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LUCIO CLAVIJO - MEMORIAL DE AGUALUNA


elMontevideano Laboratorio de Artes / primera edición WEB

PRIMERA ENTREGA

DEL DESAHOGO DESPEDAZADO A LA CONSTRUCCIÓN DE LA ESTRELLA INTERIOR
                                                                                                                     
Memorial de Agualuna es el primer poemario de Lucio Clavijo (Uruguay, 1963), pero agrupa textos escritos durante los últimos 25 años.
Y las tres secciones del libro están casi completamente vertebradas -para expresarlo en el simple pero mágico lenguaje del bolero de Carlos Almarán que terminó transformando en un tango imborrable la orquesta de Héctor Varela- por la historia de un amor.
Algunos de estos poemas pertenecen a la etapa juvenil de Clavijo, y los conocimos cuando integró el Taller Literario Universo, allá por los 90.
Lo que el autor ignoraba en ese momento era que ya había aceptado un complejísimo desafío propuesto por el agónico Lorca neoyorquino:
¿Qué voy a hacer? ¿Ordenar los paisajes? / ¿Ordenar los amores que luego son fotografías, / que luego son pedazos de madera / y bocanadas de sangre?
Memorial de Agualuna es un poemario en los que autor intenta, a lo largo de un cuarto de siglo, saltar del desahogo lírico a la construcción estética, y este reordenamiento implica tensar, condensar universalizar las etapas de un vínculo hasta abstraer la espesura de un paisaje humano arquetípico, más acá o más allá de las referencias subjetivas y personales.
Y es recién a los 52 años que Lucio Clavijo completa la reestructuración de su periplo espiritual y se decide a publicar la esencia atemporal de un vínculo amoroso, lo que solamente se conquista con el sacrificadísimo y paciente ejercicio de lo que en los talleres denominamos el segundo talento: durar frente a la cosa.
Esta  dura y dulce heroicidad inscribe a su libro en la historia de la verdadera literatura que escasea tanto en este desierto pintado de pradera con suaves ondulaciones (Moure Clouzet dixit), y tan bien rebautizado ya hace más de un siglo por Herrera y Reissig como la toldería de Tontovideo.
El panorama sigue siendo paupérrimo y calamitoso, pero siempre habrá orientales que aprendan a depender nada más que de sí mismos.
Vale la pena reproducir dos textos que pueden considerarse los extremos cardinales de Memorial de Agualuna:

Fotografía (breve esbozo de ineficiencia pictórica):

Detenida o muerta / la niña rubia / sobre un fondo de pinos / con su cabello inverso / inunda las sombras / y aun cuando el polvo de mil años / cubra su boca / seguirá sonriendo.

La luna colgada
Aquí esperan / los pasajeros / de la luna negra / con un collar de luces / atado al cuello / suspendidos para siempre / en las ramas muertas (altas) / del paraíso.

Y finalmente un fragmento decisivo:
(…) Yo vi / la estrella / en el pecho rojo / del cielo.
Lo que nos remite al gigantesco y nunca suficientemente recordado Juan Cunha:
Y si soñamos / fue con realidades.

HUGO GIOVANETTI VIOLA

I / MEMORIAL DE AGUALUNA

El jardín de los sueños disímiles

La mañana empieza
con la caída de otros mundos
a pesar de tu vuelo
aclarando el aire
supuestamente turbio
y no sé en qué sueño disímil
mojé mi frente
perdida en los espejos
que ya no entiendo la nostalgia
ni tu poder
sobre los oscuros habitantes del amor.

Muchacha sin rasgos de mar

Siento a veces
tu aroma poblando la mañana
y la luz busca entre sombras
tu seno dorado
tu lejano discurrir de náufrago
hundido quizás
en el pasado de mi rostro.

Pájaros blancos y breves
recorren el silencio
y tengo nuevamente
la tristeza simple
de los ojos frente al fuego
imagino
tu vida sin puertos
sin el azul siquiera
de mares
presentidos.

Extensión probable de un beso

Si alguna vez alcanzas
con tu mirada de algas
este sitio
en que pienso a oscuras tus piernas,
(atravesando el humo
que siempre carga una mirada)
y levemente acepto tu sonrisa,
destruye sin demora
la opacidad de mi boca.


Velero

Un destello
rojo en el agua
el cansancio
hundirse con ganas
y sin ganas
una corona de vidrios
que reflejan
la risa
de una que dijo amarme
y ser mía
siempre
boca abajo
como las velas de un viejo barco
de blanca
en las noches.

Barcos

Como en aquel pequeño muelle
donde querías
mirarte en mí
aquel pequeño muelle
de rocas
en una postal

Como entonces
pienso amores marinos
buceando entre algas
y mar embravecido

Yo era alguien
desmoronándose
en la furia del verano
este hombre solo
aquel
muchacho solitario.

El tiempo de los barcos
me abandona.

Estaciones de un sueño en fuga

Hay
un vestido que vuela
en la blancura
de tus piernas
y una multitud
de adioses
atrapando la cumbre
y mi mano
que debe negarse
pero es verano
la estación del adiós
en este sueño que se repite.

Imagen y efecto de una mujer en sombras

Ha vuelto el verano
y es como al principio
flores rojas
cubren la tierra.

La que amo
llora
descalza en el umbral
su desnudez

y dice
adiós
curvando su cuello
hacia la nada.

Entonces el aire

Qué va a pasar
cuando tu piel se canse
y retorne
el aire salado
de aquella playa
el aire verde
y tibio
de tres veranos
cuando bailes y moteles
en los espejos
no te dejen gozar
y el aire
viento
que te dejó
atrás
sin ojos
la ráfaga
que te hundió
en otra memoria
ya a nadie importe.

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