TRIGESIMOCTAVA ENTREGA
CAPÍTULO 6
Mercosur, significado y posibilidades (3)
a) Mercosur, vía de América Latina (2)
Seguimos con nuestra generación del novecientos. Al primer gran impulsor, José Enrique Rodó, que hace su Ariel en diálogo con el Nuevo Paradigma, lo continúan el argentino Manuel Ugarte y el peruano Francisco García Calderón, en quienes culmina la percepción del novecientos de una América Latina históricamente unida. Por entonces, las distintas Ciudades-Estado de América Latina estaban creando sus historias nacionales, la historia de cada uno de sus fragmentos.
El primero que se atrevió a una mirada histórica total de América Latina fue el chileno Diego Barros Arana en 1865, con el Compendio elemental de Historia de América, una obra pionera de índole didáctica, que se usó en la enseñanza media hasta la década de 1940. Le siguió el Compendio general de Historia de América del argentino Carlos Navarro Lamarca. No podían ser todavía una visión histórica sintética, con un dinamismo unificador. Será en 1910 que Ugarte hace el primer esbozo totalizador, de modo sucinto y sencillo, de la historia de América Latina con enorme éxito: El Porvenir de la América Española (luego reeditada con el título más adecuado de El Porvenir de América Latina, puesto que incluía a Brasil). Es la primera síntesis histórica del latinoamericanismo de la Patria Grande. A la verdad, antes del 1900, ¡América Latina no se sabía con un saber histórico de sí misma en conjunto! No era autoconciente, sino de modo difuso.
El ápice del 1900 serán las dos obras de García Calderón: Las democracias latinas de América (1912) y La creación de un Continente (1913).[4]Aquí se retoma, se extiende y ahonda a Rodó y a Ugarte. Decía García Calderón:
Libres en el orden político continúan las repúblicas americanas su vida parasitaria. Son colonias en el orden intelectual y moral. No ha terminado aún la lucha por la independencia. Se imita en política, y en literatura se importan ideas y modas, los códigos y las artes son reflejos de la obra europea y norteamericana. El oro extranjero domina en las finanzas, los libros llegan de París, importadas máquinas sirven a la industria naciente, conflictos sociales y conflictos dramáticos parecen reproducción apresurada de ajenas inquietudes y teatros lejanos (p. 273).
La última parte de La Creación de un Continente se titula “La autonomía”, y su capítulo final, significativamente, “Hacia la autonomía. La Argentina y el Brasil”, que termina con el siguiente pensamiento político:
A orillas del Plata heráldico, Buenos Aires tentacular, Montevideo reformadora; en la rumorosa majestad del trópico, Río de Janeiro dominadora, anuncian por su imponente avance la futura grandeza de las naciones fraternales: sobre lentas crisálidas adivinamos ya el dorado vuelo de alas audaces (p. 314).
Eran tiempos de convergencia argentino-brasileña con el Barón de Río Branco y el Presidente Roque Sáenz Peña, que culminará en el Tratado del abc, tratado de arbitraje entre Argentina, Brasil y Chile, que se firmará en Montevideo. Es el comienzo del largo camino que culminará en el Mercosur.
Los precursores intelectuales novecentistas hablaban de un zollverein latinoamericano, unión aduanera, como de un acontecimiento necesario pero todavía remoto. Los acontecimientos comienzan a acelerarse luego de la Primera Guerra Mundial, y en especial desde la gran crisis del capitalismo de 1929. Alejandro Bunge, economista argentino impulsor de la industrialización, desde 1909 hablaba de la Unión del Sur entre los países hispanoamericanos del Cono Sur. Luego, por impacto de las propuestas europeas de unión aduanera en el viejo continente en 1926, la Unión del Sur va a ser retomada por los chilenos Eliodoro Yáñez y Guillermo Subercaseaux. Se reúnen con Alejandro Bunge, quien formula nueva propuesta en 1929, apoyada por el Presidente de Chile Carlos Ibáñez del Campo.[5]Y consideran la posibilidad de incorporar también a Brasil.
Nuestro itinerario podría ser más amplio, pero sólo nos importa centrarnos en el más significativo antecedente del Mercosur, que es el intento del Nuevo abc entre la Argentina de Perón, el Brasil de Vargas y el Chile, por segunda vez, de Ibáñez. Recordemos que de este gobierno de Chile formó parte Felipe Herrera. Ahora nuestro personaje principal se vuelve necesariamente el Presidente Perón.
