jueves

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS - CLARISSA PINKOLA ESTÉS



CIENTODIECISEISAVA ENTREGA
CAPÍTULO 12


La demarcación de territorio - Los límites de la cólera y el perdón

La intervención de la curandera: El ascenso a la montaña (3)


Los descansos

Hemos visto por tanto que nuestro propósito es convertir la rabia en un fuego que cocina cosas y no en el fuego de una conflagración. Hemos visto también que la tarea de la cólera no se puede completar sin el ritual del perdón.

Hemos dicho que la cólera de las mujeres deriva a menudo de la situación de su familia originaría, de la cultura que la rodea y, a veces, de un trauma sufrido en la edad adulta. Sin embargo, cualquiera que sea la fuente de la cólera, algo tiene que ocurrir para que la mujer la identifique, la bendiga, la reprima y la libere. Las mujeres torturadas desarrollan a menudo una deslumbradora capacidad de percepción de una profundidad y anchura impresionantes. Aunque yo no quisiera que nadie fuera torturado para poder aprender las entradas y salidas secretas del inconciente, no cabe duda de que el hecho de haber sufrido una fuerte represión da lugar a la aparición de unas dotes que consuelan y protegen.

En este sentido, una mujer que ha vivido una existencia torturada y ha ahondado exhaustivamente en ella adquiere una inestimable profundidad. Aunque llegue a ella a través del dolor, si cumple la dura tarea de aferrarse a la conciencia, llegará a alcanzar una honda y floreciente vida espiritual y una ardiente confianza en sí misma cualesquiera que sean las vacilaciones ocasionales del ego.

Hay un momento en nuestra vida, por regla general al llegar a la mediana edad, en que una mujer tiene que tomar una decisión, posiblemente la decisión psíquica más importante de su vida futura, y es la de sentirse amargada o no. Las mujeres suelen llegar a esta situación al final de la treintena o principios de la cuarentena. Están hasta la coronilla de todo, están "hasta el gorro", están que "ya no pueden más". Es posible que sus sueños de los veinte años se hayan marchitado. Puede que haya corazones rotos, matrimonios rotos, promesas rotas.

Un cuerpo que ha vivido mucho tiempo acumula escombros. Es algo inevitable. Pero si una mujer regresa a la naturaleza instintiva en lugar de hundirse en la amargura, revivirá y renacerá. Cada año nacen lobeznos. Suelen ser unas criaturitas de ojos adormilados con el oscuro pelaje cubierto de tierra y paja que no paran de gimotear, pero que inmediatamente espabilan y se muestran juguetonas y encantadoras Y sólo quieren estar cerca y recibir mimos. Quieren jugar, quieren crecer. La mujer que regresa a la naturaleza instintiva y creativa volverá a la vida. Sentirá deseos de jugar. Seguirá queriendo crecer tanto en profundidad como en anchura. Pero primero ha de tener lugar una purificación.

Me gustaría iniciar a mis lectoras en el concepto de los Descansos que yo he desarrollado en mi trabajo. Cualquiera que haya visitado el viejo México, Nuevo México, el sur de Colorado, Arizona o ciertas regiones del Sur de Estados Unidos, habrá visto unas crucecitas blancas al borde de los caminos. Son los llamados descansos (9). Se las puede ver también al borde de los acantilados en pintorescas pero peligrosas carreteras de Grecia, Italia y otros países mediterráneos. A veces las cruces están agrupadas en número de dos, tres o cinco. Y en ellas figuran grabados nombres de personas: Jesús Méndez, Arturo Buenofuentes, Jeannie Abeyta. A veces los nombres están escritos con clavos, a veces están pintados y labrados en la madera. Por regla general, las cruces están profusamente adornadas con flores artificiales o naturales o con reluciente paja recién cortada cuyo brillo hace que los brazos de madera resplandezcan como el oro bajo el sol. A veces el descanso consiste simplemente en dos palos o dos trozos de tubería atados con un trozo de cuerda y clavados en el suelo. En los pasos más pedregosos, la cruz suele estar pintada en una roca de grandes dimensiones al borde del camino.

Los descansos son símbolos que conmemoran una muerte. Allí mismo, justo en aquel lugar, el viaje de alguien por la vida se interrumpió inesperadamente. Hubo un accidente de tráfico o alguien que caminaba por el camino murió de insolación o se produjo una reyerta. Ocurrió algo que alteró para siempre la vida de aquella persona y la de otros.

Las mujeres han muerto mil muertes antes de cumplir los veinte años. Han ido en esta dirección y en aquella y se han quedado aisladas. Han tenido sueños y esperanzas que también se han truncado. Cualquier mujer que diga lo contrario es que está todavía dormida. Todo eso justifica la existencia de los descansos.

A pesar de que todas estas cosas fortalecen los procesos de individuación y diferenciación, la maduración y el desarrollo exterior, el florecimiento, el despertar y la conciencia, son también unas grandes tragedias y como tales se tienen que lamentar. Hacer descansos significa echar un vistazo a la propia vida y marcar los lugares donde se han producido las muertes chiquitas y las muertes grandotas. Me gusta trazar el itinerario de la vida de una mujer en una gran hoja de papel de estraza de color blanco y señalar con una cruz los lugares del gráfico, empezando por su infancia hasta llegar al presente en el que han muerto distintos fragmentos y piezas de su yo y de su vida.

Señalamos el lugar donde estaban las carreteras que no se tomaron, los caminos interrumpidos, las emboscadas, las traiciones y las muertes. Coloco una crucecita en los lugares del itinerario cuya desaparición se hubiera tenido que llorar o aún ha de llorarse. Y después escribo al fondo la palabra "olvidado" en referencia a las cosas que la mujer intuye, pero todavía no han aflorado a la superficie.

También escribo "perdonado" en referencia a las cosas que la mujer ha liberado en buena parte. A continuación, la invito a hacer descansos, a sentarse con el itinerario de su vida y a preguntarse "¿Dónde están las cruces? ¿Dónde están los lugares que hay que recordar, los que hay que bendecir?". Todos ellos tienen unos significados que se han incorporado a su vida actual. Hay que recordarlos, pero hay que olvidarlos al mismo tiempo. Para eso hace falta tiempo. Y paciencia.

Recordemos que en "El oso de la luna creciente" la mujer pronunciaba una oración para que los huérfanos y errantes muertos pudieran descansar. Eso es lo que se hace en los descansos. La de los descansos es una práctica conciente que honra a los muertos huérfanos de la psique, se compadece de ellos y les da finalmente sepultura.

Debemos ser amables con nosotras mismas y dar descanso a los aspectos de nuestra persona que se dirigían a algún lugar pero jamás llegaron a él. Los descansos marcan el lugar de la muerte, los momentos oscuros, pero son también billetes amorosos para el propio sufrimiento. Son transformativos. Nunca insistiré demasiado en la conveniencia de clavar las cosas en la tierra para que no nos sigan dondequiera que vayamos. Nunca insistiré demasiado en la conveniencia de enterrarlas.

Notas

(9) La palabra descanso se utiliza también en el sentido de lugar de reposo como, por ejemplo, el de un cementerio.

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