martes

SUPLEMENTO DEL TALLER LITERARIO DEL CUARTEL ARTIGUISTA de LEPANTO (4)



ANNA RHOGIO


LA NIEVE ES AZUL (II)

Sus sorpresas eran insospechadamente encantadoras. Nos levantamos antes que el sol y subimos al carro camino de no se sabía donde. El percherón era muy lento para mi ansiosa curiosidad y mis preguntas sin respuestas:
-Sorpresa es sorpresa. Aguantate.
Después de una media hora llegamos al río y admiré deslumbrada los millares de espejos con que el sol lo emperifollaba. Bajamos a la pequeña playa y  en medio de la corriente flotaba la “Chistera” airosa y blanca como una gaviota. Pensé que era el nombre de un pájaro chistador y me explicó que la bautizó así en recuerdo de uno de mis tatarabuelos que siempre usaba galera.
Comenzó la maravillosa aventura de vivir en una lancha ya que cuando pensé que volveríamos a casa, encendió el farol fabro, los farolitos de posición y puso sábanas perfumadas en las cuchetas.
-¿Y ahora?
-Nos vamos a quedar unos días.
-¡Fantástico! Decime: ¿el río se achicó?
-¡Oh! ¡No! -rió- ¡Sólo en apariencia! Es el efecto de la luz que se va y de los árboles reflejados en el agua. Mañana, al salir el sol, mi amado río va a ser ancho de nuevo.
Me sentí feliz de poder soñar despierta en la penumbra del ocaso carmesí que nos invitaba a permanecer calladas.
El  constante plop-plop de la chalana amarrada en la popa, el croar de sapos y ranas, los cantos de los grillos más los chapoteos de algún pez que saltaba fuera del agua, me adormecieron. Millares de maripositas blancas rondaban alrededor del gran farol y como las observé subyugada, me dio otra lección:
-Son efímeras. Vienen desde el fondo para la alucinante aventura de vivir una sola noche vestidas de novia, aparearse, poner sus huevos en el río  y morir después de cumplir su misión.
Eran tan bellas que lamenté su corta existencia y mi cara dejó ver esa pena.
-¡Nada de tristezas! Es otro ciclo de la sabia madre naturaleza que debe cumplirse. Mañana estarán sobre la cubierta como hojitas secas, las barreremos y serán alimento de otros seres. Ahora, nos pondremos la defensa anti bombardeos que por estos lados son terribles. Tomá. El repelente alejará a los mosquitos. Esta noche no tendremos al Guardián de la Luz, pero en su lugar nos alumbrará la luna llena.
Jamás la había visto tan grande, tejiendo encajes de sombra y luz entre los árboles y mis no me cansaba de mirar los arabescos del cielo en el agua.
Antes de dormirme me atrapó otro sonido:
-¿Quién se rasca?
Rio con ganas:
-¡Nadie! Son los peces que vienen a comer la cangrejilla pegada al casco.
“¡Qué molestia! ¡No podré pegar un ojo con semejante serenata!  ¡Y ese tic-tac infinito del reloj que se agranda y se agranda, multiplicándose por mil en esta caja de madera sonora como la de una guitarra… ¡”
Pero el conjunto de aquellos cuchicheos fue la mejor canción de cuna que una nena puede tener.

Apenas amaneció, salí al copit.
Flotábamos en la nada, en un algo lechoso y denso que no era agua.
-¿Y el río? ¿Desapareció? ¿Estamos en el aire? ¿En una nube? ¿Tu barca hechizada por la magia de la luna y se olvidó de acuatizar al salir el sol?
- Mirá cómo vengo a descubrir que mi nieta preferida es poetisa. Casi, casi, acertaste con lo de la nube. Eso es niebla y es igual a los vestidos de las hadas del monte. ¡MIRÁ ALLÁ!
Di un salto sorprendido pero no alcancé a ver nada.
-¡Qué lástima! ¡No fuiste rápida y ya se fue!
-¿Quién? ¿Quién?
-Era un hada vestida con gasas de bruma.
Entonces inventó un delicioso cuento en el que un picaflor era un duende travieso, un cardenal de rojo copete un rey y una dorada abeja una princesa.
Al salir eu sol, la niebla se deslizó sobre el cristal  en perezosos  remolinos deshaciéndose despaciosamente como el humo de los cigarros que fumaba Jacinto.
-Después que desayunemos, te llevaré al sitio más hermoso del río: la Laguna Perdida.
Navegamos unos minutos y llegamos al Paraíso. Hubiera querido quedarme allí para siempre.
La “Chistera” marchaba lenta en un mar de camalotes de ojos celestes. La transparencia ambarina del agua nos dejaba ver el fondo de arena y los cantos rodados. Apenas se distinguía el cielo entre los sauces que formaban un techo verde, fresco y ondulante. Un sapo gordo, navegante solitario de una hoja grande y chata, fue el último en abandonar su nave como valiente capitán, y se zambulló apenas le pasamos al lado.
Al notar mi alegría decidió que nos quedaríamos allí los últimos días de las cortas vacaciones.
-¿Y el caballo, abue?
-Nos va a esperar donde lo dejamos. Tiene buenas pasturas, agua y además está acostumbrado a mis excursiones por el río.
-¿Vamos a venir otra vez?     
-Todas las veces que quieras.

