CUADRAGÉSIMA ENTREGA
CAPÍTULO 6
Mercosur, significado y posibilidades (3)
a) Mercosur, vía de América Latina (4)
El mejor resultado del integracionismo de los años sesenta resultó su iniciativa final del Pacto Andino, en el acuerdo de Cartagena de 1969. Esto era importante pero difícil, y no tenía todavía energías para ser nuclear en América del Sur. Y hubo también intentos regionales en la Cuenca del Plata como tal, pero no acuerdos que tomaran la lógica de países enteros, como la de un proceso de Mercado Común. Eran sólo tanteos para algo más hondo.
La industrialización de América Latina exigía de más en más mercados internos de escala, exigía la regionalización. Prebisch y Felipe Herrera fueron los principales protagonistas de aquel tiempo. En el fondo, a través de la problemática del desarrollo de América Latina, Felipe Herrera se reencontraba con las perspectivas de Ratzel y su era de los Estados Continentales. Tampoco lo mencionó nunca.
Y desembocamos en la oleada integracionista de los años noventa. Aquí, a diferencia de los años sesenta, se dividen las aguas. México forma con Estados Unidos y Canadá una zona libre de comercio. Y en América del Sur se constituye el Mercosur, que incide en que se redinamice la Comunidad Andina. Los objetivos últimos del Mercosur y de la Comunidad Andina son Mercado Común. Los objetivos últimos del nafta son zona de libre comercio. El nafta deja a América del Sur sola, con su Mercosur y su Comunidad Andina. Ya no hay más bulto de América Latina.
Pero surge un nuevo proyecto impulsado por Estados Unidos para todo el Hemisferio: el alca. En su esencia, el alca es la proyección del nafta y su reformulación, a escala también de América del Sur. ¿Es esto compatible con el propósito de generar Mercado Común en América del Sur? ¿O destruye todo proyecto de mercado común suramericano, dejándolo reducido para siempre a zona de libre comercio hemisférica? A nuestro criterio, a esta pregunta, obligatoria y fundamental, todavía no se la ha respondido cabalmente. ¿Intento de regreso al “bulto”?
Detengámonos en la lógica del Mercosur. ¿Cuál es el marco suramericano en que se despliega? Brasil es el mayor poder suramericano, está en el centro de América del Sur, y en el fondo es el mayor ámbito posible de articulación interna entre el norte y el sur de América del Sur. Si tomamos el centro brasileño, para el norte está la Amazonia y dos países hispanoamericanos importantes: Venezuela y Colombia. Estos son el gozne hacia la zona caribeña, mexicana y centroamericana. Hacia el oriente de Brasil, está el Perú, también en la frontera amazónica. El Perú es la conexión entre el norte y el sur hispanoamericanos, entre la Comunidad Andina y el Cono Sur hispanoamericano. Es decir, encuentro del camino de Bolívar desde el norte y de San Martín desde el sur. Lo que hoy significa el enlace entre la Comunidad Andina y la parte hispanoamericana del Mercosur y asociados (Bolivia, Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay). Y hacia el sur de Brasil están Argentina-Chile y la gran línea fronteriza de la Cuenca del Plata, Bolivia, Paraguay y Uruguay.
Para un brasileño comprender sus fronteras es pensar el conjunto de América del Sur. Por eso el ángulo de la geopolítica brasileña es el más accesible para pensar América del Sur. Esto es más difícil para cada país hispanoamericano de América del Sur, pues ninguno limita con el conjunto como Brasil (este no es vecino solo de Chile y Ecuador). La tendencia natural de los hispanoamericanos del sur es más fragmentaria, por sus vecindades limitadas. El Perú es su lugar central, y no es azar que haya sido el centro generador virreinal, el lugar en que se consuma la Independencia hispanoamericana del sur, y en el siglo xx el lugar de la perspectiva totalizadora de Víctor Raúl Haya de la Torre. Pero si el Perú es la articulación central hispanoamericana de América del Sur, no es todavía un poder nuclear. Es central, pero no nuclear.
Entonces ¿cuál es la alianza hispanoamericana con Brasil que realmente importe y sea nuclear? Dijimos que al norte y oeste de Brasil está la Amazonia. O sea un gran espacio, como un desierto verde que divide a América del Sur en dos. Ese espacio vacío está convirtiéndose en frontera real solo en estos últimos años. Son más líneas divisorias sobre la naturaleza, que fronteras vivientes humanas. El Pacto Amazónico de 1967 se propuso justamente acelerar la colaboración entre todos los países amazónicos para las obras de infraestructura que generen una frontera histórica real entre ellos. Entonces, la única frontera histórica de Brasil con Hispanoamérica es la Cuenca del Plata. Ese es sitio de encuentro y conflicto de medio milenio entre lo luso-mestizo y lo hispano-mestizo. Solo allí ha existido una vecindad íntima entre los dos rostros de América Latina. Y allí está el mayor poder hispanoamericano de América del Sur, la Argentina. Así, la única frontera verdaderamente bifronte, en rigor la primera gran frontera latinoamericana, es la de Brasil y Argentina. Y esa frontera latinoamericana abarca necesariamente a Uruguay, Paraguay y Bolivia. Huntington comprende que Brasil solo, por ser una de las dos caras de América Latina, no puede ser su Estado Nuclear. Lo nuclear solo puede ser bifronte. Para eso necesita la alianza con Argentina, y viceversa. La alianza argentino-brasileña es el “núcleo básico de aglutinación” latinoamericana en América del Sur. El Mercosur y sus asociados son así la base latinoamericana en América del Sur.
Es la Argentina la que hace verosímil, confiable y fraterna la alianza con Brasil. Este, asociándose con cualquier otro país hispanoamericano del sur, hubiera establecido forzosamente una dependencia. En cambio, Brasil con la Argentina abre realmente un camino fraternal con todos. Argentina es ya potencialmente representativa de los nueve países hispanoamericanos de América del Sur. Por eso el Mercosur inicia una revolución mayor que la de la independencia del siglo pasado. Brasil necesita que la vecindad lo haga poderoso, porque la vecindad también se vuelve poderosa en alianza con Brasil. Brasil necesita de nuestra fortaleza para fortalecerse y a su vez, solo se puede fortalecer si nos fortalece. Se unifica con nosotros, facilitando también la unión de los hispanoamericanos del sur. Este es el círculo virtuoso que genera la lógica interna del Mercosur.
Es en América del Sur, con Brasil y los nueve países hispanoamericanos -en su conjunto equivalentes a Brasil en extensión, recursos y población- donde todo está en juego para nuestro círculo histórico-cultural. Somos los únicos vecinos de Brasil, y este solo puede aliarse de modo realista con nosotros. Con todos nosotros, o por lo menos con los del Cono Sur. Podrá ser Mercosur o Amercosur (es decir, el ensamble con la Comunidad Andina). Brasil puede hacer solo el juego de la fraternidad, porque el juego de las hegemonías es de los otros. Solo le cabe una política de fraternidad, que es una política de reencuentro. Si la Alianza Peninsular estuvo en el origen de América Latina, ahora el Mercosur tiene en su horizonte al Estado nuclear o central de América del Sur. Todo mercado común es ya de hecho una confederación continental, augurio de liga federal. No hay otra perspectiva para pensar políticamente la lógica que abre el Mercosur.
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