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LIBRO DE LA ORIENTACIÓN PARTICULAR (88) - ANÓNIMO INGLÉS DEL SIGLO XIV


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Y así, cuando en esta obra empieces a darte cuenta de que percibes y experimentas tu yo y no a Dios, llénate de sincera tristeza y anhela con todo tu corazón ser absorbido totalmente en la experiencia de Dios. No ceses de desear la pérdida de ese despreciable conocimiento y conciencia corrupta de tu ciego ser. Ansía huir de ti mismo como de un veneno. Olvida y desprecia tu yo tan despiadadamente como manda el Señor.
  
No entiendas mal mis palabras. No dije que debas desear no-ser, pues eso sería locura y blasfemia contra Dios. Dije que debes desear perder el conocimiento y la experiencia del yo. Esto es esencial, si quieres llegar a experimentar el amor de Dios tanto como es posible en esta vida. Has de comprender y experimentar por ti mismo que si no pierdes tu yo, no alcanzarás nunca tu meta.
  
Pues dondequiera que estés, en cualquier cosa que hagas, o de cualquier modo que lo intentes, esa elemental sensación de tu propio ser ciego quedará entre ti y tu Dios. Es posible, por supuesto, que Dios pueda intervenir a veces, llenándote con una experiencia pasajera de Él mismo. Pero fuera de estos momentos esta desnuda conciencia de tu ciego ser te pesará y será como una barrera entre ti y tu Dios, lo mismo que al principio de esta obra los variados detalles de tu ser fueron como una barrera para la conciencia directa de tu yo. Entonces te darás cuenta de lo pesado y doloroso que es el peso del yo. Que Jesús te ayude en esa hora, pues tendrás gran necesidad de Él.
  
Toda la miseria del mundo junta te parecerá como nada al lado de esta, pues entonces serás una cruz para ti mismo. Este es, sin embargo, el camino para nuestro Señor y el significado real de las palabras: “Que el hombre tome su cruz” (la dolorosa cruz del yo), para que después pueda seguirme a la gloria”, o, como si dijéramos, “al monte de la perfección”. Pero escucha su promesa:
  
“Le hará saborear la delicia de mi amor en la inefable experiencia de mi divina persona”. Fíjate en lo necesario que es llevar este peso doloroso, la cruz del yo. Sólo así estarás preparado para la experiencia trascendente de Dios tal como es y para la unión con Él en la consumación del amor.
  
Y ahora, a medida que esta gracia te toca y te llama, podrás ver y apreciar más y más el valor altísimo de la obra contemplativa.


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