sábado

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS (147a) - CLARISSA PINKOLA ESTÉS



La selva subterránea:

La tercera fase: El vagabundeo (11)

El rey dice que la protegerá y la amará. Ahora la psique ya ha alcanzado un mayor grado de conciencia; habrá un matrimonio muy interesante entre el rey vivo de la tierra de los muertos y la mujer manca de la tierra de los vivos. Un matrimonio entre dos seres tan dispares pondría a dura prueba un profundo amor entre dos personas, ¿verdad? Pero este matrimonio guarda relación con todos los picarescos matrimonios de los cuentos de hadas en los que se unen dos vidas muy fuertes pero extremadamente distintas. La cenicienta y el príncipe, la mujer y el oso, la joven y la luna, la doncella foca y el pescador, la doncella del desierto y el coyote. El alma absorbe la sabiduría de cada parte. Eso es lo que significa nacer dos veces.

Tanto en las bodas de los cuentos de hadas como en las del mundo de arriba, el gran amor y la unión entre dos seres distintos puede durar eternamente o sólo hasta que se completa la lección. En la alquimia el matrimonio entre los contrarios significa que muy pronto habrá una muerte y un nacimiento, tal como veremos más adelante en este cuento.

El rey ordena que le hagan a la doncella unas manos espirituales que actuarán en su nombre en el mundo subterráneo. Al llegar a esta fase la mujer adquiere la destreza necesaria para hacer el viaje; su sumisión a él es total, ha recuperado el sentido de la orientación y también la destreza manual. La destreza manual en el mundo subterráneo se adquiere llamando, dirigiendo, consolando y recurriendo a los poderes de este mundo, pero también rechazando los aspectos negativos como la somnolencia y otros parecidos. Si el símbolo de la mano en el mundo de arriba lleva un radar sensorial, la mano simbólica en el mundo subterráneo puede ver en la oscuridad y a través del tiempo.

La idea de sustituir las partes perdidas con extremidades de Plata, oro o madera tiene una larguísima tradición de muchos siglos. En los cuentos de hadas de Europa y de las regiones circumpolares, la orfebrería es el arte de los homunculi, los duendes, los dvergar, los espíritus domésticos, los trasgos y los elfos, que, traducidos en términos psicológicos, son los aspectos elementales del espíritu que habitan en lo más profundo de la psique y extraen de ella valiosas ideas. Todas estas criaturas son unos pequeños psicopompos, es decir, unos mensajeros intermediarios entre la fuerza del alma y los seres humanos. Desde tiempos inmemoriales, los objetos fabricados con metales preciosos se asocian con esos industriosos y a menudo malhumorados huroneros. Es un ejemplo más de la actuación de la psique en nuestro nombre, aunque nosotras no estemos constantemente presentes en los distintos talleres.

Como en todas las cosas del espíritu, las manos de plata están cargadas de historia y misterio. Existen numerosos mitos y cuentos en los que se describe el origen de las mágicas prótesis y se revela quién las formó, quién hizo los moldes, quién las transportó, hizo el vaciado, las dejó enfriar, las pulió y las acopló. En la Grecia clásica, la plata es uno de los metales preciosos de la fragua de Hefesto.

Como la doncella, el dios Hefesto fue mutilado en unas circunstancias dramáticas relacionadas con sus progenitores. Es probable que Hefesto y el rey del cuento sean figuras intercambiables. Hefesto y la doncella de las manos de plata son hermanos arquetípicos; ambos tienen unos padres que no comprenden su valor.

Cuando nació Hefesto, su padre Zeus exigió que fuera cedido en adopción y su madre Hera accedió a hacerlo, por lo menos hasta que el niño creciera. Después lo devolvió al Olimpo. El joven se había convertido en un platero y orfebre de asombrosa habilidad. Se produjo una discusión entre Zeus y Hera, pues Zeus estaba celoso de su hijo. Hefesto se puso del lado de su madre en la discusión y Zeus arrojó al muchacho al pie del monte, destrozándole las piernas.

El lisiado Hefesto no se dio por vencido y se negó a morir. Encendió la hoguera más grande que jamás hubiera habido en su fragua y se hizo unas piernas de plata y oro de rodillas para abajo. Forjó toda suerte de objetos mágicos y se convirtió en el dios del amor y de la restauración mística. Se podría decir que es el patrón de los objetos y las personas que se desmembran, se rompen, se quiebran, se agrietan, se desportillan y se deforman. Muestra un especial afecto por los que nacen tullidos y por aquellos cuyos corazones o sueños están rotos.

A todos les aplica los remedios que forja en su prodigiosa fragua, reparando, por ejemplo, un corazón con venas de oro puro, fortaleciendo una extremidad lisiada con un revestimiento de plata y otorgándole la mágica capacidad de suplir las deficiencias provocadas por la lesión.

No es una simple casualidad que los tuertos, los cojos, los mancos y todos aquellos que sufren alguna deficiencia física hayan sido apreciados a lo largo del tiempo por su sabiduría especial. Su lesión o deficiencia los obliga a una edad muy temprana a entrar en ciertas partes de la psique normalmente reservadas a los muy ancianos. Y todos ellos se encuentran bajo la amorosa protección de Hefesto, el artesano de la psique. Una vez creó doce doncellas que podían caminar, hablar y conversar y cuyas extremidades eran de oro y plata. Cuenta la leyenda que se enamoró de una de ellas y pidió a los dioses que la convirtieran en un ser humano, pero esa ya es otra historia.

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