sábado

(REINVENCIÓN DE UN ROMANCE JUVENIL DE JUAN CARLOS ONETTI) - NIÑO CON LA ÑATA APOYADA EN EL SEXO DE LA DIOS


FOLLETÍN SABATINO


EPISODIO 13: APOLINARIO

Espina

La próxima tarde fueron al Prado a insolarse entre el vapor fragante de las glorietas, y como hubo un pacto tácito de silencio Onetti quedó creyendo que ella había perdido la virginidad mientras él se emborrachaba en el Metro escuchando la tormenta.
-Me imagino que leíste Guerra y paz -se lastimó un dedo el hombre tristísimo al arrancar una rosa para ofrecérsela a la muchacha.
-Ya la empecé dos veces pero siempre me tranco. Estás sangrando.
-Mejor. No sé si habrás llegado a la parte donde el príncipe Andrei mira el cielo tirado en el campo de batalla y piensa: ¿Cómo hubiésemos podido inventar a Dios si no existiera? Esa es la frase más inteligente que se escribió mientras las revoluciones tan ilustradas como bárbaras se floreaban guillotinando todo.
-Y es la pura verdad -demoró en murmurar María Esther.
-Lástima que yo nunca voy a dejar de sentir que esa invención de la verdad es mentira. Estoy enfermo de incredulidad desde que soy muy chico y ya no tiene arreglo.
-Qué pena.
-Tomá -sacó un papel arrugadísimo de la gabardina Onetti: -Este poema lo escribí anoche en el Metro después que nos emborrachamos con Equivocación y el jorobadito. Pero no es mío.
-No entiendo.
-A mí las cosas más importantes me las dicta el ángel Apolinario, que aparece cuando quiere y esponja su célebre sombra a mis espaldas.
-Ese dedo te está sangrando mucho -recogió la servilleta llena de goterones color malvón la muchacha.
-Shhhh. Y leelo en voz alta, por favor. Se llama Seré tu espejo.
-Seré tu espejo -se acomodó la rosa en la oreja María Esther: -Reflejaré lo que sos / por si acaso no lo sabés / seré el viento, la lluvia y el crepúsculo / la luz que da en tu puerta / y te enseña que llegaste a casa / cuando creas que la noche cayó sobre tu mente / que por dentro sos retorcido y asqueroso / dejame que te enseñe que estás ciego / por favor bajá las manos porque yo te veo / me cuesta creer / que no te des cuenta de la belleza que hay en vos / pero si no lo sabés / dejame que sea tus ojos / una mano en tu oscuridad / para que no tengas miedo.
Entonces ella se puso a fabricarle un torniquete con la servilleta en la yema del índice y sonrió:
-Estás loquito.
-Claro. Y los que tienen razón son Tolstoi y el ángel Apolinario. Pero ya no tiene arreglo. ¿Entendés? Y que no se diga más.

Caña

Onetti acompañó a la muchacha hasta la parada del ómnibus y después fue a buscar a Guido Castillo, que había quedado en guiarlo hasta el torreón donde se refugiaba Fonseca.
-Vengo de hacer un tour romántico por el rosedal y compré dos botellas de caña para levantarle un poco el corazón al mártir constructivista -explicó contemplando la gigantesca luna que emergía entre los plátanos.
-¿Y esa sangre? -se impresionó el muchacho al darle fervorosamente la mano. -¿No quiere que lo vende?
-Ya coaguló, merci. Es que acabo de perder el virgo de la fe en las doncellas.
Zalo los recibió con euforia de náufrago y enseguida empezaron a brindar por la segunda muestra colectiva del Taller que se inauguraría en el peor momento de la guerra provincial desatada por Torres en los últimos 8 años.
-Y pensar que yo fui uno de los primeros fariseos que trató de desanimarlo -chistó Onetti, después de retener un gran buche debajo de la lengua. -Che, ¿vos sabés que mientras Augusto me contaba el exorcismo que te vino a hacer con el plumerío sioux sentí envidia por esta Faruru que te conseguiste?
-Por ahora voy tirando -se retorció en un corcoveo de tos gripal el muchacho que todavía disfrutaba de su ascetismo. -Aunque sin luz ni agua ni algún laburo estable no puedo durar mucho.
-Y además te falta Gardel, botija. Aunque yo creo que esto le hubiera encantado a Gauguin, que era un masoquista mágico.
-Me contaron que leyó Adiós a las armas -no pudo contener Castillo la ansiedad de tener tan cerca al consejero de la barra del Metro. -Yo pienso comprármela apenas agarre algún maldito mango.
-Hacés bien, porque es la historia de amor más extraordinaria que se escribió desde Romeo y Julieta. Lástima que al final te das cuenta que Mister Hemingway va a seguir viviendo muerto abajo de la lluvia. Forever.
-Joder. ¿Y cómo es eso? -reacomodó los ladrillos sobre el primus Fonseca.
-Es la podre. Cuando escribió ese réquiem en el año 30 ya tenía el alma deshecha. Allí queda clarísimo.
-Pero si dicen que el final es uno de los tour de force más perfectos que se han hecho en la historia de la novela -protestó el literato torresgarciano, tratando de disimular la desconfianza.
-Por supuesto. Pero a mí me confirma lo que vengo sospechando hace años: ese Rocky Marciano está vendido completamente a Hollywood. ¿O no lo viste aprovechar la Guerra Civil Española para batirse el parche? Así no dura nadie, botija.

