martes

GASTON BACHELARD - LAUTRÉAMONT (33)


IV. EL PROBLEMA DE LA BIOGRAFÍA

Ne trépane pas le lion que reve…*
RENÉ CHAR
Moulin Premier

I (2)

Léon Bloy no es mejor psiquiatra que Remy de Gourmont: “El autor -dice-, murió en su celda, y es todo lo que se sabe de él.” Es inútil señalar la inexactitud del hecho. El juicio literario también puede parecer contradictorio: “En cuanto a la forma literaria, no existe. Se trata de lava líquida. Eso es insensato, negro y devorador.” Pero, Léon Bloy, por una especie de simpatía ignorada, invencible, se da cuenta después de que Lautréamont porta “el signo incuestionable del gran poeta… la inconsciencia profética”. Juicio profundo que contradice punto por punto la opinión de René Lalou, el cual, como se recuerda, descubría en Lautréamont “una sed de originalidad”. El poder profético reconocido no le impide a Léon Bloy concluir: “Es un alienado el que habla, el más desgarrador de los alienados.”

Léon Bloy ha creído observar también fenómenos de autoscopia en Lautréamont; pero allí, también, hay que distinguir. ¿Dónde ha visto Léon Bloy que Lautréamont se dirigía a su “hígado enfermo, a sus pulmones, a su bilis extravasada, a sus tristes pies, a sus manos sudorosas, a su falo contaminado, a los cabellos erizados de su cabeza extraviada por el pavor”? De hecho, cuando en Lautréamont se precisa la conciencia orgánica, siempre es la conciencia de una fuerza. El órgano no se designa allí mediante una turbación, un dolor, una pereza, como una especie de locura despedazada que produciría una obsesión, una fobia, un miedo y que adormecería la vida psicológica. Por el contrario, parece que la endoscopia en Lautréamont es siempre pretexto para una producción de energía confiada en sí misma. Esa endoscopia esclarece la conciencia del músculo más dinámico. Entonces resuena, como la cuerda de una lira viviente, un elemento del lirismo muscular. La armonía se completa por si misma; la conciencia muscular particular arrastra, por sinergia, al cuerpo entero. Un epicureísmo  que enviara el reflejo de su alegría general a los diferentes órganos exigiendo que la conciencia de la salud se apegue cuidadosamente a las diferentes funciones, sería físicamente dinamogénico. Desarrollaría ese orgullo anatómico tan raramente expresado, pero que no deja de constituir la historia natural por medio del pensamiento inconsciente. Es esta dinamogenia precisa, detallada, analítica, la que Lautréamont concreta. Sin ese claro y distinto homenaje a los órganos específicos, no hay glotonería esclarecida. El vino blanco de mi región se saborea con los riñones. Una vez más, la endoscopia ducassiana, endoscopia activa, no tiene nada que ver con la filología morosa que evoca Léon Bloy y de la cual se encontrarían numerosos ejemplos en las páginas de un Huysmans que, a ese respecto, puede servir como antítesis a Lautréamont.

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