domingo

ANTONIO GAMONEDA - “LA POESÍA ES UN INSTRUMENTO CAPAZ DE EXCITAR LA CONCIENCIA” (1)


por Tomás Sánchez Santiago y Eloísa Otero
PRIMERA ENTREGA

Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931) apenas ve la tele, pero lee distintos periódicos y, hasta que aparecen los deportes, no se pierde “el parte”, como sigue llamando al telediario, del mediodía y de la noche. “Me he dado cuenta de que, ahora mismo, en el ‘parte’ sólo les falta meter telenovelas… ¿No han estado diez días con la tontería de que una vieja estropeó un mal cuadro no sé dónde? Diez días han vivido la prensa, la radio y la televisión de esa bobada…”, se queja, sin dejar de toser. Recién llegado del encuentro-homenaje a los Premios Cervantes en Madrid –donde pronunció un comentado discurso alentando a los escritores a ser incruentos como Don Quijote, numantinamente resistentes y pacíficamente revolucionarios”, conversamos con el poeta afincado en León sobre lo que está sucediendo en el mundo –incluida la polémica concesión del Premio Nobel de la Paz a la Unión Europea–, pero también sobre el libro que acaba de ver la luz después de ocho años de silencio poético, Canción errónea, (Ed. Tusquets).

Su discurso llamando a la “insurgencia poética” ha dado la vuelta al mundo…
… y a parte del sistema solar… [se ríe el poeta]
… y en una entrevista reciente, con Carmen Sigüenza (Agencia Efe), se adelantaba que en su próximo libro, Las venas comunales, se verá al Gamoneda más combativo y luchador.
Bueno, sí,  yo creo que a esa chica, muy grata periodista, le hablé de “insurgencia poética ante la injusticia”. Lo de “combativo y luchador”, si así es la expresión, que no he visto la entrevista publicada, puede estar referido, efectivamente, a Las venas comunales, el libro con fabulosos dibujos de Juan Carlos Mestre que estoy también a punto de terminar. En todo caso, yo no entiendo la ‘insurgencia poética’ necesariamente en función temática. Pero es cierto que la poesía no se hace de cualquier manera y desde cualquier situación. Es decir, que si hay una intensificación de la conciencia en el sentido que decís y se advierte implícita, está claro que esto sucede en razón de que atravesamos un espacio histórico en el que el capitalismo trata de superar graves síntomas de fracaso de su sistema apretando a los que siempre resultan apretados y creando sufrimiento. Y este sufrimiento comporta indignación –la palabra “indignación” es una palabra que, recientemente, se ha cargado mucho de sentido–  y, naturalmente, con independencia de los aspectos explicitados, la poesía será otra. La poesía se da (no en todos los casos, por supuesto) en un lenguaje que, por así decirlo, es de otra naturaleza; un lenguaje que disiente del lenguaje convencional, que, por cierto, es el lenguaje del poder –del  poder económico y del  político, de los dos, que son uno– y, en su imprevisible semántica, con la carga explicitada o no del estado de conciencia, ante el poder será, como dice el filósofo José Luis Pardo, un lenguaje / pensamiento insurgente, creador de perspectivas de liberación. Es por ahí por donde andan las cosas.
La poesía que se reconoce en el lenguaje que se dice “normalizado”, coincide, convencional y precisamente, en su carácter, con el lenguaje del poder; no supone, por así decirlo, una “oposición semántica”. Puede estar cargada de buenas intenciones, pero yo pienso que esas buenas intenciones tienen mejor acomodo en la prensa, en el mitin, en la concentración, en la manifestación… en las que, habitualmente, son acciones políticas o de enfrentamiento directo con el sistema económico; mejor acomodo, por tanto, en la actividad propia de los ciudadanos “de a pie” que somos todos. Pero la poesía es radical e irremediablemente subjetiva (Sastre dixit); puede y debe actuar “políticamente”, pero en el espacio de la subjetividad. No modificará por sí misma las circunstancias objetivas, pero sí  puede propiciar estados de conciencia orientados a oposición / liberación.
El pasado 26 de septiembre, mientras presentaba usted en Madrid un libro con todos los cuentos del fallecido Antonio Pereira, en la calle se estaba manifestando un movimiento ciudadano, el 25-S, cuya acción de rodear el Congreso de los Diputados había terminado el día anterior en violencia indiscriminada por parte de la policía… ¿Cómo ve usted lo que está sucediendo en las calles?
