domingo

DOS ENTREVISTAS A PETER ESTERHÁZY


En 1991 coincidimos con el príncipe húngaro Peter Esterházy en el legendario encuentro bienal de escritores que se realizó durante décadas en Lahti, Finlandia. Me quedé con ganas de entrevistarlo y nunca lo he leído, pero me pareció realmente flor de tipo. El encuentro de Lahti duraba tres días, y se cerraba carnavalizantemente con un partido de fútbol jugado bajo el sol de la medianoche en una cancha muy chica (aunque lo trasmitían por radio y todo) entre un seleccionado mundial de escritores de muy distintos países (incluida una novelista punk inglesa que llegó a jugar de golera nada más que un tiempo, porque festejaba los goles que le hacían sonriéndole a las cámaras y tuvimos que mandarla al banco) contra otro finlandés. Los cordialísimos finlandeses son malísimos jugando al fútbol, y yo hice unos cuantos goles (porque desde pibe siempre fui un puntero rápido aunque muy limitado) y un periodista que estaba muy borracho llegó a compararme con Maradona en una funambulesca crónica periodística. Esterházy, en cambio, tenía una verdadera prestancia de centrojás a la antigua y se aburrió de dejarme solo (aclaremos que además se jugaba sin off-side) y verme errar goles hechos y hasta llegó a pegarme un grito de reproche que inmediatamente se transformó en una carcajada llena de una fulminante amistad que no olvidaré nunca. La última vez que lo vi fue en el Museo de Helsinki, donde hay un brutal Van Gogh con el cielo sin terminar y un Cézanne áureo pintado en la villa de lujo del infame Zola. Entonces tuve necesidad de acercarme a Peter y señalarle los dos cuadros atreviéndome a chapurrear en inglés: “El de Van Gogh es maravilloso, pero el camino que tenemos que seguir es el de Cézanne”. Y el húngaro cabeceó dándome la razón, aunque hubo unos conmovedores segundos de duda en su mirada casi irreversiblemente sumergida en la desesperanza. Flor de tipo ese príncipe. Y además dicen que es un excelente escritor, aunque se haga el payaso.
H.G.V.

I
“FRACASÉ COMO INTELECTUAL ME GUSTA EL FÚTBOL”
por Javier Rodríguez Marcos (Madrid 2010)
Peter Esterházy (Budapest, 1950) es como una iglesia con un tiovivo dentro: serio solo por fuera. Sus libros son justo lo contrario: solo superficialmente son humorísticos. En el último, Sin arte (publicado por Acantilado en traducción de Adan Kovacsics), cuenta la pasión futbolística y la muerte de su madre durante la dictadura comunista con un tono irónico que contrasta con la gravedad del tema. ¿Forma de distanciamiento o cuestión de carácter?
"El humor", responde Esterházy, "no disminuye el grado de dolor, pero la comedia está siempre a un paso de la tragedia. En mis libros van juntas. Por eso a veces el lector llora cuando debería reír. Y viceversa".
En Sin arte, la madre del escritor aparece como una erudita del fútbol húngaro, amiga de Puskas y obsesionada con hacer de su hijo un delantero de provecho. Corrían los años gloriosos del "equipo de oro", la selección que ganó los Juegos Olímpicos de Helsinki en 1952 para caer dos años después ante Alemania en la final del Mundial de Suiza. Peter Esterházy no llegó muy lejos corriendo por la banda derecha. Su hermano Márton, sin embargo, sí. Creció "como la mala hierba" al margen de la vigilancia materna, y terminó jugando en México 86.
"Mi madre pegaba en un cuaderno las noticias sobre mi hermano. Nunca lo hizo con las reseñas de mis libros, pero sobreviví a la afrenta", dice el escritor sonriendo.