Gorda

-Bueno -se encorvó de golpe Onetti para que el sombrero le protegiera el pudor sudoroso. -Yo estaba solo en la sala de espera y me tuve que poner a mirar el diario que había llevado abajo del brazo.
-¿Ya fumabas?
-Eso fue lo peor. A esa edad no soportaba ni el olor del tabaco pero cuando empecé a toser con lágrimas tuve que seguir fumando como un hombre hasta que llegara el momento de levantarse.
-Pero mirá las cosas que les pasan por hacerse los machos -le volvió a atornillar la servilleta sobre el dedo chorreante la muchacha.
-El bigotín había demorado semanas en crecerme y me quedó pasable, pero lo que me costaba horrores era imitar la expresión de esos tipos cínicos y maduros que ya están deshechos. ¿Viste?
-Estás hablando igual que Alsinita.
-No me nombres a Judas. Bueno, y cuando me tocó pasar con el corazón enloquecido supe que la que se iba a abrir era la puerta del medio. Había tres.
Ahora el hombre de trompa triste demoró demasiado en prender otro Lucky y ella quiso auxiliarlo con un pañuelito pero fue rechazada rabiosamente:
-Dejame que te lo cuente moqueando como cuando era un chiquilín, carajo. La mujer era rubia y plácida y muy gorda y me dijo Pasá negrito con una sonrisa alta. Y la ranura recién se la vi mientras me desnudaba al lado de una estufa a querosén y ella se despatarró a esperarme.
-¿Y qué fue lo que sentiste?
-Nunca sabré explicarlo. Aunque te puedo asegurar que después de viajar ida y vuelta por el túnel invisible le vi la cara a Dios.
-Pero esa frase es más vieja que el aujero del mate, Juan.
-Pero define insuperablemente la cosa. ¿O vos no le viste la cara a Dios anoche?
Y como la muchacha se mordió el labio sin contestar el hombre embadurnado por un moco fetal agregó:
-Y mientras volvía a casa sentí que lo que acababa de comprar no era la sustitución de la palabra amor ni de mis sueños ni de mis intuiciones.
-¿Entonces vos pensás que todo el mundo le puede ver la PAX IN LUCEM al Tata?
-Sí. Y yo supe que aquello no era una equivocación y que estaba escrito que algún día no lejano mi cuerpo y mi alma iban a fundirse en la verdad dichosa y presentida. ¿Ta? Pero no me sigan jodiendo con los masallases porque eso me suena peor que un eructo de obispo. Bueno, ahora te acompaño hasta Agraciada porque después tengo que disfrazarme de arcángel Miguel para ir a emborracharme con un mártir pituco.

Amigos

-Mirá, para deglutir a Sartre lo primero tenés que aprender es a joderte -se apoyó Onetti en un ventanuco del torreón por donde derramaba una fosforecencia debussyana. -Una libertad sin Dios donde uno tiene que hacerse responsable del destino colectivo. ¿Pero no se da cuenta que si le sacás la alfombra de abajo de las patas al hombre se va todo a la mierda?
-Y lo peor es que en vez de ponerse dionisíaco como Nietzsche te llora la milonga del spleen comunista -carcajeó Guido Castillo.
-Ojo que ya empezamos la segunda botella y lo único que morfamos fueron dos flautas duras de ayer -se encapuchó Fonseca con una de los acolchados que le había mandado Manolita.
-Pero si  lo que yo quiero es mamarme bien mamao pa no pensar en la hemorragia que tuvo anoche una mozuela que no me llevé al río -sacó otra servilleta del bolsillo interior del saco el hombre que antes de enfurecerse con Sartre les había contado a los muchachos la historia navideña de Juntacadáveres. -A ver si usted descifra el último poema que le escribí a María Julia en el Metro, estimado políglota. Aunque se los dedico a ustedes. Porque es lindo ser amigo.
-En mi vida secreta te vi esta mañana y te movías tan rápido -declamó estentóreamente Castillo colocando entre el farol y el primus el papelucho donde culebreaban unos letrones parecidos a grafismos de Klee: -No soy capaz de dejar de agarrarme al pasado / y te extraño tanto y no hay nadie a la vista / y todavía estamos haciendo el amor / en mi vida secreta. / Sonrío cuando estoy enojado / engaño y miento / hago todo lo que tengo que hacer y me las arreglo. / Pero sé lo que está bien y lo que está mal y moriría por saber la verdad / en mi vida secreta. / Aguantá, hermano, aguantá / agarrate fuerte, hermana. / Por fin recibí  las órdenes / me iré cuando amanezca / me iré al atardecer / me moveré entre las fronteras de mi vida secreta. / Miraste la página / te dieron ganas de llorar. / A nadie le importa si la gente vive o muere / y el traficante quiere que pienses / que todo es blanco o negro / pero gracias a Dios eso no es tan simple en mi vida secreta. / Me muerdo el labio y compro lo que me digan / desde el último éxito hasta la sabiduría ancestral. / Pero siempre estoy solo / y mi corazón es como el hielo / y hace frío y está lleno de gente / en mi vida secreta.

Entonces Zalo se levantó para volver a llenar los tazones cariados y se quedaron escuchando los gallos y las corridas de las ratas en el sótano mientras la noche hacía remolinear anacaradamente la humareda de los Lucky que los amigos besaban  entre una paz compacta.

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