Es interesante señalar algunos de sus antecedentes básicos. Recordemos que los ejércitos de Chile y Argentina tomaron como modelo al ejército alemán, así como Brasil, Perú y Uruguay lo hicieron con el francés. Perón se forma en tales pautas. En el golpe militar contra el Presidente Hipólito Yrigoyen de 1930 hubo una alianza circunstancial: la del general José Félix Uriburu, con sus círculos nacionalistas y corporativistas, con el general Agustín Justo, líder de sectores liberales del Ejército. El hombre de confianza del general Justo era el coronel José María Sarobe, entonces maestro del joven Perón, como él lo reconoció siempre. Será de José María Sarobe que Perón asimilará la idea de la alianza argentino-brasileña. Es que Sarobe había sido agregado militar en Brasil durante el “tenientismo” de los años 20, luego fue la conexión entre Vargas y Justo, que tuvieron relaciones muy íntimas, en los años 30. En su libro de 1944 Iberoamérica: Mensaje a la Juventud,[6]Sarobe sostiene la necesidad de unión de los países del Cono Sur, afirmando: “Las economías del Brasil y de la Argentina son complementarias en lo fundamental y es tan importante el comercio entre ambas naciones que se lo puede considerar el eje sobre el cual rota todo el plan revisionista sudamericano” (p. 102). Y finalmente afirma: “La Unión Aduanera debe comenzar por los países vecinos. La cordillera abierta debe ser el lema de las relaciones mercantiles entre Argentina y Chile. El Atlántico es el océano de más intenso intercambio y el Pacífico es el mar del porvenir” (p. 97). Sarobe muere en 1945.[7]
Es en un discurso de setiembre de 1951, pronunciado con motivo del aniversario de la independencia de Brasil y ante el recién llegado embajador João Batista Lusardo, que Perón propone la unión argentino-brasileña, no sólo para ser “ejemplo de unidad”, sino “también punto de apoyo que habrá de servir para lograr la unión del resto de los países americanos”. Poco tiempo después, el 20 de diciembre, Perón publicó en el diario Democracia –con el pseudónimo que empleaba allí, Descartes- el artículo “Confederaciones continentales”.[8]En sus memorias, el entonces canciller del Brasil, João Neves da Fontoura, recuerda este artículo, que le fue remitido de inmediato por el embajador Lusardo, recomendándole ponerlo en conocimiento de su gobierno.[9]En ese artículo está sintetizada toda la perspectiva de Perón. El artículo se inicia de modo significativo: “Varios estudiosos del siglo XIX ya habían predicho que al siglo de la formación de las nacionalidades, como se llamó a éste, debía seguir el de las confederaciones continentales” (p. 243). Y luego se centra en su idea nuclear. Dice:
La unidad comienza por la unión y ésta por la unificación de un núcleo básico de aglutinación... El signo de la Cruz del Sur puede ser la insignia de triunfo de los penates de la América del hemisferio austral. Ni la Argentina, ni Brasil, ni Chile aisladas pueden soñar con la unidad económica indispensable para enfrentar un destino de grandeza. Unidas forman, sin embargo, la más formidable unidad a caballo sobre los dos océanos de la civilización moderna. Así podrían intentar desde aquí la unidad latinoamericana con una base operativa polifacética con inicial impulso indetenible. Desde esa base podría construirse hacia el Norte la Confederación Sudamericana, unificando en esa unión a todos los pueblos de raíz latina. ¿Cómo? Sería lo de menos, si realmente estamos decididos a hacerlo. Si esta confederación se espera para el año 2000, que mejor que adelantarnos, pensando que es preferible esperar en ella a que el tiempo nos esté esperando a nosotros (p. 246).
Notas
[4]Francisco García Calderón, Las democracias latinas de América y La creación de un continente. Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1987. Los números entre paréntesis en las citas siguientes corresponden a esta edición.
[5]Ver de modo más particularizado: Alejandro Bunge, Una Nueva Argentina. Buenos Aires, Kraft, 1940, cap. XIII. Bunge incluye comentarios del uruguayo doctor Miguel Páez Formoso.
[6]José María Sarobe, Ibero América. Mensaje a la juventud americana. Buenos Aires, Claridad, 1944. Los números entre paréntesis en las citas siguientes corresponden a esta edición.
[7]Ver también Claudio Chávez, “Perón liberal”. La Patria Grande, 4, Buenos Aires, 1998.
[8]Descartes, “Confederaciones continentales”. En Política y estrategia. Buenos Aires, Servicio Internacional Publicaciones Argentinas, 1952, pp. 243-247. Los números entre paréntesis en las citas siguientes corresponden a esta edición. También en Juan Perón, América Latina en el año 2000, unidos o dominados, México, Editorial de la Patria Grande, 1990, pp. 41-46.
[9]Glauco Carneiro, Lusardo, o último caudilho, t. 2, Entre Vargas e Perón. Rio de Janeiro, Nova Fronteira, 1978, p. 425.
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