domingo

CARLOS CAFFERA (2)


“PREPARAR UNA MILANESA TAMBIÉN ES UN ACTO CULTURAL”

Por Sonia Brandymer


III / Reflexiones sobre el hacer del arte


Estamos hablando mucho de cultura, de pensamiento: y el arte, ¿cuando entra a su vida? Su pasión por la antropología cultural, ¿lo alienta a iniciar la actividad artística?

Son como dos cosas: hacer arte es lo importante; en el sentido de "el hacerlo", sentir el goce. Hice una planificación en el trabajo. Por un lado empecé a hacerme preguntas, y eso me llevó a leer lo que pensaban otros. La otra parte importante es la reflexión acerca del hacer del arte: el hacer y la reflexión sobre el arte. Lo que ocurre masivamente es que la gente quiere pintar, quiere dibujar, pero se agota en esas cosas. Yo comienzo por preguntarme, ¿esto qué es?, ¿cómo se hace? Así nace lo que se llama "los aspectos teóricos", que están muy desdeñados hoy en día. Está afianzado sólo el "hacer". El hacer es muy positivo, pero apartado del análisis, es como hablar con palabras vacías.

Justamente, lo que faltan en América del Sur son teóricos. Hay una carencia de gente que reflexione sobre las cosas. No quiero decir que no haya nadie: hay, claro que sí; pero igual están desdeñados.


IV / Hacer cerámica es trabajar con la tierra


Usted le da mucho valor a las palabras: nos decía que hoy en día nosotros no se lo damos.

¡Si estamos hablando como hace media hora!

Sí, sí, claro.

Las palabras son muy valiosas, el lenguaje es muy valioso y muy importante. Nada menos que con el lenguaje damos lugar al pensamiento. Con el pensamiento nos acercamos a otro. Algo parecido pasa con una pintura, con la imagen, no olvide que por ejemplo hay imágenes de palabras en el lenguaje e imágenes de pintura. Yo personalmente creo que las palabras son imágenes distintas de las cosas, de lo que nombran: el sillón, la mesa...

Por nombrar esas cosas que llamamos "sillón", "cama", la palabra no coincide con la cosa. La palabra no es la cosa: la denomina. Ese nombrar está distanciado del objeto en si mismo.

Usted también habla sobre la importancia del hacer natural. En sus clases de cerámica, ¿para usted era importante trabajar con las manos?

Hacer cerámica es trabajar con la tierra. La cerámica es tierra erguida cuando uno la termina de hacer. Eso me parece muy bueno, porque trabajamos con el polvo de donde vivimos. Vivimos de la tierra y la arcilla nace en huecos que hacemos en ella. Eso fue lo que me atrajo de la cerámica. Pero en el momento que la empecé a hacer no pensaba así. Esta es una reflexión posterior, después de muchos años. En el taller de López Lomba, donde concurrí, el trabajo era muy libre. Recuerdo el primer día que vino López. Me dio una botella que estaba en estado húmedo y aún se podía trabajar y rayar. Así comencé. Después me di cuenta que me atraía mucho y armé un taller en el garaje de mi casa, donde trabajé durante años, hasta que los amigos de lo ajeno me robaron el taller. Me robaron el instrumental, no el horno, porque no lo pudieron mover. Me robaron los aparatos que tenía para trabajar la plata y para hacer láminas e hilos. Me quedé sin el soplete para dar los colores. Rompieron la cerámica que había, ese fue un daño muy grande, y ahí paré no por decisión mía. En otras palabras, la cerámica me abandonó.

Caffera, usted ha sido reconocido en su propio país con premios municipales y nacionales; también ha sido reconocido en la Bienal de La Habana.

Bueno, no fue un reconocimiento, me invitaron y envié obra. También me pidieron cerámica para enviar a la Unión Soviética, creo que era para un museo, no recuerdo el nombre en este momento...

Usted también escribió.

Sí, acá tengo papeles...

¿Podría hacer una síntesis de su actividad como cronista de artes plásticas?

Comencé a escribir en la revista Noticias, la uruguaya, a invitación de la directora. Yo le dije que tenía que pensarlo, porque al escribir iba a poner mi pensamiento en el trabajo de otra gente amiga -al ser yo artista- y eso es muy serio acá en el Uruguay. La gente uruguaya tiene dificultades para elaborar pensamientos sobre el trabajo del otro. Dicen ser abiertos, pero no es así. Al final acepté y comencé a escribir.

¿En qué año fue eso?

Tendría que ver en el curriculum, no me acuerdo; pero fue hace un montón de años. Escribí sobre las exposiciones que se hacían y también publiqué notas teóricas sobre temas de arte. Salían con fotos. Todo eso fue interesante para mí. Claro que ningún artista me dijo "muchas gracias”, ni uno solo. Eso muestra o fundamenta lo que dije hace un rato: los artistas tienen dificultades con que otra persona hable sobre lo que hacen, acá por lo menos en el campo de las artes plásticas es así; no sé de otros campos.

En el año 64 hubo un importante evento en el Centro de Artes y Letras, que se llamo: "Cerámica y anticerámica" con participación de destacadísimos artistas del medio. Nos gustaría que nos cuente acerca de él.

Fue una iniciativa de María Luisa Torrens, que entonces escribía sobre arte en el diario El País. Se reunieron los siete u ocho ceramistas más conocidos, de buen trabajo: Abbondanza y Silveira, Novinsky, López Lomba, Collell y... bueno... yo. Se armaron dos salas: una para mostrar la cerámica que uno hacía y la otra para mostrar trabajos más fantaseados de cerámica; a eso, María Luisa Torrens le llamó anticerámica. En realidad no era anticerámica -contra la cerámica- sino que era otra cosa. Ernesto Cristiani, un pintor, hizo un afiche enorme para la exposición. Tuvo una muy buena recepción porque no se había hecho nunca una cosa así.

Tengo entendido que el catálogo, diseñado por Espínola Gómez y que era muy original...

Espínola hizo una cartulina larga con la foto de los ceramistas que exponían, y en el medio había un agujero, quería recordar que también la cerámica se podía hacer en un torno. El catálogo era como el plato del torno.

¿Recuerda nombres de algunos alfareros que llegaron al Uruguay desde Europa?

Recuerdo los alfareros de López Lomba. Uno de ellos se llamaba Constantino Montaldo; era un italiano más bien bajo, que torneaba muy bien. El torno alfarero era uno que se bombeaba con el pie. Se empujaba una rueda grande, pero hay también con motor. Después también hubo otros. Esa gente enseñó a algunos uruguayos que decidieron aprender. En la Escuela Nacional de Bellas Artes tal vez haya algo torneado de esa época, no lo sé.

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