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ALBERTO METHOL FERRÉ - PUEBLA / PROCESO Y TENSIONES (6)


SEXTA ENTREGA

I. EN CAMINO.                                                      

3. DINAMICA DE LAS TENDENCIAS. (2)

La dinámica de las tendencias, en lenguaje académico, es el pluralismo teológico legítimo. Es decir, ni exclusivismo de las tendencias, ni cambalache, mal que les pese a muchos espíritus invertebrados en desasosiego. El cambalache son ellos, no la Iglesia. Esto también hay que saber decirlo con firmeza, con espíritu de servicio leal, con dolor. La apertura de las tendencias entre sí, no es blandura ni falta de discernimiento eclesial.
¿Qué puede significar en la lógica oposicional y unitiva de las tendencias la Conferencia de Puebla? La Iglesia necesita recapitularse de tanto en tanto y, al hacerlo, evitar que las tendencias giren sobre sí mismas, infecundas y destructoras. Así, la Iglesia pone a las tendencias en corto-circuito; las obliga a dialogar, a reconocerse, mal que les pese. En la historia, muchos concilios han sido bolsas de gatos, de espléndidos resultados eclesiales. Hay peleas que son diálogo. La preparación de una Conferencia pone, si hay distancias importantes, a las tendencias al rojo vivo. Se va a dirimir rumbos y algunas tendrán más incidencias que otras. En alta tensión, a veces las tendencias dan lo mejor de sí, en tanto que otras veces, si son decadentes, caen en lo peor de sí. Una Conferencia General es una confrontación. Impide que las tendencias, libradas a la complacencia de su soledad, se empobrezcan, se estereotipen. La fosilización de las tendencias coincide con su autosatisfacción intelectual y espiritual, que es sordera para los otros. Y no hay Conferencia sin voluntad común de audición. Si es así, estamos en la mayor lucha, para la mayor reconciliación. La división busca la comunión. Cosa bien difícil, pero si fuera fácil no habría Conferencia. De algún modo, una Conferencia General busca una nueva síntesis de las tendencias.
Esto no quiere decir que las tendencias desaparezcan. No. No hay síntesis completas, sin fisuras, ambigüedades, exigencia de nuevas precisiones. Toda síntesis hace reaparecer las tendencias, pero las oposiciones ya no son idénticas a las pasadas. Estas se han penetrado, han alcanzado un nuevo punto de partida y, así se relanzan con nuevos motivos. La síntesis alcanzada renueva o genera nuevas tendencias. Pone nuevos problemas. Una Conferencia es una fusión para la renovación de las tendencias. Quien pretenda atravesar indemne la Conferencia General supone que no tiene nada que aprender de los otros; elige de antemano la soledad egocéntrica; niega el sentido mismo de la Conferencia y de la Iglesia. De tal manera muere por consumirse a sí mismo, en la indiferencia o la rabia, eso es secundario. No varía la esclerosis esencial, el inmovilismo, la presunción. La agitación frenética puede esconder una parálisis.
En la historia de Concilios y Sínodos, la lucha de tendencias no ha sido siempre tan pacífica y armoniosa como la del Concilio Vaticano II, que es por lógica, el arquetipo inconsciente que todos tenemos de una Asamblea eclesial. No siempre fue así, ni mucho menos. Los primeros Concilios y Sínodos se desarrollaron en medio de tormentas, acusaciones y apelaciones, protestas, aclamaciones y aún violencias. Por ejemplo, estas dos noticias de Philip Hugges: “El Concilio se reunió en Efeso el 8 de Agosto de 449, en la misma basílica que el de 431. Presidió Dióscoro, Obispo de Alejandría. Lo que siguió fue una serie de atropellos. El Presidente empezó por excluir a todos los que había tenido alguna participación en la sentencia de Eutiques y a todos los sospechosos de hostilidad hacia el monje, imponiendo su voluntad al Concilio con amenazas de destitución, de destierro, e incluso de muerte, con un gran despliegue de fuerza armada puesta a su disposición por el gobierno. Eutiques fue repuesto, se depuso a Flaviano y a Teodoreto y las doce proposiciones de San Cirilo tomadas en sentido eutiquiano, fueron adoptadas oficialmente como definición dogmática. Flaviano, encarcelado murió a causa de los malos tratos. Los legados romanos protestaron, más no fueron oídos y sólo la huída les salvó de correr la misma suerte que Flaviano” (Historia de la Iglesia – Herder, pág. 51). Ante esto, el Papa exclamó “No es un Concilio, sino más bien un latrocinio”. Como se ve, no eran meras controversias académicas de teólogos y pastores. Y agrega Hugges: “Las principales etapas de la contienda arriana se vieron acompañadas de grandes demostraciones populares, con tumultos y riñas callejeras. En Efeso, en el año 431, el pueblo escoltó a los Obispos ortodoxos hasta sus residencias, después de la definición de fe, con procesiones de antorchas” (pág. 41).
No queremos abundar, pues ya es suficiente para borrar las imágenes D’Epinal de reuniones generales episcopales. Pero vale también decir que en aquellos primeros concilios tan tensionados por las tendencias, el Espíritu inspiró las grandes fórmulas dogmáticas trinitarias y cristológicas que han afianzado el sentido auténtico de la tradición evangélica de la Iglesia. ¡Y en la actualidad hay frívolos que pretenden que aquellas definiciones eran abstractas! Siempre es así; Dios escribe derecho con líneas torcidas.
Nadie se extrañe, pues, por tormentas y tumultos. Cuando está tocado de algún modo el sentido absoluto de la vida, no es de sorprenderse por las pasiones que se desatan. Eso es lo terrible de las guerras religiosas. Todo espíritu auténticamente religioso está amenazado por el espíritu de la guerra, por su sed de Absoluto, donde todo está concentrado. Pero como el Absoluto insondable se ha revelado como Amor, entonces también nada más repugnante y grotesco que la “furia” religiosa, en tanto ruptura de todo sentido fraterno. La violencia sectaria es la mayor corrupción del espíritu cristiano. Y en esta preparación a Puebla aquella también ha dado sus señales de vida. Lo peor es la corrupción de lo mejor.
En las Iglesias de América Latina muchas cosas importantes, vitales, están en juego. No nos sorprenda, entonces, la atmósfera recargada que muchos auspician. Con la mayor probabilidad habrá grandes alborotos alrededor de la Conferencia de Puebla. Hay grupos que se preparan desde hace meses para esto. Quizá son los que están más afuera de la Conferencia y por eso, necesiten altoparlantes para hacerse oír. O, sabiendo que tienen poca incidencia en sus propias Iglesias, quieran ganar la Conferencia por “fuera”, tomando posiciones en los “medios de comunicación social”, de modo de encerrar a la propia Conferencia en un círculo de rumores sensacionalistas, deformando el proceso ante el público. Todo esto es posible, aunque no deseable. La Iglesia por su Episcopado dirá lo que tiene que decir y no habrá orquestaciones externas que lo impidan. De todos modos, lo que importa más no son los griteríos sino las significaciones. Ya es hora de entrar en ellas.

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