sábado

GASTON BACHELARD - LAUTRÉAMONT (32)


IV. EL PROBLEMA DE LA BIOGRAFÍA

Ne trépane pas le lion que reve…*
RENÉ CHAR
Moulin Premier


I (1)

El estudio detallado del frenesí ducassiano que acabamos de desarrollar en sus dos formas animal y social tal vez nos permita plantear de manera algo más clara el problema de la “locura” de Lautréamont. El examen de ese problema va a mostrarnos qué gran progreso ha sido realizado por la psiquiatría en el curso del último medio siglo. La psiquiatría ha estudiado el enorme campo de las aberraciones, de las vesanías, de los accidentes pasajeros que revisten de una penumbra a las almas más claras. Recíprocamente, ha descubierto en los espíritus más turbados síntesis que aun son pensamientos suficientemente coherentes para dirigir una vida y para crear una obra.

Por eso, ¡cómo nos asombran por su rapidez los juicios perentorios de ciertos críticos literarios! Sobre el caso Lautréamont, un psicólogo tan fino como Remy de Gourmont no vacila, No pone en duda la locura (1). Simplemente la vuelve locura de un hombre de genio, de acuerdo con la psicología trivial. Encuentra que a lo largo de los Cantos de Maldoror “la conciencia se aleja, se aleja…”, mientras que una simple lectura muestra por el contrario un asombroso crescendo, la línea inflexible de un destino muy homogéneo, siempre fiel a los impulsos primarios. No juzga mejor a las Poesías, donde se revela, dice, “el estado de ánimo de un moribundo que repite, desfigurándolos por la fiebre, sus más lejanos recuerdos, es decir, en ese muchacho, las enseñanzas de sus profesores”. Remy de Gourmont habla además de una obra que se desarrolla “feroz, demoníaca, desordenada o exasperada de orgullo en visiones dementes; espanta en vez de seducir”. ¡Cómo si siempre se debiera seducir! Lautréamont no quiere seducir, quiere llevarse de golpe a su presa. Cuando es insidioso, es para desordenar en el lector el sistema de lentitud de una imaginación no dinamizada. Una vez más, no es en términos de imágenes visuales como debe analizarse la poesía ducassiana. Es en término de imágenes cinéticas. Hay que juzgarla como un sistema muy rico en reflejos, no como una colección de impresiones. Se estará bien preparado para ese estudio si se meditan los trabajos de Paul Schilder y de Henry Head sobre el esquema postural, también estudiado muy bien por Jean Lhermitte sobre la Imagen de nuestro cuerpo. Después de la lectura de esas obras modernas, si vuelve uno a los Cantos de Maldoror, se dará uno cuenta que la obra ducassiana aporta innumerables imágenes corporales, proyecciones activas, gestos sin viscosidad alguna. Todas esas actividades son la prueba de una vida pantomímica que no se puede describir más que siguiendo principios biográficos especiales. Leyendo activamente los Cantos de Maldoror, despertando en sí las simpatías musculares, se comprendería una higiene de la voluntad pura. Cuando se ha experimentado el carácter calmante de un entrenamiento físico únicamente interno, que procura la pureza de la impulsión, se llega a constituir una especie de gimnástica central que nos desembaraza de la preocupación de ejecutar los movimientos musculares, dejándonos la alegría de decidirlos. En nuestras conclusiones desarrollaremos más detenidamente esta teoría que viene a constituir un lautréamontismo francamente virtual. Lo evocamos aquí para hacer comprender el error que comete Remy de Gourmont cuando presenta a Isidore Ducasse como un agitado. No es un agitado, es un activo, es un activador.


Notas

* “No trepanes al león que sueña”.

(1) Remy de Gourmont, Le libre des masques, p. 139.

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