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EL CÍRCULO DE LA MUERTE (3) - JULIO HERRERA Y REISSIG


Examinemos sino estos dos criterios, puesto el uno frente al otro después de dos mil años, como dos enemigos dentro de una misma plaza: Platón, el que fundó la estética del Ideal, hizo consistir el Arte en el pensamiento puro. “Pensad y haréis sentir”, decía a sus discípulos el enemigo de los poetas. Las palabras eran para el Maestro una servidumbre del único señor, el raciocinio, sin embargo de que el gran ideólogo ha sido, por excelencia, el soñador armonioso y el más insigne de los poetas.

Verlaine, un pobre Platón de taberna, decía, por lo contrario: “Sonad y haréis pensar: sugerid ideas por simples sonidos: las dos son ideas melodiosas. Todo ritmo da un pensamiento. Impresionad”. También los formalistas, los estaturarios, los neo griegos del Parnaso, dan preferencia a la palabra sobre la idea y a la línea sobre la emoción. En mi concepto -abro un paréntesis- los “mentistas” exclusivos nunca harán arte culto, dándonos el pensamiento en estado de barbarie ingénita, como un metal grueso, áspero, obscuro y sin relieve, que ofende el espíritu; los segundos, exagerando de principio de la forma, caerán en la impostura infantil de un falso arte como es el de modelar caprichos inexpresables, sin verdad y sin vida, o de vestir por simple “snobismo” maniquíes de entretenimiento.

Desde el Profeta del Pórtico al cíclope agudo Kant, el esteta de la percepción, y desde Kant a Guyau, un joven Crisóstomo que fundó su encantadora doctrina sobre el principio de la simpatía social, cuánto se ha discutido, cuánto se ha sofismado inútilmente sobre el modo de hacer arte, de fundarlo, de dirigirlo; sobre su génesis, sobre su naturaleza filosófica, sobre su objetivo esencial o su no objetivo, que lo mismo da; (1) haciéndolo derivar de Dios, o de la fuerza panteísta magnética del Universo, considerado utilitariamente como un fin necesario, como una ley de orden vital, como un precipitado de la conciencia o como un diletantismo superior, según Spencer, -y en el delirio místico de algunos sacerdotes, ha llegado hasta proclamársele ilustre engendro de Satanás, que vino al mundo para servirlo… Sonriamos, no es para menos, de lo que es el hombre ante la Belleza, y de lo que es el genio ante su obra. Que espíritus oceánicos, síntesis de humanidad, mayúsculas de psicología, sumas totales de la especie, jueguen un rol de niños docentes, queriendo explicar qué es Arte y en qué consiste, y que se pasen la vida inflando burbujas y moliendo sabias necedades, es algo solemnemente jocoso…

Y en cuanto géneros, orígenes y tesis constitutivas, ¡qué caos de divergencias! Desde el arte por Dios, que fue el primer arte, arte por la patria, arte por la guerra, arte por la agricultura, arte sibarítico por el placer, arte caballeresco por la dama, arte palatino por el ingenio, arte por la política, pasamos, nada menos, que al arte por la Humanidad, cuyo patriarca es Hipólito Taine; arte por “uno mismo” del señor Ego Sum Barrés; arte por “todos” que se heleniza en Renán, se poetiza en Hugo, se socializa en Guyau y se espiritualiza en Tolstoi, arte por la Vida que se atosca de Claudio Bernard y de los médicos del naturalismo en boga; arte por la Muerte, suicidante, asiático, pesimista, que se envenena, en Schopenhauer, hace arcadas en Baudelaire, y se afemina en los ingenuos místicos de la decadencia; arte por la Superioridad, que se individualiza en Herbert Spencer y se embriaga en la viña tudesca de la detonante megalomanía de Nietzsche, con que nos asordan los mesiánicos del super-hombre; arte por el arte, dulce y huraño, contemplativo y grave que se “glisa” silenciosamente por una cinta blasonada, a la medianoche, desde la Torre del conde Vigni; y hasta -¡qué gracioso!- arte por la Ciencia, o que es un colmo de colmo, un duplicado aritmético, dos presas de un solo disparo, un super-arte neoyorkino, en fin, como es poner en consonante nada menos que un curso de historia, la geografía o los preceptos del guaraní!...

Notas

(1) Hubieron filósofos y moralistas enemigos del arte, que le negaron rol alguno de importancia en el desarrollo del espíritu, y hasta lo responsabilizaron negativamente de atrofiar las facultades superiores en provecho de un ejercicio animal de sentidos subalternos. Los cristianos lo execraban, pretextando estos y otros razonamientos y culpándole de vanidad y de hipócrita materialismo.

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