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PABLO COSSIO - LA TREMENDA PULSIÓN DEL MESTIZAJE CULTURAL


De garganta caída es el primer poemario de Pablo Cossio (Uruguay, 1983) y está siendo publicado en entregas por elMontevideano Laboratorio de Artes.

Cossio dio a conocer sus primeros textos en el volumen colectivo Aunque se llene de sillas la verdad (Taller Literario Universo / Caracol al Galope, 2004) y posteriormente en una publicación del Café Literario del Liceo Alberto Candeau, en Paso Carrasco.

En 2006 participó como actor en el largometraje de ficción Jesús de Punta del Este, de Álvaro Moure Clouzet.

Entre 2007 y 2009 realizó cursos en la Facultad de Filosofía Mons. Mariano Soler y participó en el blog de elMontevieano Laboratorio de Artes con el seudónimo de Pablo del Reino.

Para hablarlo en Raymond Radiguet y yendo hasta lo más hondo de tu infancia, ¿qué recuerdos tenés de esos momentos decisivos en los que sentimos que la poesía de la vida se empodera de nosotros?

Desde muy chico tengo algo así como una imagen, o una sensación (no sé muy bien cómo definirla): estoy viendo un amanecer y soy uno solo con todo el paisaje, diluido. En ese momento todo se vuelve irrelevante. Tener o no tener, la lucha “por”, y todo lo de la vida, todo es simple, pasajero. No estoy revelando ninguna sensación desconocida… pero sí es extraordinaria. Años después, cuando estuve en una base aeronaval cuidando los helicópteros con un fusil y todo, recuerdo que eran como las cinco de la mañana, hacía mucho frío y empezó el amanecer. Entonces sentí la misma necesidad de “ser”. Así que me puse el fusil en la boca y creí que al fin sería uno con todo (estaba muy deprimido, por supuesto). Y en ese momento me empezó a abrigar el sol y se sentía como música, como colores. Lo había entendido, todo era hermoso y estaba bien hecho. Había que cantarle a la vida, incluso en su negrura luminosa.

Ya no puedo evitar mirar a la gente en sus ojos y tratar de descubrirles la Cosa.

¿Por qué elegiste el verso de Gastón Ciarlo, “Dino”, De garganta caída, para titular un poemario donde reina una vitalísima contemplación de lo que vos llamás la Cosa?

Porque esa Cosa, maravillosa y todo lo que quieras, es de lo más perra con quien la busca, y a veces nos mantiene durante años palpando lo oscuro, nos seca y nos deja a ciegas, desesperados. Con San Juan de la Cruz entendí que ese es su mecanismo (véase Noche Oscura y Llama de amor viva). Pero una cosa es entenderlo intelectualmente y otra tener que sufrirlo, y eso pasa toda la vida. Entonces uno quiere siempre mandar todo por el wáter y dejar de creer en lo que hay que hacer,  todo parece más fácil así. Y me tardé diez años en madurar y empezar a tomar en serio mi propósito: el niño interior sólo quiere caramelos.


Entonces: le llamo con ese verso porque he pasado años sin querer escribir ni un solo verso (aunque nunca dejaron de aparecer los ritmos y colores formando versos en mi cabeza); tiene una tonalidad oscura porque es así como empieza casi todo lo que escribo; termina casi siempre con luz porque no puedo (aunque a veces quiera), dejar de pecharme con la Fe.

¿Cómo describirías a esa batalla existencial hacia la que la fe nos exige hacer girar los ojos sin el menor descanso concebible?

“Ser o no Ser”. No hay medio pelo. Para cada persona significará algo diferente y sólo ella puede encontrar qué es lo que le toca “ser o no”, y lo que encuentre será indiscutible con los de afuera (que son todos, y “son de palo”). Los que no ven siempre te van a juzgar por tu hallazgo y a criticar: para qué hacer eso que no te remunera? Para qué…

Y así es la cosa, “tal y como es” la cosa.

Estoy redactando este reportaje el 2 de febrero, fecha en el que el Protector decidió bautizar Purificación a la capital de su Liga Federal como homenaje a la Virgen María. ¿Cómo late cada día esa garra sagrada en tu vida de inmigrante chicano enamorado de su familia y decidido a descoyuntarse peleando contra el otro que desafió a Jacob?

A mí me llena de orgullo haber traído a esta tierra tan llena de maravillas y miserias (como lo es todo el resto el mundo) esa sangre oriental dura y dulce que nos depositó la garra de José Artigas. Aquí cada uno se ve obligado cada día a quebrarse los brazos por sobrevivir, defenderse y defender a los tuyos, sin regalos.

Me siento heredero y responsable de esa tremenda lista de orientales que se pararon frente al toro con un pedazo de trapo rojo para ponernos pan en los ojos, y me siento ansioso de encontrar un camino de retroalimentación con lo que hay de grande en esta tierra también. Aquí he tenido la oportunidad de conocer gente de casi todos los países de Latinoamérica y conversar descubriéndonos la sangre. Veo a diario el poder del mestizaje de la carne, pero más aún, lo tremendo del mestizaje cultural. Más que oriental, en general me siento humano.

Aquí no tengo tiempo para nada. Mi esposa y yo tenemos que trabajar como bestias para traer el bendito “pan en que sentarse”, y aun así, de alguna manera aparecen las energías necesarias para alimentar lo que no pasa por la panza.

Nuestra tierra tiene profundidad vertical, tiene calidad; esta tierra tiene energía, el aire te lo dice.

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