Yo no ignoro que los movimientos moralmente legítimos pueden estar, por así decirlo, tramposamente “perforados” por extremismos quizá reaccionarios, por agitadores o por el propio poder. El hecho es que, puntuales y ocasionales, aparecen violencias que procuran una falsa justificación a la represión amplia, general. Bien. En cualquier caso, esas manifestaciones son, incluso constitucionalmente –aunque la Constitución sea muy revisable–, legítimas, y la represión indiscriminada, generalizada, se convierte  así en  una actividad opresora.
¿Qué piensa del hecho de que le hayan dado el Premio Nobel de la Paz a la Unión Europea?
No tengo información suficiente para discutir los méritos y los deméritos de la UE en relación con un premio Nobel de la Paz. Pero sí tengo, me parece, una comprensión de la realidad que me permite decir que quizá funciona una noción demasiado simple de la Paz. En países de la UE hay violencia interna y delincuencia. Los propios poderes –a su manera, una manera que puede estar, incluso, “legalizada”– practican la “violencia y la delincuencia”. Se dan crímenes sociales que son realizados por los poderes económicos, asistidos por los políticos, tengan el color que tengan. La democracia, tal como la vivimos, no es otra cosa que la máscara sonriente del capitalismo.
Pero vamos más por derecho a la pregunta: la Paz. La imposición de pobreza, hambre y enfermedad son crímenes sociales. Podemos, pues, estar ante una simplificación muy grave; ante una simplificación que supone falsificación, que no se corresponde con lo que realmente es la paz. Porque la paz no es únicamente la ausencia de enfrentamiento bélico entre países o de guerra civil. Si se produce el crimen, no hay paz, y crímenes son la creación de pobreza, de enfermedad, de indefensión o de muerte, el mercado de las armas, las connivencias –aisladas pero reales, que las hay– de fuerzas económicas o políticas y mafias… Esto ocurre en países europeos y no europeos. No se trata, desde luego, de manifestaciones de paz.
Cambiando de tema. ¿Qué le parece el anuncio de suprimir los Institutos Cervantes de Damasco, Brasil y Bulgaria?
Sólo en Brasil van a suprimir tres, sí, creo. En todo el centro y sur de América, el único país cuya lengua no tiene como matriz el castellano es Brasil. Antes de publicitar la desaparición de algunos Cervantes, se dice que van a crear aulas consorciadas con universidades. Un apaño algo descafeinado, pienso. Como es una fundación de origen estatal, tiene que emplear y seguir la política del Ejecutivo … No hay dinero, además, eso es verdad. Bueno, no hay dinero porque alguien se lo ha llevado.
Usted, que trabajó en un banco, ¿qué cree que está pasado con el dinero? ¿No es una especie de timo lo que nos están contando?
Sí. Es un auténtico timo. El dinero no es nada. La pregunta que hay que hacerse es la siguiente: ¿Existen sobre la tierra menos recursos naturales, menos riqueza real que hace diez años? No. Existe la misma o más. Porque, dicho sea también, las técnicas deparan medios de extracción, en el sentido amplio, de los recursos naturales que hasta hace poco eran inalcanzables. No hay menos riqueza ni sobre la tierra, ni bajo la tierra… Pero está ese elemento que ya de por sí es una falsificación: los papeles, los títulos que interesan para la dinámica de las finanzas y de los mercados. En la antigüedad el dinero tenía un cierto valor intrínseco en sí mismo: era plata, era bronce, era oro… Pero el invento del billete de banco no se sabe qué representa, qué riqueza real. Sin embargo, la dinámica económica está montada sobre esa falsedad; sobre unas meras invenciones simbólicas que sirven para pagar el diseño de moda, las patatas o… el trabajo. Pero estamos asistiendo, pienso yo –aunque no sea para mañana ni para dentro de cinco años–, estamos asistiendo a la quiebra del sistema fundamentado en esa falsedad; una falsedad económica, que no pasa de ser un truco financiero, que por eso mismo su valor –el valor que se le atribuye pero que no tiene– es un valor oscilante, que podría llegar a una “cotización cero”. Dentro del sistema, esta falsedad decide.
