CUADRAGESIMOSEXTA ENTREGA
TERCERA PARTE (11): DESCUBRIENDO NUESTROS OPUESTOS EN LA RELACIÓN CONYUGAL (3)
Maggie Scarf
Los términos de ese contrato inconsciente parecían establecer que Laura jamás tomaría conciencia de su necesidad de un espacio personal y que Tom nunca reconocería su necesidad de abrirse emocionalmente y de mantener una relación próxima y sincera. Ella se ocuparía, por así decirlo, de la necesidad de intimidad de la pareja (las necesidades de la relación) mientras que Tom se encargaría de la necesidad de autonomía de ambos (la necesidad de toda persona de conseguir sus propios objetivos). Es por ello que Laura siempre parecía querer un poco más de intimidad y que Tom, por el contrario, parecía encargarse de mantener la distancia entre los dos.
Como resultado de todo ello, un dilema realmente interno -algo que sólo existe dentro del mundo subjetivo de cada persona- terminó convirtiéndose en un conflicto interpersonal -un problema que se manifestaba de manera reiterada en su relación.
La transformación de un conflicto intrapsíquico (es decir, un problema que ocurre dentro de la mente del individuo) tiene lugar mediante el mecanismo de la identificación proyectiva.
La identificación proyectiva constituye un mecanismo mental muy difundido, complejo y destructivo que consiste en proyectar aquellos aspectos negados y enajenados de la propia experiencia interna sobre la pareja y percibir luego esos sentimientos disociados como si procedieran de ella. ¡No se trata tan sólo de que los pensamientos y sentimientos indeseables parecen provenir de la pareja sino que esta es instigada (mediante todo tipo de provocaciones) a comportarse como si realmente su origen estuviera en ella! De este modo, la persona puede entonces identificarse vicariamente con la manifestación de los pensamientos, sentimientos y emociones repudiados expresados en la pareja.
Las personas que nunca se enfadan y que jamás se muestran agresivas nos proporcionan uno de los mejores y más claros ejemplos de la forma en que opera la identificación proyectiva. Tales personas sólo son conscientes del sentimiento de cólera cuando este aparece en otra persona, su pareja por ejemplo. De este modo, cuando algo afecta a este individuo hasta el punto de hacerle experimentar el enojo se desconecta conscientemente de esa emoción. Quizás no sepa que está enojado pero es un experto en provocar las explosiones de hostilidad y cólera de su esposa. La pareja, que probablemente no experimentaba ningún tipo de cólera antes de la interacción, se enfurece rápidamente y termina representando la cólera por algún motivo completamente nimio. Es como si, en cierto modo, ella “le protegiera” de aquellos aspectos de su ser que él no puede aceptar y reconocer como propios.
Quien nunca se enfada puede identificarse así con la expresión de la rabia que manifiesta su pareja sin asumir su propia responsabilidad personal (¡Aun en el caso de que fuera consciente de haber sido el primero en enojarse!) Y normalmente, tras esa explosión de cólera el sujeto suele censurar severamente a su esposa. ¡Cuando se dispara una proyección de este tipo el individuo que nunca se enoja suele horrorizarse ante la expresión de la ira y la conducta airada, impulsiva e incontrolada de su esposa!
De modo parecido, la persona que nunca está triste sólo puede ver su depresión en su pareja quien, en tal circunstancia es considerada como la causante de la tristeza y desesperación de los dos.
Hablando en términos generales, las proyecciones suelen ser intercambios -transacciones pactadas por ambos miembros de la pareja, por así decirlo- de aquellos aspectos reprimidos de su propio Yo. A partir de ese momento cada uno ve en la pareja lo que no puede percibir en sí mismo y lucha incesantemente por cambiarlo.
* * *
Apenas supe de la existencia del amor
comencé a buscarte sin saber de mi ceguera.
Los amantes jamás se encontrarán
porque moran eternamente uno en el otro.
RUMI
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Quizás los dragones que amenazan nuestra vida
no sean sino princesas anhelantes
que sólo aguardan
un indicio de nuestra apostura y valentía.
Quizás en lo más hondo
lo que más terrible nos parece
sólo ansía nuestro amor.
RAINER MARÍA RILKE
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