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PATRICIA SILVA IBÁÑEZ - MUJER RASGADA


Patricia Silva Ibáñez inicia precozmente su actividad plástica incentivada por sus ilustres abuelos. Sara de Ibáñez y Roberto Ibáñez, y hace su primera experiencia tallerística trabajando con el maestro Edgardo Ribeiro.

Posteriormente, y ya en el período posdictatorial concurre a la Escuela de Bellas Artes, de donde egresa fuertemente marcada por la orientación de Tola Invernizzi, quien escribió el catálogo de su muestra “Ángeles del olvido, ángeles de la memoria”.

A partir de esa época, la obra de Patricia Silva Ibáñez se ha difundido en diversos países, siendo de especial especial destaque el haber sido seleccionada para la Bienal de Verona en 2014 y la de Palermo en 2015, además de la exposición que realizó en Córdoba, España, en “Arte para cuatro”.
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¿Qué experiencia recogiste de tu incursión prácticamente infantil en el taller del mítico militante torresgarciano Edgardo Ribeiro? ¿Cómo y cuándo se disparó tu precocidad plástica?

Empecé a dibujar y pintar con crayolas y lápices de colores, a los tres, cuatro años, estimulada por mis abuelos maternos (Sara de Ibáñez y Roberto Ibáñez) con los que pasaba largas horas de mi infancia, y que me hicieron deslumbrar por primera vez con los grandes maestros que ellos me mostraban, desde las páginas satinadas de los libros de arte de su extensa biblioteca.

El Taller de Edgardo Ribeiro marcó filosóficamente mis primeros años de estudio formal de la pintura. Había resultado ganadora de un concurso interescolar, a los once años, y el premio era un año de estudio en este importante taller.

Recuerdo un cartel colocado arriba de la puerta de entrada, en el interior del taller: “Que nadie con falsos propósitos traspase esta puerta”. Y recuerdo al Maestro, de pocas palabras, impresionante con su altura, desde mi perspectiva de niña, sus lecciones sobre la paleta baja, de la que yo siempre me escapaba hacia los colores intensos de la paleta alta. No seguí su estética, pero me quedó para siempre su filosofía: el equilibrio de las líneas (más que estética, ética) el compartir con los compañeros (siempre nos reuníamos para tomar el té con bizcochos en mitad de la clase) y el respeto y cuidado por las herramientas de trabajo: nunca nos podíamos ir sin haber limpiado los pinceles.

Entre 1985 y 1999 trabajaste en Bellas Artes con Tola Invernizzi y realizaste tus primeras muestras con un discurso fuertemente influenciado por motivaciones históricas tan míticas como urgentes. ¿Cómo influyó esa programación temática en la búsqueda de tus recursos expresivos?

En 1985, después de la dictadura, la silenciada y cerrada Escuela Nacional de Bellas Artes reabre sus puertas y allí estoy yo, con veinte y pocos, para pasar por todas sus experiencias de estímulo creativo que fueron alimentando mis búsquedas. Entre 1985 y 1994, desde que entré al Taller Fundamental de Tola Invernizzi, dejé y recomencé muchas veces, con los paréntesis para esa otra creación: traer al mundo a mis tres hijos.

El Taller de Tola Invernizzi marcó una gran sacudida en mi forma de pintar: de figuras muy bien dibujadas (“para que te quieran” me había dicho el Tola) pasé a soltar el pincel en cuerpos y rostros que decían emociones, placer y dolor, expresionistas.

En esta época (movilizada por las declaraciones de un militar sobre el llamado “vuelo de la muerte”, y el destino de tantos desaparecidos) nace la serie: Ángeles del olvido, ángeles de la memoria, en homenaje a nuestros desaparecidos, y los de toda América. Son grandes trazos que representan “colgados” como crucificados, y madres que acunan el vacío, en acrílico sobre papel embalaje: lo que envuelve, y se descarta. Fue presentada en Cinemateca Pocitos, en 1996, auspiciada por Amnistía Internacional.

Tola Invernizzi presentó la muestra con estas palabras en las invitaciones: “Una de las versiones griegas del “decir” establecía el separar y a la vez, juntar. El artista asiste al caos -fuente de todas las cosas posibles- y de él separa cosas y a la vez, las junta.
Y en ese juntar –el qué y el cómo- está el camino del artista.
Lo que junta Patricia son imágenes plásticas -estas sólo las utiliza para nombrar otras cosas que en este caso le interesa nombrar.
Su recato no las nombra. Su actitud de artista sí.
No pide adhesión a su realización plástica por la intención de su discurso. No pide adhesión a su discurso por su realización plástica.
Sencillamente dice.”

Esta elección temática fue paralela a esa gran sacudida en mi estética, que significó ingresar al taller de este gran Maestro, y los recursos expresivos fueron los que iba alcanzando en ese camino turbulento, como un náufrago se va aferrando a las maderas que flotan sobre las aguas.

Por los Derechos Humanos participé con tres obras, en una muestra itinerante por Estados Unidos, de mujeres artistas uruguayas: “Las In-visibles”.Fue organizada por el Visual Arts Resources, de Eugene, Oregon, USA.

Por los Derechos Humanos, también, fui invitada por el Instituto Goethe, a fines de 1996, para realizar una muestra individual en el mismo, en 1997, sobre el genocidio indígena, que fue auspiciado por S.E.R.P.A.J (Servicio de Paz y Justicia). Aquí trabajé el volumen: eran grandes crisálidas sobre un gran montículo de tierra, del cual una bailarina y yo íbamos sacando terrones, y los entregábamos en silencio a cada uno de los espectadores, mientras una pareja de descendientes de los pueblos originarios hacía sonar un arco.

¿Cuál sería tu definición de la actual “mujer rasgada” a nivel civilizatorio?

La serie “Cuerpos rasgados”, surge a partir de contar mis propias heridas, y la conforman varias ”Mujeres rasgadas”. Son cuerpos de mujer tomados desde un enfoque fotográfico, y están todos, rasgados en alguna parte.

En nuestra civilización, seguimos habiendo miles de mujeres rasgadas, divididas, por un lado, por el deseo salvaje de volver a ser completamente libres, y por otro, por una cultura cibernética que nos masifica. Rasgadas, todavía, por heridas físicas, psíquicas o emocionales. El día que en nuestra civilización, no sea necesario festejar un Día Internacional de…, significará que las heridas han sido restañadas.

¿Te sentís inscrita en esa especie de misión “contraconquistadora” (según la definió José Lezama Lima) que le corresponde cumplir a la expresión americana en el Viejo Continente?

Hace ya varias décadas que el arte americano está presente en el viejo continente, aunque yo no me siento necesariamente o conscientemente formando parte de una misión "contraconquistadora". Sí me interesa que mi trabajo sea conocido en muchos lugares del mundo, y esto es posible, gracias al aspecto positivo de la cultura cibernética. (Anteriormente me referí al aspecto negativo.) De esta manera, me he podido presentar a concursos por los cuales estoy en muestras itinerantes (Por los Derechos de la Mujer, organizadas por Revolución de Artistas Anónimos) y también he sido seleccionada para dos Bienales en Italia (de Verona, 2014, y de Palermo: 2015) y he expuesto en Córdoba, España, en el marco de “Arte para cuatro”.

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