Al pisar tierra firme me sentí mareada.
-Eso no es nada, se llama mareo de tierra y te pasa después de estar embarcada unos días. En un rato se te va.
Sabe tanto de las propiedades de las plantas que podía curarme un dolor de barriga o un catarro con una dulce infusión y por eso tiene fama de bruja o curandera como decimos por acá. Sus vecinos la consultan por dolencias menores porque el doctor vive un poco lejos.
De tanto andar entre perros, vacas y caballos, me convertí en una moza saludable de mejillas atezadas, muy distinta de aquella paliducha señorita de la capital.
Mi libertad era perfecta.
Abuela nunca dejó de vigilarme pero yo no me enteraba.
Ese verano se hizo largo para que no me diera cuenta que transcurría y no recordara la escuela.
“Cuando el campo se ponga dorado y marrón”, había dicho.
Todavía no se hablaba de la vendimia.
Podía dormir en paz.



IVONNE DÍAZ


PARTE VANA O ALIENTO DE VIDA

En el principio era el caldo primigenio, el volcán derramando caléndulas, el rayo y la tormenta.

Después las aguas separaron continentes, el día y la noche marcaron el ritmo del mundo, los átomos se unieron y las moléculas se ordenaron.

El pasto fue esmeralda, oro, bronce, desecho, aceite de roca filtrando hacia agujeros negros.

Y las almas, miles de almas migrando del cielo a la tierra y de la tierra al cielo, (si es que existe cielo).

Estuvimos allí, creímos ser eternos. Ella tomo otro  rumbo y yo finjo que aún la tengo.



HAUGUSSTO  BRAZLLEIM


LA CALLE DONDE PASAN LOS CARROS FÚNEBRES (1 texto para canción)


Paredón, tinta roja en el gris del ayer…
CÁTULO CASTILLO


No subí por Garzón
no subí por Garzón
con vos.

A la izquierda de mi casa hay un camino
donde pasan los carros coronados.
A la derecha de mi casa hay una mancha
como un cielo rojo en la vereda.

Iban pocos aguantando tu cajón
entre las palmeras
mi amor.

No subí por Garzón
no subí por Garzón
con vos.

A la izquierda de mi casa hay un camino
que te lleva hacia las palmeras tristes
a la derecha de mi casa está tu mancha
como un cielo de sangre en la vereda.

Bailando en el aire tu alma va
en la mancha roja tu alma está.



FEDERICO COORE / versión 2 de un texto para ser cantado


Debajo de una hoja de otoño yo me fui
sabiendo de la sombra de tu risa.
Cansado de silencios
desperté sin morir
lamiendo las paredes de tu alma.

La rosa que encontraba parece no vivir
no busca  más su nombre entre la llama.
Y esconde los colores de un odio colibrí
quemando el pico-néctar de tus besos.

La ventana suda luz
y en tus ojos va mi cruz
y las alas se te incendian en el suelo.

Los espejos del adiós
despedazan la canción
que escupiendo mis entrañas
y pateándome la voz
me sonríe, me seduce, no me ama.


SANTIAGO MANSSINO


EL PRIMERO


Le llevaba un regalo a su hija,
lo atraparon en la esquina,
eran seres oscuros
eran bestias del Apocalipsis.

Se debatió con fuerza sobrenatural,
las cadenas se ciñeron,
irrompibles,
a sus brazos.

Nuevo Prometeo
castigado por el más
injusto Zeus,
comido por el águila eléctrica,
esperando un Hércules
que nunca llegó.

Un misterio negro lo cubrió,
no se supo, no se sabía.
Estuvo esperándonos todo este tiempo.

Surgió blanco y limpio
como sin importarle el agujero negro,
como perdonando la tardanza,
el tempo perdido.

Desaparecido.
Ahora tiene nombre.

Ubagesner.



ANTONIO GARCÍA PINTOS

UN MAR VESTIDO DE DESIERTO
Un mar de rosas se derrama por tus lágrimas.
Un espejismo fue el desierto vestido de mar Mediterráneo.
Un disfraz andaluz empapado de agua fue la despedida.
Las luces enceguecieron la conciencia de madrugadas pobladas de olvido.
Tuviste tiempo de escapar a tiempo o el tiempo consume el deterioro de los sentidos, la caída abismal de tu identidad.

JOSÉ LUIS MACHADO


1 TEXTO DE EL AJEDREZ ES MUCHO MÁS QUE UN JUEGO

Al final de mis días, y pasando raya con mi mujer, me quedé con una casa, un gato blanco y negro y un tablero de ajedrez. Entonces, le enseñé a jugar a mi gato. Al principio siempre ganaba yo, luego, como siempre, el alumno superó al maestro. Entonces ya no quise jugar más, el gato se fue y quedé definitivamente solo. Ahora juego contra el espejo y espero, agazapado, que ese maldito extraño de enfrente haga su movimiento final.


FEDERICO RODRIGO


LA SOCIEDAD NIÑA

Una niña desempedrada se preocupaba de la vida de indigentes: cada vez que su casualidad le rozaba con alguno, sus inocentes ojos nuevos le regalaban un poco de mirada.

Pero aquel día uno de ellos se enojó. Es que la niña ignoraba y así violaba la privacidad desnuda, la fragilidad pobre de no caer por no comparar. Él le gritó (el odio que era para alguien más) y ella se asustó tanto que nunca volvió a mirarlos: el problema ahora es aún más grave.

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