martes

SUPLEMENTO DEL TALLER LITERARIO DE LIVERPOOL F.C.(34)

FEDERICO RODRIGO

CADÁVER DA                                 

Su muerto cuerpo aun propone preferir la paz. Sin embargo en el nombre de cada verdad, siguen bombardeando el vientre de la Madre.



IVONNE DÍAZ

BIG BANG


Un rebaño de estrellas descarriadas reventó
en  pedazos de cristal, fragmentos de luz celeste chorreando sobre la tierra
y entre ellas, la súper nova imaginaria derretida, jugosa y almibarada que
entró en el laberinto circular de mi cabeza,
se perdió en la niebla de mis recalcitrantes ideas violeta-esmeralda
en recovecos amables de néctar dorado de la flor de la madreselva
en impenetrables murallas turmalinas protectoras de mariposas y minotauros,
y de verdades universales y humanas,
verdades reflejadas en astillados vidrios estelares,
entrevistas y vislumbradas en los espejos mágicos de los cuentos
y en los ojos encantados de niños de espíritu centenario.
Deslumbrante lucero con aroma de canela y naranjas podridas
que abraza y abrasa mis pensamientos, los escarcha y derretidos
los deja estrellados contra laberintos de realidades.



ANNA RHOGIO


GORRIONES EN LA VENTANA

Un amanecer desperté sobresaltada, en el colmo del horror, con la clara sensación de que una araña pollito avanzaba a los saltos por mis piernas.

Me senté de golpe con un gigantesco ¡AAAAAGGGGGHHHHH! y vi desaparecer, aterrorizado por mi alarido, un algo marrón que se escondió piando en el asiento de una silla arrimada a la mesa.

Guiándome por su angustia lo encontré temblorosamente agazapado en su miedo y lo atrapé de un manotazo:

-No te asustes. Ya te suelto.

Pero al abrir la mano en el cielo de la ventana, se quedó allí, quieto, tibio y suave, aceptando inocente mis caricias sin poder volar.

“Tenemos otro inquilino que cuidar y alimentar hasta que pueda irse”-pensé.

Los padres ya revoloteaban en el patio de mi vecina llamándolo continuamente y él les contestaba.

“¡Ligero, primeros auxilios! ¡Migas de pan!” Pero no comía solo y me miraba con sus ojitos llenos de fe.

Me escondí para que la naturaleza, vieja sabia, hiciera su labor. Inmediatamente, papá y mamá bajaron a calmar su hambre y con ellos la bandada entera de piratas que aprovecharon el banquete servido en bandeja.

Estuvimos todo el día conteniendo a la niña para que no se asomara y los espantara con su entusiasmo. Ella corría fervorosamente a los gorriones de la plaza sin poder alcanzarlos y ellos, ¡estaban tan cerca!

En el silencio azul del crepúsculo, no escuchamos más sus trinos y pensamos que se había marchado, que había aprendido a elevarse y ya no necesitaba cobijarse mansamente en nuestras manos. Nos asombraba el misterio de cómo había entrado y por qué aceptaba con placer tantas caricias.

Al otro día, papá y mamá regresaron con el insistente reclamo y encontré al escondido en un rincón oscuro, entre las patas del aparador. Lo cacé de nuevo, lo puse en el alféizar y fue otra jornada de cuidados intensivos y convites para los demás. La casa se llenó de sinfonías de plumas.

Sabiendo que en nosotros tenía amparo seguro, al caer la tarde, ante la mudez alada de sus padres se veía ansiosamente bailarín por entrar, y se largó al piso en corto vuelo, encontró su escondite y se quedó allí, silenciosamente manso.

En esos breves tres días, se hizo suficiente a sí mismo y se marchó dejándonos el relumbrar de sus cantares y el reflejo de sus ojitos serenos, confiados, que jamás olvidaremos.

Así como él, también se van hijos y nietos, y nos quedan los regalos de sus recuerdos.

Es fácil aprender a volar.



ARIEL AZOR

LA SOLEDAD DEL AMOR

(publicado en Peces con alas / Antología sin fronteras (Ediciones Crupier, Argentina, 2015)

Ella vive sola, a pesar que no lo está.

Él trabaja, entra a las seis, nunca sabe a qué hora volverá.

Ella cuando llega a la casa casi siempre la encuentra vacía.

Él cuando está, le habla de lo maldito que es su trabajo, “es como estar preso, es una cárcel”, le dice y se queja de sus dolores de espalda y todo por las monedas que le pagan.

Ella le consiguió otro trabajo, seis horas y mejor sueldo.

Él le prometió cambiar, pero aún está por hacerlo. Sabe que ella se está aburriendo de este tipo de relación, quisiera cambiar todo, ser feliz y serlo a su lado, la ama. Pero su temor no lo deja avanzar.

Ella ya no le dice nada, se tomó un tiempo. Anoche, como siempre durmieron juntos. Sólo él durmió, entre pesadillas y quejidos.

Ella, hoy, se levantó temprano. Aprontó el desayuno. Miró a aquel que dormía y lo volvió a mirar. No lo despertó a pesar que él se lo había pedido. Desayunó y en silencio se volvió a acostar, pensando, en un rato sonará el despertador y se irá a trabajar, a pesar de ser domingo.


JOSÉ LUIS MACHADO


UN TEXTO FANTASMAGÓRICO

El 8 de julio de 1974, en el barrio de La Teja, en el sótano de la iglesia que se encuentra en Carlos María Ramírez entre Carlos Tellier y Agustín Muñoz, se reunieron doce párrocos para cenar y hablar de la miseria humana que campeaba por esos tiempos.  Antes de comer, los doce asistentes sentados alrededor de la mesa se tomaron de la mano, cerraron los ojos, agacharon sus cabezas y comenzaron a orar. Luego de un sentido amén abrieron los párpados, destrabaron sus dedos y alzaron sus frentes: aun había doce sillas pero una de ellas estaba vacía.


ANTONIO GARCÍA PINTOS

LAS PIERNAS EN LA ARENA

Yo sufro por no ver tus rodillas al aire sobre la arena y sufro cuando se las lleva el viento y la arena.

Tu larga tristeza es hoy una larga mudez. Me cortaría una oreja para volverte a escuchar.

Cada fin de semana te llevaba un ramo de flores.

Depositarlas en el primer florero y buscar la primera luz oblicua las amparaba.

Aunque haya desaparecido el aroma, existe el tiempo, el florero y el recuerdo de una mano que cada semana aparece con flores remozadas e invisibles. Las flores invisibles de los sueños.


LUCIO CLAVIJO

FOTOGRAFÍA (BREVE ESBOZO DE INEFICIENCIA PICTÓRICA)

Detenida o muerta
la niña rubia
sobre un fondo de pinos
con su cabello inverso
inunda las sombras

y aún cuando el polvo de mil años
cubra su boca
seguirá sonriendo.

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