jueves

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS - CLARISSA PINKOLA ESTÉS



CAPÍTULO 12

La demarcación de territorio - Los límites de la cólera y el perdón

La intervención de la curandera: El ascenso a la montaña (3)

La justa cólera (2)

Hay que interpretar el cuento en clave simbólica. El relato no gira en torno a la muerte de las personas. Nos enseña a no desencadenar la cólera indiscriminadamente sino en el momento oportuno. El cuento empieza cuando el hombre aprende a dar agua, es decir, vida, en condiciones de sequía. El hecho de dar vida es un impulso innato en casi todas las mujeres. Es algo que casi siempre suelen hacer muy bien. Sin embargo, existe también un momento para la ráfaga que sale de las entrañas, un momento para la justa cólera y la justa furia (8).

Muchas mujeres son tan sensibles como la arena a la ola, los árboles a la cualidad del aire, la loba a la presencia de otra criatura en su territorio desde más de un kilómetro de distancia. El espléndido don de estas mujeres es el de ver, oír, sentir, recibir y transmitir imágenes, ideas y sentimientos con la celeridad de un rayo. Casi todas las mujeres pueden percibir el más mínimo cambio en el humor de otra persona, pueden leer rostros y cuerpos -con eso que se llama la intuición- y, por medio de un sinfín de minúsculas claves que se unen para facilitarle información, adivinar lo que encierran las mentes.

Para utilizar estos dones salvajes, las mujeres tienen que permanecer abiertas a todo. Sin embargo, esta misma apertura hace que sus límites sean vulnerables y las deja expuestas a las lesiones del espíritu.

Como el hombre del cuento de "Los árboles secos", es posible que una mujer tenga que enfrentarse en mayor o menor grado con la misma situación. Puede llevar dentro un tipo de furia desencadenada que la induzca a atormentar constantemente a los demás o a utilizar la frialdad a modo de anestesia o a pronunciar dulces palabras que en el fondo pretenden castigar o humillar a los demás.

Puede imponer su propia voluntad a los que dependen de ella o puede amenazarlos con el término de la relación o la retirada del afecto. Puede abstenerse de hacer una alabanza o de reconocer el mérito de alguien y comportarse en general como si tuviera los instintos heridos. Está demostrado que la psique de la persona que trata a los demás de esta manera se encuentra bajo los efectos de un fuerte ataque de un demonio que le está haciendo exactamente lo mismo a ella.

Muchas mujeres en esta situación deciden lanzarse a una campaña de limpieza y resuelven dejar de ser antipáticas y mostrarse amables y generosas. Es una decisión encomiable y un alivio para cuantos rodean a la mujer, siempre y cuando esta no se identifique demasiado con el hecho de ser una persona generosa, tal como le ocurrió al hombre del cuento que está en el oasis y, gracias a servir a los demás, se va encontrando cada vez mejor y se identifica con la anodina uniformidad de su vida.

De igual modo, la mujer que evita todos los enfrentamientos se va encontrando cada vez mejor. Pero se trata de una situación transitoria. Este no es el aprendizaje que andamos buscando. El aprendizaje que andamos buscando consiste en saber cuándo podemos dar rienda suelta a la justa cólera y cuándo no.

El cuento no gira en torno a la aspiración a la santidad, sino en torno a la sabiduría necesaria para saber cuándo tenemos que comportarnos de una forma integral y salvaje. Por regla general, los lobos evitan los enfrentamientos, pero, cuando tienen que defender su territorio o cuando algo o alguien los acosa o los acorrala sin cesar, estallan con la impresionante fuerza que les es propia. Ocurre muy raras veces, pero la capacidad de expresar su cólera figura en su repertorio y también tendría que figurar en el nuestro.

Se han hecho muchas conjeturas acerca del temor y los temblores que el impresionante poder de una mujer enfurecida es capaz de producir en los demás. Pero eso constituye a todas luces una excesiva proyección de las angustias personales del observador, de la que no cabe culpar en justicia a la mujer. En su psique instintiva la mujer tiene la capacidad de enfurecerse en grado considerable cuando se la provoca y no cabe duda de que eso es un poder. La cólera es uno de los medios innatos que ella posee para poder desarrollar una actividad creativa y conservar los equilibrios que más aprecia, todo aquello que ama verdaderamente.

No sólo es un derecho sino que, en determinados momentos y en ciertas circunstancias, constituye para ella un deber moral. Lo cual significa que llega un momento en que las mujeres tienen que enseñar los dientes, exhibir su poderosa capacidad de defender su territorio y decir "Hasta aquí y no más, se acabó lo que se daba, prepárate, tengo algo que decirte, ahora verás lo que es bueno".

Como el hombre al principio de "Los árboles secos" y como el guerrero de "El oso de la luna creciente", muchas mujeres tienen a menudo en su interior un soldado exhausto y tan cansado de las batallas que ya no quiere oír ni hablar de eso ni tener nada que ver con todo ello. Esta es la causa de la aparición de un oasis reseco en la psique. Se trata siempre, tanto dentro como fuera, de una zona de gran silencio que está esperando y casi pidiendo a gritos que estalle una tormenta, que se produzca una rotura, una sacudida, un estropicio que le permita volver a crear vida.

El hombre del cuento se queda inicialmente anonadado ante el hecho de haber matado al jinete. Sin embargo, cuando comprende que en aquel caso tenía que seguir el primer impulso, se libera de la norma excesivamente simple del "no enfadarse jamás". Como en "El oso de la luna creciente", la iluminación no se produce en el transcurso de la acción propiamente dicha sino cuando se destruye la ilusión y el sujeto adquiere la perspicacia suficiente como para comprender el significado oculto.


Notas

(8) La decisión de hacerlo depende de varios factores, entre ellos: la conciencia de la persona o el aspecto que ha causado el daño, su capacidad de causar más daño y sus intenciones futuras así como la ecuación de poder: si están en pie de igualdad o si se registra un desequilibrio de fuerzas. Todas estas cosas se tienen que evaluar debidamente.

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