domingo

GASTON BACHELARD - LAUTRÉAMONT (20)


II. EL BESTIARIO DE LAUTRÉAMONT


VIII (2)

Entonces la deformación de las imágenes debe designar, de una manera estrictamente matemática, el grupo de las metáforas. Desde el momento en que se pueden precisar los diversos grupos de metáforas de una poesía particular, se dará uno cuenta de que ciertas metáforas a veces se malogran porque han sido añadidas en detrimento de la cohesión del grupo. Las almas poéticas sensibles reaccionan con naturalidad por sí mismas a esos añadidos erróneos, sin tener necesidad del pedante aparato al que nos referimos. Lo cual no quiere decir que una metapoética no deba intentar una clasificación de las metáforas y que no le vaya a ser preciso, tarde o temprano, adoptar el único procedimiento esencial de clasificación, la determinación de los grupos.

De una manera más simple, en el estudio de la deformación de las imágenes se encontrará la medida de la imaginación poética. Se verá que las metáforas están naturalmente ligadas a la metamorfosis, y que, en el reino de la imaginación, la metamorfosis del ser es ya una adaptación al medio imaginario. Se asombrará uno menos de la importancia del mito de la metamorfosis y de la fabulación animal en la poesía.

Pueden encontrarse ejemplos de poesía proyectiva, de poesía verdaderamente primitiva, casi en cada página del libro de Paul Eluard: Les animaux et leur hommes, les hommes et leur animaux. Por otra parte, el título indica con bastante claridad la doble posibilidad de proyección. Para sólo citar un ejemplo, en el orden mismo de las imágenes que acabamos de estudiar en Lautréamont, remitámonos al poema intitulado Poisson:

Les poissons, les nageurs, les bateaux
transforment l’eau.
L’eau est douce et ne bouge
que pour cela qui la touché.

Le poisson avance
Comme un doigt dans un gant…*

Así se hacen coherentes el medio y el ser: el agua se transforma, enguanta al pez; inversamente el pez se alarga, se borra, se contiene… Ese es el ejemplo de una correspondencia eluardiana, claramente formal, que sería interesante confrontar con las correspondencias baudelairianas, exageradamente materiales. Encontraríamos así nuevas razones para clasificar en dos grandes grupos a los poetas según vivan en un tiempo vertical, íntimo, interno como Baudelaire, o en un tiempo francamente metamorfoseante, vivo como una flecha que corre hasta los límites del horizonte, así sería Lautréamont, así sería Eluard, cada uno, desde luego, traduciendo a su manera la vida de la metamorfosis. (10) La metamorfosis, en Paul Eluard, es más fluida, los leones mismos son aéreos: Et tous les lions que je représente son vivants, légers et inmobiles. (11).

Uno se convencería más de ello si meditara en las extrañas ilustraciones de Valentine Hugo que acompañan el libro de Paul Eluard y que apoyan muy bien la ensoñación. También allí se tendrá el ejemplo de la pintura que capta la potencia transformante, de la pintura sincrónica de la poesía proyectiva. Allí se verá verdaderamente el dibujo habitado por fuerzas, la materia habitada por la causa formal, el nadador habitado por peces, convirtiéndose en el pez, consumando al pez.

Todos los demás poemas de Paul Eluard y todos los demás comentarios visuales de Valentine Hugo, podrían dar pie a un estudio similar.

Generalizando esos resultados, llegamos a la convicción de que el simbolismo literario y el simbolismo freudiano, tales como se les ve caracterizados en las producciones del simbolismo clásico y del onirismo normal, no son más que ejemplos mutilados de las potencialidades simbolizantes en acción dentro de la naturaleza. Uno y otro dan una expresión demasiado establecida. Permanecen como sustitutos de una sustancia o de una persona que abandonan la evolución. Son síntesis demasiado pronto nombradas, deseos demasiado pronto confesados. Una poesía y una psicología nuevas, al describir un alma en formación, un lenguaje en flor, deben renegar de los símbolos definidos, de las imágenes aprendidas, para retornar a las impulsiones vitales y a las poéticas primitivas.


Notas

(*) Los peces, los nadadores, los barcos / transforman el agua. / El agua es dulce y no se mueve / mas que para quien la toca. / El pez avanza / Como un dedo en un guante…
(10) Cf. La Dialéctique de la durée, capítulos “Les temps superposés” e “Instant poétique et instant métaphysique”, en Messages, 1939, II.
(11) Donner à voir, p. 20. (Y todos los leones que represento están vivos, ligeros e inmóviles.)

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