sábado

LAUTRÉAMONT (7) - GASTON BACHELARD


II. EL BESTIARIO DE LAUTRÉAMONT


I

Sorprendidos por esta enorme producción biológica, por esta confianza inaudita en el acto animal, hemos emprendido un estudio sistemático del Bestiario de Lautréamont. En particular, hemos tratado de reconocer los animales más sólidamente valorizados, las funciones animales más claramente deseadas por Lautréamont. Entre los 185 animales del bestiario duccasiano, una estadística rápida da los primeros puestos da al perro, al caballo, al cangrejo, a la araña, al sapo. Pero muy pronto nos ha parecido que una estadística de alguna manera formal esclarecía muy poco el problema lautréamoniano, e incluso amenazaba con plantearlo mal. En efecto, limitarse a señalar las formas animales en una exacta contabilidad de su aparición, equivale a olvidar lo esencial del complejo duccasiano, equivale a olvidar la dinámica de esta producción vital. Entonces, para ser psicológicamente exactos, hacía falta restituir el valor dinámico, el peso algebraico, midiendo la acción vital de los diversos animales. No hay otro medio sino vivir los Cantos de Maldoror. No bastaba mirar vivir. Nos hemos pues esforzado lealmente en probar la intensidad de los actos ducassianos. Y después de haber adjuntado un coeficiente dinámico, hemos reelaborado nuestra estadística. Francamente nos sentiríamos afortunados si otros lectores de Lautréamont quisieran verificar nuestros coeficientes dinámicos que pueden ser afectados por evaluaciones personales. Más o menos estamos seguros de que somos objetivos, al menos en los grandes rasgos que vamos a dibujar. Son demasiado claros para ser reflejo de una impresión personal.

De esta manera, en los Cantos de Maldoror, el perro y el caballo no están lo suficientemente dinamizados como para conservar los primeros puestos. Son medios externos. Maldoror activa a un corcel, excita a un perro, pero no entra en la intimidad del gesto animal. Por ejemplo, en los Cantos de Maldoror nada hay que permita reconocer la experiencia profunda del centauro, experiencia tan mal comprendida por los antiguos mitólogos, que siempre veían síntesis de imágenes donde había que ver síntesis de actos. Así, en los Cantos de Maldoror, el caballo no se precipita, transporta. El perro apenas supera la función de agresión que le impone su propietario burgués. Es una suerte de agresión delegada, carece de esa franqueza propia de la violencia ducassiana. Otra prueba de que el caballo y el perro no son más que imágenes exteriores, imágenes vistas, es que el caballo y el perro no se transforman, que sus formas no se inflan como tantos otros seres del Bestiario, que el hocico el perro no se multiplica para dinamizar bien la triple violencia de un cerbero. Caballo y perro no llevan ninguna huella de la potencia teratológica que caracteriza la imaginación ducassiana. Nada en ellos que emerja, pero que emerja continuamente. No traducen ningún impulso monstruoso. Finalmente, en los Cantos de Maldoror se ve que, animales como el perro o el caballo, no designan para nada un complejo dinámico. No pertenecen al cruel blasón del Conde Lautréamont.

En segundo lugar hemos examinado si la bien conocida declaración (p. 125): “En cuanto a mí, me sirvo de mi genio para pintar las delicias de la crueldad”, no debería designar las dominantes de la obra. Pero, también allí, hemos debido reconocer que la crueldad prefabricada, representada por el tigre, por el lobo, carecía de valor dinámico. La imagen del tigre, con su crueldad clásica, más bien bloquearía el complejo. En todo caso, nos parece que esas imágenes bloqueadas son las que paralizan el espíritu de ciertos lectores. De este modo, un crítico tan fino como René Lalou se queda en la exterioridad del lautréamonismo. A la bella fórmula que vanagloria las delicias de la crueldad la considera muy pronto: “Diluida en expresiones banales.” (1) No se tendrá esta impresión de dilución, si se evita partir de la crueldad masiva, prefabricada, totalizada en un animal tradicional, si a la crueldad se le restituye su pluralismo, si se la dispersa en todas las funciones de la agresión inventiva.

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