lunes

LA NUBE DEL NO-SABER - ANÓNIMO INGLÉS DEL SIGLO XIV


CUADRAGESIMOPRIMERA ENTREGA


40 / Que durante la contemplación la persona da de lado toda meditación sobre la naturaleza de la virtud y del vicio

Como ya he explicado, has de sumergir tu ser en la realidad espiritual significada por la palabra “pecado”, no insistiendo, sin embargo, en una clase particular del pecado tal como el orgullo, la ira, envidia, codicia, pereza, gula, lujuria o cualquier otro pecado, sea mortal o venial. Pues, para un contemplativo, ¿qué importa la clase o la gravedad del pecado? A la luz de la contemplación cualquier cosa que le separa de Dios, por leve que sea, aparece como un mal atroz y le roba la paz interior. Trata de experimentar el pecado como un conjunto de algo, entendiendo que eres tú mismo, pero sin definirlo con precisión. Luego grita en tu corazón esta única palabra: “pecado”, “pecado”, “pecado”, o “socorro”, “socorro, “socorro”. Dios puede enseñarte lo que quiere decir por medio de la experiencia mucho mejor de lo que puede hacerlo con palabras. Pues lo mejor es que esta palabra sea totalmente interior sin un pensamiento definido o un sonido real. En ocasiones, te sentirás tan saturado de lo que es el pecado, que la tristeza y el peso del mismo se extenderá por todo tu cuerpo y tu alma, hasta llegar a exclamar la misma palabra.

Todo esto es igualmente cierto de la palabra “Dios”. Sumérgete en la realidad espiritual del que te habla, pero sin ideas precisas de las obras de Dios, sean grandes o pequeñas, espirituales o materiales. No consideres ninguna virtud en particular que Dios pueda enseñarte con su gracia, sea la humildad, la caridad, paciencia, abstinencia, esperanza, fe, moderación, castidad o pobreza evangélica. Porque, en cierto sentido, para el contemplativo todas son lo mismo. Él encuentra y experimenta todas ellas en Dios, quien es la fuente y esencia de toda bondad. El contemplativo ha llegado a comprender que si posee a Dios, posee todos los bienes, y por eso no desea nada en particular sino sólo al buen Dios mismo. Y tú también debes hacerlo así, en cuanto te es posible con su gracia, Que esta palabra represente para ti a Dios en toda su plenitud y nada más que la plenitud de Dios. Que nada sino Dios predomine en tu mente y en tu corazón.

Y dado que, mientras vivas en esta vida mortal, habrás de sentir en alguna medida el peso del pecado como parte y parcela de tu ser, sé lo suficientemente prudente para alternar entre estas dos palabras: “Dios” y “pecado”. Acuérdate de este principio general: si posees a Dios te verás libre de pecado, y cuando estás libre del pecado posees a Dios

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+