domingo

LA BESTIA TRANSFIGURADA (5)

                                                            

HUGO GIOVANETTI VIOLA

17 / PAVORREALISMO

Ahora no me queda más remedio que transcribir una parte irreescribible del capítulo 17 / I de mis Confesiones.

Cuando salió la segunda edición de El pozo, acompañada por un ilustrativo ensayo de Ángel Rama, yo estaba terminando Preparatorios y lo compré en una de las librerías que había frente al IAVA y me cambió otra vez la vida. Comprobé, electrizado, que después de Herrera y Reissig existía un segundo Capitán del Vuelo literario uruguayo y ese mismo invierno escribí mi pocito, titulado El número y el sitio. Y cuando se lo mostré a Leonel Roche recibí la misma insufrible mirada de inquisitorial incomprensión que le clavó Quijano a Onetti en 1939 y que significaba: ¿Cómo pudiste inventar esta asquerosidad con el talento que tenés? A Guillermo Fernández, en cambio, le interesó.

Y a mi viejo lo enganchó el clima rabioso y le encantó especialmente una guiñada coloquial: cosa fina la vecina. Nos pasamos jodiendo durante años con eso.

Lo importante, además, fue que aquella edición de Arca ya me hizo vislumbrar que los popes literarios de la Generación del 45 que todavía digitan, a través de sus embotados y adulones discípulos, los figurines y las vidrieras del establishment, entendían poco de arte. ¿Cómo podía Ángel Rama, en la contratapa de la joya continental que él mismo estaba desenterrando y exhibiendo con vanidad de pioneer, decir que El pozo era un texto irremisiblemente ingenuo y equivocado, pero lleno de vida y de arte?

Los sociologistas, Walt Whitman, los sociologistas, podríamos glosar al espantado García Lorca neoyorquino. ¿Cómo un texto que está lleno de vida y de arte puede considerarse al mismo tiempo irremisiblemente ingenuo y equivocado? Pero la tara del sociologismo, que en el ombligo del mundo padeció abanderadamente hasta el tigre Althusser, les prohíbe comprender que la esencia de los símbolos es irreductible a cualquier clarificación conceptual manipulable por la ideología política o religiosa que pelea por conservar y conquistar el poder.

Y pensar que la solución la ofrecen genios bien mirados desde las izquierdas, y un solo artículo de Pavese o Bajtin es capaz de legitimar con total brillantez la especificidad inapelable del mito. Pero la barbarie inquisitorial es idéntica en cualquier época: con el mismo gestito con que el finísimo Felipe II descartó al Greco por no favorecer la comprensión popular de los santos ordenada por la Contrarreforma, Stalin mandó matar a Isaak Babel, que había integrado los escuadrones ecuestres de cosacos de Lenin y afilado un fraseo más relampagueante que el del mismo Hemingway.

Pobre Juan, pienso ahora. Y todavía tiene que haberse alegrado con la despreciativa reivindicación del paranoico Linacero. Claro que el imperator Julito la pasó mucho peor. Y todavía va a seguir padeciendo el ninguneo popular y el reconocimiento regañadientudo de los eruditos miopes quién sabe por cuánto tiempo.

Y así sigue funcionando la agonía de este mundo, asqueado Federico.

Aunque el Amor jamás va a dejará de repartir coronas de alegría para que la vida sea noble, buena y sagrada como le corresponde.


18 /  TERNURA

La obra de Horacio Herrera (el plástico más joven que integró la minimuestra montada como antesala de las fundamentaciones teóricas y el correlato audiovisual vertebradores de La Bestia Pop) pertenece a lo que podría llamarse legítimamente (y sin forzar delimitaciones de calendario) el discurso del 2000.

Este trabajo, que ganó una mención especial en la muestra colectiva ARTE PUNTA 2013 realizada en el hotel Conrad a mediados de enero, integra una serie de cinco “abstractos digitales” que fueron obtenidos a través de reproducciones impresas y multiplicadoras de un diseño primigenio que permanece archivado en el ordenador, como sucede con las planchas originales de los grabados.

Y en este caso recomendamos recorrer previamente su website para constatar que el autor ha trabajado con depurada solvencia (desde sus comienzos orientados entre 2002 y 2006 por Gabriel Bruzzone y Sergio Viera) las texturas del óleo, el acrílico y el grafito aplicadas a composiciones figurativas, antes de desembocar en esta nueva etapa.

