domingo

PARÍS ERA UNA FIESTA - ERNEST HEMINGWAY (21)


XVII


SCOTT FITZGERALD (4)

En Lyon supe que Scott había salido de París para Lyon, pero sin decir dónde pensaba alojarse. Confirmé mi dirección, y la sirvienta que contestó el teléfono dijo que se la comunicaría a Scott si él llamaba. Madame no se encontraba bien y todavía descansaba. Llamé a todos los buenos hoteles de Lyon pero no pude localizar a Scott, y después fui a un café a tomar un aperitivo y leer los diarios. En el café encontré a un hombre que se ganaba la vida comiendo fuego, y además torcía con el pulgar y el índice monedas que apretaba entre sus mandíbulas desdentadas. Mostraba las encías, machucadas pero aparentemente firmes, y dijo que le gustaba su oficio. Lo invité a tomar una copa y él aceptó encantado. Tenía una hermosa cara morena que rebrillaba cuando comía el fuego. Dijo que Lyon no era un buen lugar ni para comer fuego ni para hacer proezas de fuerza con los dedos y las mandíbulas. Los falsos tragafuegos habían estropeado el oficio, y lo iban a seguir estropeando mientras no les prohibieran ejercer. Dijo que él se había pasado la tarde comiendo fuego y que ahora ni siquiera le alcanzaba las monedas para cenar. Lo invité con otra copa para que se pudiera sacar el gusto a petróleo que le dejaba el fuego que tragaba, y le dije que podíamos cenar juntos en algún sitio bueno y barato. Dijo que conocía un sitio excelente.

Comimos muy barato en un restaurante argelino, y me gustaron la comida y el vino de Argelia. El tragafuegos era un buen hombre y era interesante verlo comer, porque era capaz de masticar con las encías tan bien igual que si tuviera dientes. Me preguntó cómo me ganaba la vida y dije que estaba empezando a trabajar como escritor. Me preguntó qué escribía, y le dije que cuentos. Dijo que él sabía muchos cuentos, algunos más horribles e increíbles que todo lo que se había escrito en el mundo. Me propuso contármelos para que yo los escribiera, y si se vendían bien podríamos repartirnos la ganancia equitativamente. Incluso me propuso irnos al África del Norte para que él me guiara hasta el país del Sultán Azul, donde iba a conocer las mejores historias que hubiese escuchado jamás.

Le pregunté qué clase de historias eran, y me dijo que trataban de batallas, ejecuciones, torturas, violaciones, orgías, y todos los tipos de costumbres y prácticas horribles que me pudieran servir. Ya era hora de volver al hotel para seguir rastreando a Scott, así que pagué la cuenta y le dije al argelino que seguramente volveríamos a encontrarnos algún día. Él dijo que pensaba irse acercando a Marsella trabajando por el camino, y yo le dije que había sido un gusto cenar con él. Lo dejé ocupado en enderezar monedas torcidas para apilarlas arriba de la mesa, y volví al hotel.

De noche, Lyon no era precisamente una ciudad alegre. Era una ciudad grande, pesada, donde corría el gran dinero, y seguramente había gente que disfrutaba de ese tipo de ambiente. Durante años oí hablar de los maravillosos pollos que se comen en los restaurantes de Lyon, pero aquella noche cené cordero. Estaba muy bueno.

En el hotel no había recibido comunicación de Scott, y me fui a la cama y me puse a leer el primer tomo de los Apuntes de un cazador de Turgéniev, un ejemplar prestado por la librería de Sylvia Beach. Hacía tres años que no me encontraba entre el lujo de un gran hotel, y abrí de par en par las ventanas y apilé las almohadas para apoyar la cabeza y los hombros, y fui feliz con Turgéniev en Rusia hasta que me dormí leyendo. Al otro día me estaba afeitando para bajar a desayunar, cuando llamaron de la conserjería diciendo que un caballero preguntaba por mí.

-Díganle que suba, por favor -dije.

Seguí afeitándome y escuchando los ruidos de la ciudad, que se había despertado pesadamente al amanecer.

Scott no subió, y finalmente nos reunimos en el vestíbulo.

-Lamento muchísimo este enredo -dijo. -Si me hubieras dicho en qué hotel pensabas alojarte, no hubiera pasado nada hubiera.

-No tiene importancia -contesté, porque teníamos mucho camino por recorrer y lo mejor era hacerlos en paz. -¿En qué tren viniste?

-En uno que salió un rato después del tuyo. Era un tren muy cómodo, y no entiendo por qué no vinimos juntos.

-¿Ya desayunaste?

-Todavía no. Me pasé dando vueltas buscándote por toda la ciudad.

-Qué pena -contesté. -¿No te dijeron en tu casa que yo estaba aquí?

-No. Zelda no se sentía bien, y creo que no tendría que haberla dejado sola. Por ahora, este viaje es un desastre.

-Vamos a desayunar y a buscar el coche y nos vamos de una vez -dije.

-Me parece muy bien. ¿Desayunamos aquí?

-Va a ser más rápido en un café.

-Pero aquí tenemos la seguridad de desayunar bien.

-Bueno.

Fue un gran desayuno al estilo americano, con jamón y huevos. Pero mientras lo prepararon y lo comimos, perdimos casi una hora. Y cuando apareció el mozo con la cuenta, Scott tuvo la idea de encargar que nos prepararan un almuerzo como para picnic. Traté de convencerlo de que no valía la pena, porque alcanzaba con comprar una botella de Mâcon en Mâcon, y unos embutidos para hacernos sándwiches. Y si en todo caso encontrábamos cerradas las charcuterías, podíamos parar en cualquier restaurante. Pero Scott dijo que yo le había dicho que los pollos de Lyon eran de primera, y que teníamos que llevarnos un pollo. Entonces nos prepararon un almuerzo en el hotel, lo que nos hizo perder cuatro o cinco veces más tiempo que el que nos hubiese llevado comprarlo en una tienda.

Era evidente que Scott había tomado algunas copas antes de venir a buscarme, y como parecía que todavía necesitaba otra, le pregunté si no quería que fuéramos al bar a tomar una antes de irnos. Me contestó que él nunca bebía de mañana, y me preguntó si yo empezaba a beber a esa hora. Dije que dependía por completo de mi humor y de lo que tenía que hacer, y él dijo que si yo necesitaba una copa, me podía acompañar para que no tuviera que tomarla solo. Así que pedimos un whisky con Perrier en el bar mientras esperábamos el almuerzo, y los dos nos sentimos mucho más a gusto.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+