Pues parece que va para largo…
Yo no sé si va para largo, pero cuanto más se conciencie la gente… Caben acciones que no son revolucionarias en el sentido, digamos, violento, aunque pueda serlo en el orden de la economía. Para mí, la revolución pendiente en estos momentos es la creación de una economía alternativa. Pongamos un ejemplo muy pequeñito, muy modesto y muy incompleto: Marinaleda. Primero tiene que producirse un  retorno a la explotación, no capitalista, de la naturaleza, agraria, piscícola, etc… Pero con eso no se arreglará todo. Hacen falta servicios, educación, sanidad… Son integrables. La posibilidad no es completamente inimaginable. Pienso que podría empezar a ensayarse en núcleos pequeños.
¿Por qué evoluciona la inteligencia científica del hombre y no la inteligencia política?
Porque la inteligencia política está diseñada según unos intereses. Y cuando se produce una mutación grande en la situación, en la organización, en la explotación de esos intereses, pues fallan las ideologías; fallan porque se entienden en función simplemente política, porque no inciden realmente en los sistemas económico-financieros; en nuestro caso, por ejemplo, en el libre mercado. Todo eso puede empezar a ser sustituido. Es decir, si los valores del mercado estuvieran representados por realidades… Vamos a poner ejemplos muy simples: yo soy ganadero y tengo una oveja. Tú eres médico y tienes posibilidades de proporcionarme salud. Entonces, puede haber un intercambio real. Para que lo haya es necesario pensar, diseñar y practicar directamente el sistema económico alternativo, que habría de ser un régimen cooperativo. Con cooperativas  y cooperantes. Válido tanto para el enseñante como para el médico, el transportista,  el que ara la tierra, el artista o el que construye una tapia.
Hemos visto cómo el comunismo (la antigua URSS, China…) también ha generado monstruos. En esos países se encuentran ahora mismo algunas de las peores mafias del mundo…
Es que el comunismo está pensado para el siglo XIX y, de paso, en el XX, ha sido degenerado por los totalitarismos, las políticas  y los políticos.
Y ahora hay que pensar en nuevas estructuras, más adecuadas a las realidades del siglo XXI. Hay que dar con ellas….
Hay que desmantelar el consumismo, eso para empezar. Tiene que desaparecer en nuestras apetencias, nuestros actos y de nuestra existencia. Se trata de una profunda modificación de la mentalidad. Si por ejemplo (un ejemplo parcial, mínimo, meramente indicativo) en una ciudad como León se crease un régimen de mercado cooperativo que excluyese a las grandes superficies… Yo no soy un experto, pero intuiciones de este tipo podrían ser válidas y funcionales en manos de expertos. Hay que pensar bien pensado el modelo de cooperación. No se trata, obviamente, del comunismo, que decía que, en una primera fase, “a cada uno según su producción”, y fase posterior “a cada uno según sus necesidades”… Eso es ideología. En aquel momento estaba bien, pero se fue al carajo por lo que se fue. Y además se fue al carajo con presiones del capitalismo tan radicales y tan negras como pueden ser, no ya las de Rusia, que en Rusia se da, prácticamente, la  desaparición del político, sino las de China, donde, teóricamente, no desaparece pero funciona un capitalismo de estado que convive con el capitalismo privado. El valor del trabajo en China permanece depreciado… Cooperar. Eso conduciría a que los valores del mercado, incluido el trabajo, fuesen más reales. Podrían desaparecer en un 90% las plusvalías, es decir, los beneficios propios de la producción capitalista… Veamos. Cuando Rajoy dice: “Hay que crear empleo”, añade que previa  creación de “inversión y crédito”. Si no hay inversión y no hay crédito, no hay empleo. ¿Para qué es la inversión? Para darle a una empresa, sea local o multinacional, elementos que sean capaces de generar una maquinaria en la cual se apropian del trabajo, y le pagan la mitad de su valor, o la cuarta parte… o lo que sea, y el resto es la plusvalía, el beneficio para unos pocos. Complementariamente, el crédito pasa a ser beneficio de la banca… Todo eso es exactamente lo contrario de un régimen cooperativo.

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