En una entrevista publicada el año pasado en nuestro blog, Herrera puntualizó que el proceso de su evolución implicó una decantación de varios años: Desde 2007 me empecé a adentrar en la composición abstracta y de a poco fui incorporando o probando nuevas cosas en esa búsqueda de una obra personal, con la que yo mismo me sintiera identificado. Esas cosas -que hasta el momento no había hecho- me hacían sentir más libre y menos encasillado en conceptos ya establecidos: los formatos se fueron haciendo más grandes porque el mismo trabajo lo iba pidiendo, y también me atreví a poner colores más jugados creando a veces composiciones muy chocantes, en fin, cada vez con mayor libertad. (…) Creo que la abstracción te abre muchas posibilidades, aunque también te limita en cierto sentido ya que te expone más al caos.

Y fue justamente analizando uno de estos “abstractos digitales” (al que bautizamos Construcción de la ternura) que nosotros subrayamos que la plástica de Herrera se inscribe en un flujo continental definido con magistral contundencia por Irlemar Chiampi: La tensión (si interpretamos la red de imágenes de Lezama) es una suerte de marca formal del arte barroco americano, que en vez de acumular, como el barroco europeo, o yuxtaponer los elementos dispares los combina para alcanzar la forma unitiva (subrayamos nosotros).

Lola Fernández, por otra parte, en su particularísimo asedio crítico-coloquial de Construcción de la ternura, aclara tajantemente: Para mí es un cuadro que, desde de punto de vista estrictamente plástico, cumple con muchísimos ÓRDENES VISUALES y desde mi modesto ojo es una obra con unidad, porque al apoyarse en estos conceptos gráficos de visualización no hay obra que se despeñe. (…) La imagen final de una obra no es “verdurita”, pero lo principal es la construcción del Bicho, porque va dirigida a los ojos de cualquiera y le da estabilidad, aunque el espectador no sepa un pepino o sienta que “no le gusta”, etc. etc. (…) Claro que por encima de todos los “lenguajes o relatos analíticos” lo que finalmente termina importando y valiendo de verdad es la primera impresión del espectador. Y a mí este abstracto digital me encanta.


19 / DRINKS

En el 65 nos propusimos calcar una banda beat con tres muchachos del barrio, y como yo tenía la obligación neurótica de salvar todos los exámenes de Preparatorios entre noviembre y diciembre pude pasarme las vacaciones domando durante ocho horas diarias un torturante encordado de acero, hasta que al final del verano ya dominaba completamente los traslados de las cejillas.
                                                                                               
Aquella fue la primera vez en mi vida que logré poner mi compulsividad al servicio de la belleza colectiva, y el costo fue una especie de lesión-tic tendinal irreversible que dos por tres le hace pegar graciosísimos sacudones incontrolables a mi antebrazo izquierdo, pero no me arrepiento.

Nos llamábamos Los Hammers y debutamos ese mismo invierno en un cumpleaños de quince con equipos alquilados y casi todas las canciones mal sacadas, porque en aquellos tiempos no había profesores ni eventuales colegas-guías preparados para entender el memorabilísimo entramado rítmico-armónico-dinámico con el que los muchachos de Liverpool y su productor musical, George Martin, enriquecieron y remodelaron universalmente (en un sentido arquetípico unitivo y no globalizador glamoroso) a la balada rock.

Y lo que subyacía tensando y condensando aquella extraordinaria espiritualidad popular (porque la avalancha de experimentaciones que se nos ofrecían en cada nuevo disco nunca desfiguró una apariencia de sencillez cuidadosísimamente preservada) era un filum capaz de conjuntar nada menos que los universos de la negritud americana y la música clásica eurocentrista.

No olvidemos que durante la contemplación de un arcoiris (fenómeno perfectamente comparable al surgimiento de esta supraluminosidad cultural) comprobamos que los mensajes espejismales (donde reina la espesura esencial de la fantasía) nos revelan algo así como el reverso inapresable de la realidad.

