domingo

LAUTRÉAMONT (8) - GASTON BACHELARD



II. EL BESTIARIO DE LAUTRÉAMONT



II

Hemos tratado de darle vueltas al problema, al no poderlo resolver a través de perspectivas de conjunto. Entonces hemos pensado que nos hacía falta estudiar los órganos ofensivos, y que si así encontrábamos los medios de la agresión ducassiana, de la crueldad que ofrece las más vivas delicias, veríamos formarse, por decirlo así, automáticamente -si es exacto el principio de nuestra explicación-, al animal que personifica el tipo agresivo más valorizado. De inmediato, vemos desenvolverse todas las fases de la filogénesis ducassiana. No obstante, como lo veremos, quedará una razón de ambigüedad, una razón esencial; pero no habrá ya confusión, ninguna huella de “esa emulación puerilmente sádica” que determina el juicio de un crítico.

¿Cuáles son pues los medios de agresión animal? El diente, el cuerno, el colmillo, la garra, la pata, la ventosa, el pico, el dardo, el veneno… Todos estos medios más o menos están representados explícitamente en los Cantos de Maldoror, pero lejos están de ser igualmente activos. Por ejemplo, no puede uno dejar de sorprenderse ante la pobreza de la fauna reptil en el bestiario ducassiano: el basilisco, la boa, el pitón, la víbora actúan poco. La serpiente, la víbora, a veces sólo son las producciones del fantasma sexual indicado por el simbolismo del psicoanálisis clásico. (2) Nada asombrosa es esta pobreza, pues si se reflexiona uno se da cuenta de que la acción del veneno no sirve en mucho a la fenomenología de la crueldad inmediata. En efecto el veneno, en vez de crueldad es más bien perfidia. ¿Habrá que recordar que, en los Bestiarios de la Edad Media, se considera que el veneno sólo es dañino en las venas del hombre, de allí su nombre? Una sangre generosa se defendería por si misma. Parece que el hombre mordido por el reptil sólo puede sucumbir por inadvertencia, durmiéndose. El hombre fuerte y activo no le teme a la perfidia.

El cuerno es tan inactivo como el dardo envenenado. Por consiguiente, al aplicar nuestro principio de explicación, no debemos asombrarnos de que en el Bestiario de los 185 animales ducassianos, sólo haya siete animales con cuernos. El rinoceronte mismo, simbolizando por un instante a un dios pesado e inactivo, de espesa capa, carece de acción ofensiva.

Con el diente, con la quijada, con el pico, el complejo de Lautréamont se precisa. Algo cruje y gime cuando la lechuza, “en su vuelo oblicuo, (se lleva) una rata o una rana en el pico, alimento para los pequeños, vivo, dulce” (p. 132). Igualmente, un gesto total, simple, logrado, se realiza cuando los perros trituran a los sapos de una sola tarascada.

Entonces la boca crece detrás de los dientes; un principio que devora extiende su apetito. La boca es inmensa porque los dientes son activos: el poeta se precipita en el espacio como en una boca (p. 217). Por ciertos rasgos, parece que los Cantos de Maldoror dan una manera de alimentos terrestres, alimentos de carne y de cráneo, siempre sin dulzor, siempre sorprendidos en la alegría de aplastar.

Pero ese último rasgo no representa todavía sino una pobre rama del lautréamonismo. No es en la dicha de poseer y de digerir donde Lautréamont busca el sentido de la vida: Hay que llegar a una crueldad más gratuita. Y después de haber eliminado los medios de agresión de coeficientes débiles, podemos llegar a pruebas más claras de la fecundidad de nuesra explicación.


Notas

(2)  Cf. Para la víbora: los Cantos de Maldoror, p. 265.

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