sábado

(REINVENCIÓN DE UN ROMANCE JUVENIL DE JUAN CARLOS ONETTI) - NIÑO CON LA ÑATA APOYADA EN EL SEXO DE LA DIOS


HUGO GIOVANETTI VIOLA

FOLLETÍN SABATINO


EPISODIO 9: BESO


Frutos

-Lo más seguro es que a Onetti lo haya paralizado la neurastenia porque no pudo encontrarle un buen cierre al novelón -comentó Rama al otro día del fracaso del segundo rendez-vous. -Es imposible inventar algo convincente para que un bolche recupere la primitiva pureza y la fe al final de un bombardeo.

-Es que esa primitiva pureza y esa fe son un camelo -puso cara de sobrador anarcoide el Pibe. -La ficción religiosa que nos propone el genio como sustituto de la irreversible incredulidad en el milagro.

-Claro -complementó Maneco como si fuera el tercer sobrino del Pato Donald opinando por turno. -Es lo que le envidia Linacero a Lázaro: el fanatismo infantil.

-Y pensar que el otro día Paco me puso en ridículo aquí mismo por criticar el resentimiento pueril y desclasado que hay en El pozo -se le aperversó una mueca perdonavidas al adolescente que había nacido para encubrir la frivolidad con una superdotada eficacia actoral.

-Es que esa generación no puede prescindir de las fantasmagorías filosóficas.

-Pero si esos acueductos ideológicos se pueden resolver biologicistamente en la síntesis transculturadora -mojó un terrón en el café Angelito. -Claro que no es lo mismo sustentarse en el primitivismo evolucionista como lo plantea Figari que concebir un hombre abstracto místico a lo Torres García. Eso es una utopía.

-No me vengas a joder con menjunjes alquimistas en un país donde revolvés un poco el guiso y te encontrás enseguida con el fondo de la olla -se le espejaron los gemelos en unas córneas irreversiblemente cínicas a Maggi. -Acá lo único que nos alumbra desde el pasado es el sebo de Hernandarias. Y vamos a seguir siglos con todo a medio hacer: Frutos lo supo siempre.

-Pero qué artiguistas bárbaros que son ustedes.

-Es que solamente un hijo de puta tan remachado como Frutos pudo sacarle un poco de jugo a la santidad de Artigas -se melancolizó Flores Mora. -Acá antes de don Pepe no se podía ser héroe sin traicionar la causa de la Purificación. Un gaucho, dos gauchos, treinta y tres gauchos. Que es lo mismo que decir: dos Olimpíadas, un Mundial y algún que otro Sudamericano.

-Perdón -los interrumpió un muchacho de mirada clarísima. -La señorita María Esther Gilio me dijo que en la mesa que está al final de la barra era posible conseguir un ejemplar de El pozo de Juan Carlos Onetti. ¿Cómo hago?

-Pero fijate, Pibe -carcajeó Rama, imitando a Peter Lorre. -Ahora falta que a esta mesa la llamen el almacén donde van los que tienen perdida la fe y quedamos completitos.


Charreteras

No hacía mucho frío, pero para mi desgracia, Onetti llegó con una gabardina de las que se habían usado en la guerra -escribió en un brevísimo artículo publicado medio siglo después María Esther Gilio: Una gabardina militar, con charreteras, de moda en aquella época, y me enamoré de su gabardina.

Él estaba esperándola recostado en la baranda que olía intensamente a río marrón con la misma sed de milagros que alucinó a Linacero en la mítica escena de El pozo, y la muchacha había cumplido con el ritual de vestirse de blanco y llevar la boina caída contra la oreja.

Entonces el hombre pudo contemplar a una menina morta emergiendo del Hades con los pasos un poco trabados por el viento y la floral inclinación de un velero que viniera a abrigarle la soledad, y mientras ella cruzaba la rambla tuvo tiempo de proferir un rezo entre dos fluorescentes bocanadas de Lucky Strike:

-Ser cuidadosa del dolor supiste / y elevarte al amor sin comprender; / enciendes luz en las horas del triste / pones pasión donde no puede haber.

Y enseguida caminaron en dirección al Trouville imantados por una especie de complicidad sin tiempo y el ex Secretario de Redacción de Marcha terminó por apoyarse en un pilote de la baranda para contar el fin de su matrimonio con Mademoiselle Vibert:

-Imagínese. Tenerla al lado mío y verla ardiendo y en silencio, como una bestia enferma de su amor por otro. Ver su cara de tierra y sus desesperados ojos vueltos hacia el recuerdo y la esperanza de otro hombre.

-Pobrecito -pestañeó hacia el titilar de dos cargueros anclados sobre el lomo del estuario María Esther.

-¿Tiene necesidad de maquillarse tanto?

Ella pegó un saltito:

-A mí lo que me hace mal es tener que respirar tanto humo. A mi novio lo obligo a fumar en otra pieza.

Y entonces Onetti tiró el cigarrillo recién prendido a la playa mientras sacaba un pañuelo para sostenerle el mentón a la inmaculada y borrarle casi con ferocidad el antifaz de rimmel.