Claro que se necesitó el advenimiento del nuevo eón para que comprendiéramos del todo que aquel irreverente y arrasador festejo juvenil de la vida ofrecido por los Beatles (y toda la generación de grandes bandas sixties consteladas alrededor del bigbang liverpoolense) hizo que el planeta entero necesitara danzar y cantar desmelenadamente sobre las cenizas de dos guerras mundiales y dos bombas atómicas con la resurrecta vocación de eternidad que las revoluciones supuestamente mesiánicas le habían pretendido guillotinar, junto con la mismísima cabeza de la Divinidad (fuese cual fuese la forma en que se la concibiera).

El Uruguay está considerado (con irrefutables fundamentos psiquiátricos) como el país más triste de América, y a pesar de que a mí nunca me gustó bailar, la rememoración de aquellas celebraciones masivas que generábamos todos los domingos en los drinks del Náutico, por ejemplo, me provoca un orgullo que no me abandonará (y aquí no puedo coincidir con Manzi) ni siquiera cuando mi cuerpo hinche un hormiguero bajo la tierra. Porque aquello no era un entertaining, sino una multiplicación milagrosa de maná en el desierto cotidiano.


20 / MANOS

En agosto de 2005, cuando ya nos habíamos decidido a filmar la adaptación de mi novela Jesús de Punta del Este, organizamos un pequeño retiro de consustanciación con la cosa en un apartamento que nos prestaron en el Nogaró, y mientras entrábamos a la península Moure Clouzet puso a todo volumen Cuando juega Uruguay y empezamos a corearla a todo trapo con Jaime Roos.

Después nos dimos cuenta que aquella entrada desafiante a nuestra Jerusalén fariseicamente diseñada for export tenía un valor de ceremonial o ritual iniciático del proyecto multimedia encarado por elMontevideano Laboratorio de Artes, y los dos sentimos que en el momento de berrear A la cancha la celeste Vamos / como dijo el Negro Jefe / los de afuera son de palo / que comience la función, nos invadió una especie de resplandor misionero que nunca nos abandonaría en estos 9 años de militancia cultural dedicada a resignificar el fracaso artiguista, a través de la convocatoria del axis mundi fundancional y sagrado de Purificación.
                                                                                                              
Lo asombroso es que se nos haya ocurrido manijearnos el entusiasmo embanderándonos precisamente con la decaidísima vigencia del mito futbolero, que en aquella época ya parecía ser la última comprobación del rigor mortis de nuestra cultura.

Y el domingo 11 de octubre de 2009 escribí una paginita de apuro para el blog (Álvaro la quería publicar antes de que supiéramos si íbamos a clasificar para el Mundial de Sudáfrica) titulada La mirada de Forlán, porque considerábamos que la fe que había tenido Diego la noche anterior en la altura ecuatoriana importaba hoy hasta siempre, y que narrarla desde una óptica épica implicaba inyectarle una sustancia iluminadora y transformante a las nuevas generaciones.

El golero argentino-ecuatoriano se acercó a intimidarlo -detallé sobre el final de la nota, pero un segundo antes de patear Forlán levantó una concentración transfigurada hacia el arco y actuó una belicosidad celeste que no le conocíamos. Y fue como si le dijera al atajador: Ahora asustate vos porque los que van a clavarte son Aquiles y Artigas y Obdulio juntos, además de este soldado.

Y en un reportaje que me hicieron el año pasado por encargo de una publicación mexicana, adjunté una reflexión complementaria formulada también durante las conferencias de La Bestia Pop¿Vos te creés que las manos de Suárez se hubiesen levantado en el partido contra Ghana (y conste que también estaban levantadas las de Fucile al lado) para decir Esta pelota acá no entra si no fuésemos constitutivamente artigos? ¿Te imaginás a Messi o a Cristiano Ronaldo o a Neymar sacando la pelota de la línea? No, botija: en el panorama del fútbol mundial de primer nivel hay una garra indomable que es incanjeablemente nuestra. (Artiganes o pierdas, como lo definió extraordinariamente la revista argentina Olé durante el último Mundial.)

¿Cómo podríamos olvidarnos de la inspiración premonitoria que nos consteló el arquetipo de la indomabilidad mestiza (cristiana y charrúa) cuando entramos 5 años antes en la ciudad-templo del consumismo salvaje aullando A la cancha la celeste igual que si le estuviésemos mostrando los colmillos a la porteñada en Guayabo?

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