El opio del pueblo

Para los Esterházy el fútbol fue una vía de escape: "En una dictadura todo el mundo busca un camino de huida. Luego llega la libertad y la gente no sabe qué hacer con ella: está preparada para sobrevivir, no para vivir. El comunismo terminó con las incertidumbres, y eso es asfixiante pero tranquilizador".
¿La evasión política se ha convertido en distracción social?
"El fútbol es un opio, sí. Hasta que acabe el Mundial no hablaremos de la crisis, solo de si Xavi movió bien la pelota. Cuando aplastaron la revolución del 56 se produjo una depresión en Hungría, pero para muchos saber que Puskas jugaba en el Real Madrid era una señal de que había que seguir luchando. Fue un autoengaño, claro, pero así funcionan los mitos".
Autor de títulos como Pequeña pornografía húngara o Armonía celestial, Peter Esterházy insiste en que su relación con el fútbol no es la de un intelectual sino la de un jugador, aunque sea uno fracasado: "Los que desprecian el fútbol tienen razón, su degradación es objetiva, pero yo no veo las cosas repugnantes que lo rodean, solo lo que sucede en el campo, y el juego en sí puede ser tan refinado como para complacer las exigencias del intelectual más pedante. No me interesa la violencia, la corrupción... O sea que sí, podríamos decir que fracasé como intelectual: me gusta el fútbol".
En un pasaje de Sin arte, el novelista fantasea con un partido en el cielo promovido por Dios -"que es húngaro"- entre ángeles y escritores. Cuando se le pide la alineación matiza: "Los buenos escritores van a terminar en el infierno. Quizás se colasen en el cielo Cervantes y Chesterton, pero por un malentendido". Y si Dios es húngaro, ¿por qué Hungría no se clasificó para Sudáfrica? ¿Siguiente pregunta?".

II

“ME GUSTA DEFINIR AL ESCRITOR COMO UN ALBAÑIL”

Tras dos libros dedicados a su saga familiar, el príncipe húngaro se inspira en la relación con su madre en 'Sin arte'.

¿Ama el fútbol. ¿Cómo es que está en Madrid y no en Suráfrica?

¿Me da vergüenza no estar allí, es verdad. Estoy hablando de literatura en vez de ver un partido (risas).
¿No se va a pasar ningún día por Johannesburgo?

¿No. Respecto al fútbol, hace mucho tiempo que me convertí en espectador. El fútbol húngaro está mal, así que le diré una cosa: disfruto con el Barça y el Manchester United.
¿Hablemos de otra de sus pasiones, Europa. Usted se ha calificado como «irremediablemente europeo». Hoy Europa se está tambaleando. Al menos, la económica. ¿Hay hueco para la esperanza?

¿Si la hubiera, usted no habría formulado esta pregunta. Si existiera una esperanza que pudiéramos expresar con palabras usted también lo sabría.
¿Entonces, ¿no hay futuro?

No podemos hablar adecuadamente de esto. Hace mucho que no tenemos visiones determinadas sobre el concepto europeo. Esta desesperanza está entre nosotros desde hace mucho tiempo. El pasado martes pensamos una cosa y el día siguiente, el miércoles, otra muy distinta. Y también es lógico que la amenaza económica haga que nos planteemos estas preguntas. Tenemos una situación económica que nos supera y nos atemoriza, así que vemos el mundo como algo desconocido. Y eso provoca temor.
¿En Armonía celestial, un libro de 800 páginas, se sintió como «un albañil poniendo ladrillos». ¿Cómo se ha sentido escribiendo ahora las 227 de Sin arte (Acantilado)?

Esa metáfora tiene un sentido global. En general, me gusta definir al escritor como un albañil. Pero también le diré cómo me sentí escribiendo Sin arte: como si fuera el buen hijo de mi madre. Como si mi mamá estuviera contenta conmigo.

¿Fue un buen hijo?

No di problemas. Fui un hijo aburrido que no daba problemas. Era educado, buen estudiante y tenía una excelente salud.
¿Y ahora? ¿Es un buen padre?

Mediocre. Los hay peores. A mis hijos siempre les cuento que el hijo de Thomas Mann tenía tanta ansiedad cuando hablaba con su padre que vomitaba de los nervios. Cuando mis hijos están descontentos conmigo les digo que al menos conmigo no vomitan.
Dice que los escritores son albañiles. ¿Pero no hay también un poco de terapia en el hecho de escribir?

Nunca he considerado mi trabajo como algo terapéutico. No escribí Armonía Celestial para poner en orden mi relación con mi padre. Ni tampoco Sin Arte para esclarecer mi relación con mi madre.

De todos modos, eso de ser un albañil es bastante modesto teniendo en cuenta que usted año tras año está en las quinielas del Nobel.

No es modestia. Saber trabajar implica gran capacidad. El talento uno lo recibe de Dios, haya o no Dios. Pero ser trabajador es algo que uno le añade a su talento. No hay ni un solo escritor en toda la historia de la Literatura que no haya sido espantosamente trabajador. En mi caso, llevo 35 años sentado en mi escritorio trabajando y sigo ahí por mi ética del trabajo.

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