-La voy a besar -anunció, inseguro.

-Me parece muy bien.

Y ella le agarró las charreteras mientras le ofrecía apenas la punta de la lengua.


Novio

-Antes que nada -aceptó un café el muchacho de mirada clarísima: -Vine para comunicarles que la señorita María Esther Gilio va a encontrarse esta noche con Onetti en la rambla de Pocitos.

Entonces Maggi y Flores Mora se miraron como si fuesen dos caciques entrampados en Salsipuedes y el conchero no pudo sonreír:

-Vos quién sos.

-Yo soy el novio de la damisela que me asegura que El pozo es mucho más apasionante que Casablanca y como mi especialidad es la psicología decidí conseguirlo.

-Ah -graznó Rama, eufórico. -Por fin alguien que me va a dar la razón sobre las debilidades conceptistas de la chef d’oeuvre.

-Así que vos sos el galán -demoró en reponerse el futuro duelista político flasheantemente estoqueado. -Y encima de regalar a la nena querés masoquearte analizando cómo funciona el gualicho que te trajo la cornamenta.

-Epa, che -introdujo un distendido resplandor bondadista el Pibe. -No te pongás ordinario.

-Y acordate del tango -se le malignizaron los bigotes estilo David Niven al pichón de pope transnacional ya irreversiblemente estragado por la miopía estética: -Rencor, tengo miedo / de que seas amor.

-¿Sabés cuándo nos conocimos con la nena? -se desabrochó un botón de la camisa para sacar una medallita el muchacho de avitralada impasibilidad. -Haciendo la catequesis en la parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Ella tenía 8 años.

-Mirá vos -le contrabandeó una guiñada Maggi a Flores Mora. -Justamente hace un rato estábamos comentando que Onetti vive fingiendo creer en esas ficciones.

-Este icono bizantino representa a la Virgen protegiendo a su Hijo aterrorizado cuando ve a los arcángeles que se le aparecen anunciando la cruz.

-Mi madre era capaz de contarte toda la historia del descubrimiento en Creta y el viaje del mercader en la tormenta -se le infantilizó relampagueantemete la mueca sarcástica a Rama. -Y cuando granizaba mucho se nos aparecía en el cuarto para que le agarráramos la mano. Era mágico.

-Lo que nunca se sabrá es si personaje de El Pozo se anima a pajear al fantasma de la muchacha que entra desnuda en la aventura de la cabaña de troncos -puso cara de chistoso degenerado Maneco.

Pero nadie se rio.


Pureza

-Tengo novio desde que tomé la comunión -advirtió María Esther enseguida del beso, soñolientamente feliz.
-Ahora me gustaría acariciarla un poquito.
-Está bien.
Onetti ni siquiera la abrazó mientras jugaba con los rizos desordenados de la nuca de la muchacha que apenas era capaz de entornar una ternura titilante hacia los cargueros.
-No hay fiesta, no hay milagro -murmuró entonces bajo el sombrero que aleteaba entre el viento marino transformándole las palabras en hoscos ecos tristes.
-Qué -tuvo que agarrarle la cara María Esther. -Hablaste. Otra vez.
-No hay barcos con milagros. Y le pido perdón por haberla hecho caminar tanto y para nada.
-Mostrame la cara. Otra vez. No quiero que te enojes.
-A lo mejor podríamos salir a pasear mañana por el parque Durandeau. Hay un lago muy hermoso. Aunque vos tenés novio y yo podría parecer tu padre.
-Lo del novio es aparte. A mí lo único que me importa es lo que me dijiste en el teléfono sobre el Perpetuo Socorro. Yo tomé la comunión en esa parroquia y me enseñaron lo que siente Jesús cuando ve a los arcángeles. Miguel lleva la lanza y la esponja y Gabriel la cruz griega de doble travesaño y cuatro clavos. No pienses más en ellos y agarrame la mano.
-No hables más.
-Pero mostrame la cara. Otra vez. Tenía que saber que no estaba equivocada. Si pudieras entender para qué vine aquí.
-Te quiero -jadeó el hombre, arrancándole crujidos a las falanges coronadas por las lunitas color lentejuela. -Y no sirve. Y es otra manera de la desgracia.
-Pero si no me soltás nunca no te vas a perder.
-No hables. Una sola carne. Tiene que ser así, debe ser así porque si no todo el mundo se habría suicidado. Nadie podría aguantarlo. Todos somos inmundos y la inmundicia que traemos desde el nacimiento, hombres y mujeres, se multiplica por la inmundicia del otro y el asco es insoportable. Se necesita el apoyo del amor en Dios, tiene que estar Dios en la cama. Entonces sería distinto, estoy seguro: se puede hacer cualquier cosa con pureza.
-¿Por qué no me pasás a buscar mañana a mediodía por Preparatorios? Y me hago la rabona y nos vamos al parque Durandeau.
Y subieron por Pereyra agarrándose mansamente del brazo.

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