domingo

HUGO ROCCA - RENUNCIAR A LO QUE OFRECE EL PIBE DEL TRIDENTE


El sábado 29 de julio asistimos a un concierto ofrecido en el teatro Stella por el Proyecto Caníbal Troilo, que lidera Hugo Rocca, un juglar multimedia que desde comienzos de la década del 90 ha venido incursionando infatigablemente en los campos de la producción, la composición e interpretación musicales, la literatura y el audiovisual con una avidez de impronta casi faústica, hasta desembocar en una síntesis lingüística que recoge especialmente su último CD, Montevideo Sala VIP (que editó Ayuí e incluye el DVD de Ciclo Autores en Vivo), actualmente nominado a los premios Graffiti.

La intención de este reportaje fue sumergir a Rocca en una introspección reflexiva de corte filosófico de las que no abundan, lamentablemente, en nuestro arrabal amargo, para hablarlo en Gardel, que es el otro referente canibalizado por este proyecto insólito.
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¿Qué balance hacés de tu evolución musical y poética desde la época de Labios gruesos o Clemente y la inercia hasta ahora?

El aprendizaje es eterno, y si uno persiste en el oficio creativo va mejorando el foco de atención, la mirada que atraviesa lo aparente. En aquellos años, la idea de experimentar con la canción me ofrecía varias alternativas: tratar la composición desde un vértice intimista (Clemente y la Inercia), y por otro lado dejar emerger el latido visceral (Labios Gruesos). Ambas propuestas me resultaban seductoras. Yo podía emocionarme con tipos como Cat Stevens o Atahualpa Yupanqui a solas con su guitarra, o que se movilizara mi andamiaje sensorial con grupos como Pearl Jam o el Peyote Asesino. Además, conceptualmente siempre me gusto el under, el margen opuesto, la perspectiva del “hacer” por la necesidad interior de que “si no lo expreso se me muere el ángel guardián”; moverme sin pensar demasiado en los diabólicos escalafones de la “fama”. Por eso frecuenté ambos bordes sin pensar en la aparente ambigüedad estilística, simplemente fluyendo, disfrutando de poder tocar en vivo y crear con total libertad. Esa etapa de mi vida musical fue impregnando la continuidad de mi travesía, porque en definitiva uno siempre es en el presente.

Respecto al ahora que me toca atravesar, siento que he mejorado la disciplina, el ver lo que siento hacer y cómo lo debo hacer; luego puedo lanzarme al vacío, sin estrategias que puedan boicotear la esencia de lo que quiero decir.

¿Qué importancia tuvo la experiencia vivida en Planeta Tango para la concepción del Proyecto Caníbal Troilo?

Muchísima. PCT sería la confirmación de una experiencia piloto con el tango primigenio (maquillado con otras sonoridades), iniciadas con Planeta Tango.  Tuve el privilegio de trabajar con Julio Frade (un músico de primerísimo nivel que conoce todas nuestras raíces musicales, Fabini incluido), y con Fernando Calleriza (un guitarrista de raza con quién compartimos una mirada rupturista y experimental sobre la música), que actualmente integra PCT. Para crear hay que derribar, proponer, quebrar la línea. Planeta Tango fue una especie de búsqueda alquimista, donde partiendo del carbón (el tango en su estado puro), intenté acunar el oro que transmuta en canción.

Los tangos que comencé a componer abrevaron en el modelo gramatical gardeliano, y luego fueron apareados con otros estilos musicales. Era un camino que deseaba explorar; sentí que había encontrado la síntesis. Porque dentro de esos lineamientos tangueros se podían insertar, naturalmente, el jazz, el rock, la electrónica, géneros que me habían alimentado auditivamente desde la adolescencia, de igual forma que la música de raíz. Finalmente la cantante, Ana Karina Rossi, se fue a vivir a Europa y el proyecto quedó anclado, lejos de París. Entonces varios amigos músicos (entre los que recuerdo a Jorge Alastra), me dijeron que yo debía ponerme al frente de mis canciones, porque nadie iba a lograr interpretarlas mejor que yo.

Me gustó el desafío, la continuidad de la historia, y nació Proyecto Caníbal Troilo, junto a un colectivo de músicos amigos con quienes vengo amilongando este espacio desde hace algunos años. Dentro de este proyecto, las aperturas lúdicas son infinitas. El desborde compositivo no tiene redes de contención, y se puede disparar hacia cualquier punto del espacio. A veces, me pasa que siento una sensación como de estar ingresando al umbral del maravilloso delirio dionisíaco, donde no hay necesidad de pagar peajes morales ni debo pedir permiso para decir lo que quiero decir.

¿Cuál es el costo que debe asumir un artista uruguayo decidido a defender sus raíces frente a la avalancha del exitismo liviano propuesto por el consumismo salvaje?

Qué buena pregunta la tuya. El consumismo salvaje genera compulsión, necesidad inagotable por llenar coladores (que semejan copas) con el vino de la insatisfacción: en definitiva, evitar la conexión con el íntimo. Un artista sediento de su alma, hace lo que debe hacer por designio divino. Si esa sed es verdadera, seguirá atravesando el desierto de la nada con agradecimiento. Porque nadie en estado de atención (consciencia), reniega de su gracia, sea cual sea la misma. Vinimos a la tierra a decodificar cuál es nuestro lugar en la trama existencial, porque somos necesarios en el puzzle de la totalidad. Llega un momento, en que el aprendiz logra reconocer la zanahoria encantada, la gema verdadera, y ahí empieza un trabajo de pulido, investigación y entrega, hasta que la parca nos besa la nuca.

Bordeando tu pregunta, el costo puede ser renunciar a los denarios falsificados que ofrece el pibe del tridente: chicas, fotos y champagne. Aunque considero que si la consciencia esta secuenciada por el alma, y la voluntad se vuelve estandarte de confiablidad, no hay costo adicional posible, sino miel de estrellas regando nuestro pasaje por la tierra.

¿Cómo influye la vivencia del crecimiento de tus hijos en tu trabajo compositivo?

Bueno, ajustarse los cinturones que ingresamos en territorio sagrado. Mis hijos son mi mejor melodía (va mi reconocimiento a la madre en la confección armónica de la obra), los maestros que me revelan la fuente del amor. Se puede crear desde la tortuosidad; de hecho mucho legado del arte universal es el fiel reflejo de estados de angustia de artistas maravillosos. Los que lograron convertir esos planos “oscuros” en belleza testimonial, acariciaron el aura del arte.

En mi caso, soy simplemente un agradecido a la existencia, que siempre ha sido muy benefactora conmigo, y donde el regalo mayor han sido, sin duda alguna, mis hijos. Saber que ellos están me plenifica. A partir de mi consciencia de padre activo y de ser en consecuencia de tal distinción honorífica, renazco porfiándole al día una nueva oportunidad, para seguir arcillando con canciones las autopistas del cielo. 

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