TRIGESIMOPRIMERA ENTREGA
CAPÍTULO 5
Las tres épocas de la globalización (2)
La visión de Mackinder es de máxima simplicidad: la Tierra se divide entre una inmensa Isla Mundial (Asia, Europa y África) rodeada por los mares y sus islas, cuyas principales eran la Isla Continental Americana y la Isla Continental Australiana. Hasta entonces la historia universal había transcurrido esencialmente en la Isla Mundial. Esta tiene una configuración definida: todas las grandes culturas la bordean en un arco que va desde Europa y el Mediterráneo, pasa por lo que hoy es Irak e Irán, la India y se cierra en China.
Estas cuatro regiones coinciden grosso modo con las cuatro grandes religiones universales: cristianismo, islamismo, brahmanismo y budismo. Ese cinturón de altas culturas agrario-urbanas ha sido controlable desde un centro, que Mackinder llama el heartland, que se ubica en las estepas de la Rusia asiática. Desde allí se dispararon con gran movilidad los pueblos jinetes sobre las altas culturas del borde o márgenes, durante siglos. Desde ese centro se podía acceder con facilidad a cualquier punto de las cuatro regiones. Pero este proceso fue cerrado por la movilidad de la navegación oceánica, que inaugura la era colombina como rápido proceso de unificación mundial. Por tierra el hombre se había dispersado durante miles de años, en tanto que el dominio oceánico en el siglo xvi le abrió la intercomunicación total, entonces más en meses que en años. El barco tenía más movilidad ecuménica que el caballo. “La revolución comenzada por los grandes marinos de la generación colombina dotó a la Cristiandad de la movilidad de poder más amplia que se conoce, si se exceptúan la movilidad de las alas” (p. 76). De tal modo Mackinder anticipaba la emergencia mundial de la aviación (y la cohetería intercontinental). En la discusión que siguió a la conferencia de 1904, L. S. Amery —que fue primer Lord del Almirantazgo— subrayó: “El mar y la vía férrea van a ser completados en el futuro —podrá ser cercano o algo remoto— por el aire como medio de locomoción”. No imaginaban que al término del mismo siglo se estaba ya en la “guerra de las galaxias”.
El proceso de unificación mundial —en el que nace América Latina— fue igual a la constitución de grandes potencias marítimas en Europa Occidental, Portugal y Castilla, Holanda, Inglaterra y Francia. La era colombina es la era de los grandes imperios marítimos coloniales dispersos en la Ecúmene. Imperios de gran heterogeneidad en su constitución. Es también el surgimiento de las “Nuevas Europas” en Estados Unidos y Canadá, en la América Latina más mestiza, en Australia y Nueva Zelanda, y en la escindida Sudáfrica. Estas son las creaciones más homogéneas de los imperios talasocráticos mundiales. Pero en su conjunto los imperios coloniales se caracterizaron por su dominación sobre pueblos y culturas no vecinas, lejanas y muy heterogéneas culturalmente con el centro metropolitano europeo, relativamente pequeño. Los dos últimos grandes imperios coloniales fueron el inglés y el francés, que se descompusieron casi en nuestros días, entre 1945 y 1970. Los portugueses que abrieron la cuenta, la cerraron con Angola y dentro de poco con Macao.
La expansión colonial, iniciada de modo mercantilista por las potencias europeas, se prosiguió con la Revolución Industrial. Inglaterra y Francia rehicieron los más vastos imperios coloniales, que culminan al término de la Primera Guerra Mundial. En el grupo de los cinco Estados-Nación industriales, Alemania, Italia y Japón que habían llegado tarde al reparto, también pretendieron esa expansión. La perdieron. Esta segunda etapa del colonialismo de Estados-Nación Industriales se expresaba en la creencia que la expansión de los mercados para la industria, llevaba a la colonización. El famoso político y educador de la III República en Francia, Jules Ferry, decía: “La política colonial es hija de la política industrial”. Se trataba de aprovisionamiento de materias primas, de colocación de manufacturas, de reservas de mercados. Y sigue Jules Ferry: “El predominio económico sigue al predominio político.” “Se trata del porvenir de cincuenta o cien años... Será la herencia de nuestros hijos”.[2]
Pero el siglo xx cerraba la era de los imperios marítimos coloniales, que terminaron en la reciente “descolonización”. Ya están siendo suplantados por los Estados-Continentales modernos. La era final de los imperios marítimos coloniales se superponía a la emergencia de la era de los Estados-Continentales. Sólo luego de la Segunda Guerra Mundial se afirmó la bipolaridad determinante de Estados Unidos de Norteamérica y la urss, y muere la era talasocrática y sus potencias ahora en medianía.
Notas
[2] Citado por Maurice Baumont, L’essor industriel et l’impérialisme colonial, París, PUF, 1949, p. 60.
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