viernes

LAUTRÉAMONT (4) - GASTON BACHELARD


(traduccón de Angelina Martín del Campo)

I. AGRESIÓN Y POESÍA NERVIOSA

IV (1)

En principio hay textos muy claros que producen el frenesí de la metamorfosis, y sobre todo la felicidad de la metamorfosis (p. 272). “La metamorfosis nunca apareció ante mis ojos más que como la grande y magnánima resonancia de una dicha perfecta, que esperaba desde hace mucho tiempo. ¡Había llegado, por fin, ese día en que fui un puerco! Afinaba mis dientes en la corteza de los árboles: contemplaba mi jeta con delicia.” Después, página 274, cuando la tensión vital desciende: “Me dio tanto dolor volver a mi forma primitiva, que, durante las noches, aún lloro.” Y, para volver a encontrar su “resplandeciente grandeza”, siempre querrá (pág. 274) “recuperar, como un derecho, (su) metamorfosis destruida”.

En Lautréamont, con mucha frecuencia, la metamorfosis es el medio de concretar de inmediato un acto vigoroso. En consecuencia, la metamorfosis es sobre todo una metratopía, la conquista de otro movimiento, tanto como decir de un nuevo tiempo. Puesto que el acto vigoroso deseado es un acto de agresión, el tiempo debe ser concebido como una acumulación de instantes decisivos, sin mayor preocupación por el tiempo que dure la ejecución. La decisión crece al afirmarse. Las ganas-de-atacar se aceleran. Unas ganas-de-atacar que disminuyeran serían un absurdo.

Para comprender bien esta aceleración vital, lo mejor es comparar a Lautréamont como un autor como Kafka, que vive en un tiempo que muere.

En el autor alemán, parece que la metamorfosis fuera siempre una desgracia, una caída, un adormecimiento, un envilecimiento. Uno muere de una metamorfosis. A nuestro parecer, Kafka sufre de un complejo de Lautréamont negativo nocturno, negro. Y lo que tal vez prueba el interés de nuestras investigaciones sobre la velocidad poética y sobre la riqueza temporal es que la metamorfosis de Kafka aparece claramente como una disminución de la vida y de las acciones.

¿Es necesario dar pruebas? (4) La madre y la hermana de Gregorio, metamorfoseado en cucaracha, se tardan cuatro horas en mover un cofre sin que por otra parte lo logren, Gregorio las ve a través de su propia fatiga. Después, cuando la metamorfosis se arraiga, (5) Gregorio se cubre poco a poco de viscosidad, se pega a los muros; vive en un mundo coagulado, en un tiempo viscoso; renguea por aquí, por allá; está aturdido, siempre muy atrasado respecto a una idea, a una sensación. “Pierde el aliento” al menor esfuerzo. Toda su vida es una animalidad que poco a poco decrece. (6) “Permanece allí, con los ojos cerrados, sin quererlos abrir nunca durante cuartos de horas haciendo lentamente vaivén con la cabeza.” Así, la voluntad está rota, muerta. Gregorio ya no desea. Si deseara, desearía algo del pasado. Vive en un tiempo sin porvenir.

Esa lentitud era el mal profundo, el mal lejano que, sin duda, ha acarreado la metamorfosis. Gregorio recuerda a una mujer que, en el tiempo de su forma humana, en su adolescencia, “había buscado de manera seria pero demasiado lenta”.


Notas

(4) Kafka, La métamorphose, trad. Vialatte, N.R.F., p. 59
(5) Ibid. p. 70.
(6) Ibid, p. 75.

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