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Y así, cuando en esta obra
empieces a darte cuenta de que percibes y experimentas tu yo y no a Dios,
llénate de sincera tristeza y anhela con todo tu corazón ser absorbido
totalmente en la experiencia de Dios. No ceses de desear la pérdida de ese
despreciable conocimiento y conciencia corrupta de tu ciego ser. Ansía huir de
ti mismo como de un veneno. Olvida y desprecia tu yo tan despiadadamente como
manda el Señor.
No entiendas mal mis
palabras. No dije que debas desear no-ser, pues eso sería locura y blasfemia
contra Dios. Dije que debes desear perder el conocimiento y la experiencia del
yo. Esto es esencial, si quieres llegar a experimentar el amor de Dios tanto
como es posible en esta vida. Has de comprender y experimentar por ti mismo que
si no pierdes tu yo, no alcanzarás nunca tu meta.
Pues dondequiera que estés,
en cualquier cosa que hagas, o de cualquier modo que lo intentes, esa elemental
sensación de tu propio ser ciego quedará entre ti y tu Dios. Es posible, por
supuesto, que Dios pueda intervenir a veces, llenándote con una experiencia
pasajera de Él mismo. Pero fuera de estos momentos esta desnuda conciencia de
tu ciego ser te pesará y será como una barrera entre ti y tu Dios, lo mismo que
al principio de esta obra los variados detalles de tu ser fueron como una
barrera para la conciencia directa de tu yo. Entonces te darás cuenta de lo
pesado y doloroso que es el peso del yo. Que Jesús te ayude en esa hora, pues
tendrás gran necesidad de Él.
Toda la miseria del mundo
junta te parecerá como nada al lado de esta, pues entonces serás una cruz para
ti mismo. Este es, sin embargo, el camino para nuestro Señor y el significado
real de las palabras: “Que el hombre tome su cruz” (la dolorosa cruz del yo),
para que después pueda seguirme a la gloria”, o, como si dijéramos, “al monte
de la perfección”. Pero escucha su promesa:
“Le hará saborear la delicia
de mi amor en la inefable experiencia de mi divina persona”. Fíjate en lo
necesario que es llevar este peso doloroso, la cruz del yo. Sólo así estarás
preparado para la experiencia trascendente de Dios tal como es y para la unión
con Él en la consumación del amor.
Y ahora, a medida que esta
gracia te toca y te llama, podrás ver y apreciar más y más el valor altísimo de
la obra contemplativa.
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