jueves

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS - CLARISSA PINKOLA ESTÉS



CIENTOCATORCEAVA ENTREGA
CAPÍTULO 12


La demarcación de territorio - Los límites de la cólera y el perdón

La justa cólera (1)

El hecho de ofrecer la otra mejilla, es decir, de guardar silencio en presencia de la injusticia o de los malos tratos, se tiene que sopesar cuidadosamente. Una cosa es utilizar la resistencia pasiva como herramienta política tal como Gandhi enseñó a hacer a las masas, y otra muy distinta que se anime u obligue a las mujeres a guardar silencio para poder sobrevivir a una situación insoportable de corrupción o de injusto poder en la familia, la comunidad o el mundo. Las mujeres sufren la amputación de la naturaleza salvaje y su silencio no obedece a la serenidad sino que es una enorme defensa para evitar unos daños. Se equivocan quienes piensan que el hecho de que una mujer guarde silencio significa siempre que esta aprueba la vida tal como es.

Hay veces en que resulta absolutamente necesario dar rienda suelta a una cólera capaz de sacudir el cielo. Hay un momento -aunque tales ocasiones no abunden demasiado, siempre hay un momento- en que una tiene que soltar toda la artillería que lleva dentro. Y debe hacerlo en respuesta a una grave ofensa, una ofensa muy grande contra el alma o el espíritu. Una tiene que haber probado primero todos los medios razonables para que se produzca un cambio. Cuando todo falla, hemos de elegir el momento más adecuado. Existe sin duda un momento apropiado para desencadenar toda la cólera que la mujer lleva dentro.

Cuando las mujeres prestan atención al yo instintivo, tal como hace el hombre del siguiente cuento, saben que ha llegado la hora. Lo saben intuitivamente y obran en consecuencia. Y es justo que lo hagan.

Este cuento procede de Oriente Medio. En Asia hay distintas versiones sufíes, budistas e hindúes (7). Pertenece a la categoría de cuentos que giran en torno a la realización de un acto prohibido o inaceptable con el fin de salvar la vida.
∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼

Los árboles secos

Había una vez un hombre cuyo mal carácter le había hecho desperdiciar más tiempo y perder más buenos amigos que cualquier otro elemento de su vida.

Se acercó a un sabio anciano vestido de andrajos y le preguntó:

-¿Cómo puedo dominar el demonio de mi cólera?

El anciano le dijo que se dirigiera a un oasis agostado del lejano desierto, se sentara entre los árboles secos y extrajera agua salobre para cualquier viajero que acertara a pasar por allí.

El joven, en su afán por vencer su cólera, se dirigió al lugar de los árboles marchitos del desierto. Durante varios meses, envuelto en una túnica y un albornoz para protegerse de la arena, extrajo agua amarga y se la dio a todos los que se acercaban a aquel lugar. Pasaron varios años y el hombre no sufrió más accesos de cólera. Un día se acercó al oasis seco un viajero vestido de oscuro y contempló con arrogancia al hombre que le ofrecía un cuenco de agua. El viajero se burló del agua turbia, la rechazó y reanudó su camino.

El hombre que le ofrecía el agua se encolerizó inmediatamente hasta tal punto que la rabia lo cegó y, agarrando al viajero, lo derribó de su camello y lo mató en el acto. Inmediatamente se arrepintió de haberse dejado llevar por su arrebato de cólera y haber perpetrado semejante acción. De pronto, se acercó otro jinete al galope. El jinete contempló el rostro del muerto y exclamó:

-¡Gracias sean dadas a Alá, pues has matado al hombre que iba a matar al rey!

En aquel momento la turbia y salobre agua del oasis se volvió clara y dulce y los árboles secos del oasis reverdecieron y se llenaron de flores.
∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼

Notas

(7) Existe una versión de este antiguo cuento contada por el cuentista-sanador sufí Indries Shah en Wisdom of Idiots(Londres, Octagon Press, 1970).

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+