domingo

NUÑO PUCURULL (1945 – 2014) - DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE INTEGRIDAD



Hugo Giovanetti Viola

(Anoche, después de haber escrito este texto y sufrido una mala digestión, soñé que un maestro les mandaba como deber a los niños de su clase escribir un poema de una sola línea a propósito del cielo que se debe encontrar en una sonrisa llena de amor.)
Querido Nuño: ahora me parece estar viéndote en nuestro barrio allá por los 60, cuando tu hermano Fernán se pasaba todo el día en mi casa y los tres jugábamos al básquetbol en el Marítimo Punta Gorda y la pureza fluvial de mi padre nos orientaba espiritualmente a los tres en aquel legendario taller donde empezaste a dibujar y a pintar con la misma pasión insaciable que te había llevado a incursionar incluso en el boxeo, hasta que al subir por primera vez a un ring te diste cuenta de que eras incapaz de darle un piñazo a nadie y te pegaste un susto de la san puta, como siempre te gustó decir.
Actualmente no se menciona ese dato en tu currículum, pero en la exposición escultórica que te organizamos con Santiago Vives en la Asociación Cristiana de Jóvenes cuando saliste del Penal pusiste con orgullo que tu primer maestro fue mi viejo. En ese momento Hugo W. Giovanetti Sanna (1919-1979) ya no estaba en este mundo y recuerdo que uno de los que te fue a ayudar a barrer el local apenas quedó pronto el montaje de la muestra fue nada menos que Guillermo Fernández, que también tenía pan en los ojos, para hablarlo en Juan Carlos Macedo.
Te habías integrado al MLN cuando Fernán murió en combaste en 1970 y viviste 13 años de prisión durante los que emergiste de cualquier abismalidad concebible y conservaste la coherencia esencial para seguir empecinado en el inconformista y exasperado escarbamiento purificador de la identidad americana que siempre te definió.
Ya entre el 61 y el 65 habías trabajado con Díaz Yepes, y entre el 85 y el 90 incursionaste en el Club de Grabado de Montevideo y seguiste estudiando con Guillermo Fernández y Eva Díaz, hasta que entrada la década del 90, según ha sido  definido con acierto por la crítica, tus obras logran una voz propia (…) que bascula entre la vanguardia contemporánea y la absoluta marginalidad.
La obra de Pucurull, se especifica, de un evidente carácter inicial, reproduce, utilizando múltiples medios y técnicas, la geografía de objetos que rodean y componen la vida del artista. Los mismos no buscarán describir el carácter alienado del individuo contemporáneo sino más bien armar una cartografía existencial que intenta retener el tiempo y su efímero accionar.
En esa época me regalaste una preciosa escultura donde era detectable la figuración de un cuerpo de mujer descabezado y literalmente crucificado, que definiste como matéricamente perecible, aclarando que no te importaba que se le pudieran ir cayendo pedazos al barro apenas cocido y entonces terminé de entender la especialísima esencia de tu integridad desapegada de cualquier tipo de trascendencia palpable. El verdadero mensaje radicaba en durar en la proyección de una invencibilidad incorruptible.
Hace un año nos cruzamos en el centro y llevabas más flameante que nunca -bajo un juglaresco panamá- la necesidad de seguir boxeando afiebrada y alegremente contra el infierno que nos rodea, hasta arañar enriquecedoramente la socialidad de la hipocresía.
Y me di cuenta que seguías guiado por la pureza fluvial de mi padre.
Lo que quiere decir, además, que ni las bestias que te torturaron ni los mandamases fariseicos que ahora se dedican a encubrirlos fueron capaces de ensuciarte el alma.

(foto: Moure Clouzet)

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