lunes

ROBERTO DE LAS CARRERAS VISTO POR ALBERTO ZUM FELDE


“ÉL ERA UN NIÑO TERRIBLE JUGANDO AL FANTASMA, NADA MÁS”

por Arturo Sergio Visca

(reportaje recuperado de El País, Montevideo, setiembre 1º de 1963)

En nuestro último Minutero, destinamos unas pocas líneas a Roberto de las Carreras, cuya muerte ocurrió el 14 del corriente mes. Prometimos, también, dedicar más espacio a esta tan singular personalidad. Nos ha parecido que nadie más indicado para referirse a él que don Alberto Zum Felde. A su indiscutible autoridad crítica, une, en este caso, don Alberto, su condición de amigo de Roberto de las Carreras, de testigo de alguna de sus andanzas, de conocedor, por modo directo, de la atmósfera cultural del novecientos. Por todas estas razones, nada nos ha parecido más oportuno que interrogar a don Alberto sobre la personalidad del escritor desaparecido. Le hemos formulado cinco preguntas y hemos obtenido cinco interesantes, vívidas respuestas.


¿Cómo caracterizaría usted la personalidad de Roberto de las Carreras, en su singularidad humana y de escritor?

Me parece el más neto y sumo representante de esas dos formas de conciencia intelectual características de su época, en Occidente: el dandismo literario, cuyo deporte es espantar al burgués (de Baudelaire a Wilde, etc.) y el anarquismo revolucionario, destructor de todas las normas jurídicas y morales de la sociedad de tipo tradicional. La coincidencia de ambas corrientes en él, es lo que define su personalidad singular y terrible, única en nuestra historia.

El amor libre, que predicó y practicó, en medio del escándalo ambiente, es un postulado anarquista. Algunas tesis del teatro de Sánchez (que era anarquista, también) no están lejos de las suyas, las de sus panfletos más resonantes. Así en M’hijo el dotor Nuestros Hijos, v gr. La explicación psicoanalítica, referente a su circunstancia familiar, biográfica, agrega un factor más -el pasional- a ese producto de la época. La exaltación estética del sensualismo es también característica de la literatura fin de siglo europeo (D’Annunzio, Pierre Louis, etc.). Él llevó todo esto al terreno de donjuanismo. Pero su donjuanismo fue más literario que real. Amaba más el escándalo que la aventura. Era su arma de combate contra la burguesía.

¿Qué grado de influencia le atribuye en la creación de las tendencias literarias del novecientos? Sobre Herrera y Reissig por ejemplo, o Delmira Agustini.

Creo que la mayor influencia de Roberto de las Carreras sobre Herrera y Reissig se ejerció no tanto sobre su conversión al Modernismo, sino también sobre sus actitudes de dandismo, de rebeldia y burla contra el ambiente nacional, sus desplantes pour épater a los “filisteos”. Su famoso Epílogo Wagneriano La política de fusión, y sus Decretos firmados Yo, Julio, Imperator, etc., son bien carrerianos. Aparte de Samaine, D’Annunzio y otros, introducidos por Roberto en el mirador familiar que se mitificó en Torre de los Panoramas, Herrera tenia ya, en cuanto a su Modernismo, la influencia inmediata de Darío y Lugones, desde la otra orilla. Pero en cuanto a la actitud de rebeldía y burla contra el ambiente, la influencia de Roberto fue única. Herrera era de un carácter apacible y bonachón, y el dandismo agresivo de sus escritos en prosa es contagio del de su amigo, traído de París. Lo que no se le contagió fue el donjuanismo literario. Eso hubiera sido demasiado. En cuanto a Delmira, es posible, aunque no hay datos, que haya sentido algo de influencia del Psalmo a Venus Cavalieri y otros, pero estaba de por medio la lectura directa de D’Annunzio. Y, además, lo mejor de Delmira supera en mucho a todo esto. Las trascendentalidad de su erotismo no está en ninguno de sus posibles maestros.

¿Cuál de sus obras le parece más memorable? ¿Hay alguna de ellas con valor permanente o sólo interesan como expresión de la literatura de una época?

Ya dije que Roberto quedará como personaje más que como escritor. Su literatura está toda, directa o indirectamente, supeditada a su biografía y es una forma complementaria de su personalidad. No tiene sentido si no se la refiere a él mismo. Es documentaria. Así el paganismo sensualista y galante que es su sustancia (Grecia a través de Francia) como el barroquismo ornamental de su prosa, son fenómenos de su tiempo, sin vigencia fuera de él. Su estilo panfletario es mucho mejor que el de sus escritos poemáticos, pero sus panfletos sólo tienen interés histórico. El más importante es Amor Libre.

La evolución intelectual experimentada en la última etapa de su vida lúcida (de 1907 en adelante) y de la que son expresión La Visión del Arcángel La Venus Celeste, esa región de las esencias platónicas, a que llegó sorprendentemente, desprendiéndose del sensualismo de antes, está, lamentablemente, oscurecida por el fárrago metafórico. Y es también documento.

¿Recuerda alguna anécdota de la que usted haya sido testigo y protagonizada por Roberto de las Carreras?

Lo más significativo de su anecdotario, que recordaba, ya lo conté verbalmente a amigos, y ha pasado a la publicidad de las crónicas periodísticas.

Podría suplir ese vacío, recordando que, además de El Sátiro, su crónica escandalosa de Montevideo, tenía escritos otros dos libros, Antología de la Aldea, crítica ferozmente burlesca de nuestra literatura de esa época donde no quedaba títere con cabeza, y Fuego al Ateneo, no menos feroz ataque panfletario al mundo de nuestra alta burguesía doctoral y dirigente. Supongo que todo eso ha desaparecido. Era lo mejor de su obra.

¿Qué puede decirnos de los últimos años de Roberto de las Carreras? Entiendo que usted lo visitó algunas veces en ese tiempo. ¿Recordaba algo de sus últimos años de vida lúcida?

Después de su reclusión en sanatorios, lo visité algunas veces. Había perdido totalmente la memoria de su vida, en su lenguaje mitológico podría decirse que había bebido del Leteo. No respondió ya nunca acerca de su pasado ni de su literatura.

Creo que no fue meramente casual mi última visita, hecha un mes antes de su muerte. Hacía algunos años que no le veía, desde que fue llevado a casa de su hijo Raúl, en Canelones, Al morir este, hace poco, la familia llevó a Roberto a un sanatorio de Las Piedras. Allí tuvo oportunidad de verle un amigo nuestro, el poeta Casaravilla. Roberto manifestó deseos de verme. Fui. Estaba en cama, pues ya apenas podía andar. Hablamos poco; la visita transcurrió más  bien en silencio. Su voz era muy apagada, sólo sus ojos sostenían un extraordinario brillo punzante, casi como en su juventud. En el fondo, no eran muy necesarias las palabras, bastaba la presencia. En ese silencio cabía toda una vida, y toda una muerte. Sentí que su tránsito estaba muy próximo. Tampoco hubieron palabras en su entierro. Así fue mejor. Lo del mundo ya no importaba, sólo cabía un pensamiento de salvación. Pensé en que la Caridad Suprema es más grande que todos nuestros errores y nuestras locuras. Al fin de cuentas, muchos de aquellos contra los que peleó, eran más condenables que él: fariseos e la Ley, tartufos de la Moral. Él era un niño terrible, jugando al fantasma, nada más.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+