. Pero… ¿qué pasa con mis dedos? Las articulaciones se paralizan en el momento en que empiezo a trabajar. Sin embargo, tengo necesidad de escribir… ¡Es imposible! Pues bien, repito que tengo necesidad de escribir mi pensamiento; tengo derecho, como cualquier otro, de obedecer a esa ley natural… Pero, ¡no, no, la pluma sigue inerte!... Pronto, mirad a través de la planicie el relámpago que brilla a lo lejos. La tormenta recorre el espacio. Llueve… Continúa lloviendo… ¡Cómo llueve! El rayo estalla… ha caído sobre mi ventana entreabierta y me ha tendido en el piso de un golpe en la frente. ¡Pobre joven! Tu rostro estaba ya demasiado alterado por las arrugas precoces y la deformación de nacimiento, para necesitar el agregado de esa larga cicatriz sulfurosa. (Acabo de dar por cierto que la herida está curada, cosa que no sucederá tan pronto.) ¿Por qué esta tormenta, y por qué la parálisis de mis dedos? ¿Es una advertencia de lo alto para impedirme que escriba y para que recapacite bien sobre los riesgos que corro al dejar fluir la baba de mi boca cuadrada? Pero esta tormenta no me ha provocado temor. ¡Nada me importa una legión de tormentas! Esos agentes de la policía celeste cumplen con celo su penoso deber si he de juzgar sucintamente por mi frente herida. No tengo por qué agradecer al Todopoderoso su notable destreza; envió el rayo justamente para cortar mi cara en dos a partir de la frente, sitio donde la herida resultó más perjudicial; que lo felicite otro. Pero las tormentas atacan a alguien más fuerte que ellas. Así, pues, horrible Eterno con aspecto de víbora, ¿era necesario que, no satisfecho de haber colocado mi alma entre las fronteras de la industria de la insanía y los pensamiento coléricos que matan de un modo lento, creyeras conveniente para tu majestad, después de un sesudo examen, hacer manar de mi frente una gota de sangre?... Pero, en fin, nadie te reprocha nada. Sabes que no te amo, y que, por el contrario, te detesto: ¿por qué insistes? ¿Cuándo tu conducta decidirá no tomar más las apariencias de la extravagancia? Háblame con franqueza como a un amigo: ¿no se te ocurre sospechar que muestras en tu odiosa persecución un apresuramiento ingenuo cuya total ridiculez no se atrevería a poner en evidencia ninguno de tus serafines? 

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+