martes

LIBRO DE LA ORIENTACIÓN PARTICULAR (89) - ANÓNIMO INGLÉS DEL SIGLO XIV


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Dime ahora, ¿sigues todavía esperando que tus facultades te ayuden a alcanzar la contemplación? Créeme, ciertamente no ocurrirá así. Las meditaciones imaginativas y especulativas, por sí mismas, nunca te llevarán al amor contemplativo. Por muy extraordinarias, sutiles, hermosas o profundas que sean, y aunque se centren en tus pecados, en la Pasión de Cristo, los gozos de nuestra Señora o de los santos y ángeles del cielo, o en las cualidades, sutilezas y estados de tu ser o del de Dios, son inútiles en la oración contemplativa. Por mi parte prefiero no tener nada más que esa pura y oscura percepción de mi yo de que te hablé más arriba.

Fíjate en que he dicho de mi yo y no de mis actividades. Muchas personas confunden sus actividades con ellos mismos, creyendo que son lo mismo. Pero no es así. El agente es una cosa y sus obras son otra. De la misma manera, Dios, tal como es en sí mismo, es totalmente diferente de sus obras, que son también algo distinto.

Pero, volviendo a mi punto, llegar a la simple conciencia de mi ser es todo lo que deseo, aun cuando ello suponga el peso doloroso del yo y rompa mi corazón con lágrimas, porque sólo experimento mi yo y no a Dios. Prefiero esto con su consiguiente dolor a todos esos sutiles y raros pensamientos e ideas de que el hombre puede hablar o que puede encontrar en los libros, por muy sutiles y agradables que puedan parecer a tu aguda y sofisticada mente. Porque este sufrimiento me inflamará con el deseo amoroso de experimentar a Dios tal cual es.

A pesar de todo, estas meditaciones tienen su lugar y su valor. Un pecador recién convertido y que acaba de comenzar a orar, encontrará en ellas el camino más seguro para el conocimiento espiritual de sí mismo y de Dios. Creo, además, aparte la especial intervención de Dios, que es humanamente imposible para un pecador llegar al reposo pacífico en la experiencia espiritual de sí mismo, hasta no haber ejercitado primero su imaginación y razón en el aprecio de su propio potencial humano, así como en las multiformes obras de Dios, y hasta que no haya aprendido a llorar su pecado y a encontrar su gozo en el bien obrar. Créeme, quien no siga este camino se extraviará. En este caso uno ha de permanecer fuera de la contemplación, ocupado en la meditación discursiva, aun cuando preferiría estar en el reposo contemplativo que está por encima de ella. Muchos creen erróneamente que han penetrado por la puerta espiritual, cuando, en realidad, siguen todavía fuera. Y lo que es más, permanecerán fuera hasta que no aprendan a buscar la puerta con un amor humilde. Algunos encuentran la puerta y entran antes que otros, no porque posean una entrada especial o un mérito extraordinario, sino simplemente porque el portero les deja entrar.

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